Los candidatos del oficialismo tendrían que estar hablando de planes para recuperar parte de las 20 mil pequeñas y medianas empresas que se perdieron en 2020, de cómo combatir los casos de inseguridad en la provincia, de cómo enfrentar el regreso de los narcos, y de cómo reparar el enorme daño que provocó la decisión de cerrar las escuelas. Sin embargo, en la presentación de las listas del Frente de Todos, solo hablaron de “pero Macri” y los globitos de los postulantes de PRO y Juntos por el Cambio.

El Presidente Alberto Fernández debió haber pedido disculpas por la existencia de la carta de Cecilia Nicolini a los proveedores de la vacuna rusa. Sin embargo, hizo todo lo contrario: introdujo a la misiva en la disputa electoral al considerarla un acto de defensa de la soberanía de las vacunas. En la provincia de Buenos Aires, donde tendrá lugar la madre de todas las batallas, la pobreza supera el 50 por ciento y se ubica un 10 por ciento por encima del promedio a nivel país. En la provincia desgobernada por el gobernador que grita pero no gobierna, todos los días se necesitan repartir entre 8 millones y 10 millones de raciones de alimentos para paliar el hambre de los que menos tienen. Y ahora, lo más inquietos idearon una nueva forma de subsistencia: el trueque de trabajo por comida. Sin embargo, el sábado pasado, el presidente, la vicepresidenta, el gobernador que grita y el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, atacaron a la oposición y al periodismo, porque lo consideran mala onda y minimizan, según ellos, el hecho de que les haya tocado gobernar en el medio de una pandemia. Si tuviera la oportunidad, me gustaría preguntarle a Cristina Fernández ¿en qué país vive? En especial hoy, después de habernos enterado la intensidad con la que usa los aviones de la flota presidencial, a un costo promedio de 20 mil dólares al viaje, en vez de tomar un vuelo de línea, en un contexto de miseria.

Columna de Luis Majul en Radio Rivadavia