(Texto de la columna de Luis Majul en el programa +Voces por LN+ del 17 de febrero de 2022) Este comentario sobre la mentira nació después de haber escuchado y visto al sobrino de Ginés González García, Lisandro Bonelli, diciendo que el vacunatorio vip no existió. ¿Qué tipo de perversa mentira nos estaba queriendo hacer creer? Ayer, Federico Andahazi, en su rol de psicoanalista, nos ilustró sobre las distintas clases de mentiras. Y colocó al presidente Alberto Fernández, en las tres grandes categorías en que se divide la mitomanía.

Una: la mitomanía delirante. La practican personas que se construyen una realidad alucinatoria para ocultarse de una realidad que no soportan.

Otra: la que practica el psicópata. El tipo que manipula la verdad para obtener un beneficio. Un buen ejemplo es el estafador de Tinder.

Y la tercera: la del mitómano que miente porque busca la aceptación de los demás.

Este tipo de mentirosos suele tener una bajísima autoestima. Y se arma un relato para caer bien, porque no soporta que lo rechacen.

Alberto Fernánez tiene un poco de las tres. Y estos son los ejemplos más concretos (ejemplos en video).

 Pero este gobierno, todo el gobierno, es un gobierno de mentira.

Porque tiene un origen mentiroso.

El de la fórmula contra natura de Alberto y Cristina.

Por alguna razón, una buena parte de la sociedad creyó en el relato del Frente de Todos.

Alberto sería el moderado

Cristina se iría a tejer escarpines y cuidar a sus nietos.

Así prometieron que volvían mejores

Pero sucedió todo lo contrario.

No necesito decirte las consecuencias de haber creído en esta mentira original.

¿Pero qué tipo de mentirosa es Cristina?

Cristina, dicen los que saben, es una clara mitómana especuladora. No busca tanto la aceptación. Si viene cargada de una dosis de mitomanía delirante.

Ella se construyó una realidad que no existe.

Se inventó que durante sus gobierno construyó una Argentina feliz, cuando en realidad la empobreció, la embruteció, y manipuló las estadísticas para que los argentinos creyeramos eso.

 Cristina también se construyó otra realidad paralela.

Se autopercibe honesta, y no corrupta.

Donde los fiscales y jueces ven a la jefa de una banda de criminales, ella ve lawfare.

Donde la Justicia sospecha de su fortuna es ilegítima, ella se inventa un pasado de abogada exitosa.

Donde aparece Máximo Kirchner como el heredero de los negocios de la corrupción, el diputado repite las mentiras que en su momento esbozó su padre, y también su madre.

Todo este guiso ya sería suficiente para indigestarnos  de mentiras.

Pero como la mentira se contagia por la vía de la simulación y la imitación, apareció, en el último tiempo, un nuevo fabricante de mentiras: el ministro de Economía: Martín “sarasa” Guzmán.

El caso de Guzmán es digno de un breve pero profundo análisis.

Cuando asumió, parecía que se iba a comer los chicos crudos.

Pero ahora, lo único que hizo fue rebelarse como un mitómano de la tercera categoría:

El que le dice a cada interlocutor lo que quiere escuchar, para mantenerse en el cargo y que no le pidan la renuncia.

Y si no nos creen a nosotros, vayan a preguntarle a Cristina, a Máximo, a Sergio Massa, y hasta al mismo presidente, quien ya le habría pedido que no le haga a la vice promesas que no puede cumplir.

 Pero como el kirchnerismo es un monstruo grande y pisa fuerte, instaló otra clase de mentiras. Una que está por fuera de las categorías clásicas.

Consiste en echar la culpa a los demás, por cuestiones que son de su absoluta responsabilidad.

Desde los muertos por covid a los muertos por la inseguridad. De la brutal inflación hasta la suba del precio del dólar. Desde la mala educación hasta la pobreza que cada día crece más.

Asi, Gabriela Cerruti, esta mañana encontró una vez más un chivo expiatorio en los empresarios.

Entonces aprovechó para anunciar otro proyecto delirante: una nueva empresa nacional de alimentos, de lo que en unos minutos vamos a hablar, si no es que se les ocurre antes un delirio mayor.