(Columna publicada en Diario El Cronista Comercial) Cada tanto, ciertos sectores lanzan manotazos de ahogado para intentar romper la fuerte polarización entre Mauricio Macri y Cristina Kirchner que todavía el peronismo alternativo no ha podido superar. Las encuestas, hasta ahora, dicen que no hay ningún dirigente que se desmarque, exprese y pueda representar, con claridad, a los Ni-Ni (Ni Macri ni Cristina). Que aún no hay nadie que pueda llevar a esta fuerza a una segunda vuelta.

Con un error de más o menos el 3%, aparece el Presidente primero, con 33 o 34 puntos, la ex presidenta segunda, con 31 o 32, y bastante más lejos Sergio Massa, con menos de 20 puntos. Como el amperímetro todavía no se mueve, Eduardo Duhalde, entre otros, propone al ex ministro de Economía de Néstor Kirchner Roberto Lavagna como candidato a presidente. Es más: algunos colegas lo presentan como el cisne negro capaz de romper el statu quo.

Con muy baja imagen negativa, con una alta imagen positiva y muy bien visto por muchos sectores del peronismo, el socialismo e incluso el cristinismo, presentado como uno de los pocos ministros de Economía exitosos de los últimos años, Lavagna tiene una alta ponderación en abstracto, que todavía no se traduce en intención de voto.

Porque una cosa es tener buena imagen, y otra muy distinta conseguir votos contantes y sonantes. Lo saben muy bien Elisa Carrió, quien tuvo que aliarse a la topadora electoral de Cambiemos en la Ciudad para alcanzar su récord histórico de votos. Y también lo debe estar sabiendo el propio Macri, quien a pasar de haber subido su imagen en 7 puntos después de la estabilidad del dólar y el resultado de la Cumbre del G-20, no logra trasladar esa percepción a la intención de voto, porque la mayoría de los decepcionados siguen tan enojados como durante los últimos meses.

La campaña

Y después está la campaña. Y la perfomance del candidato en campaña.

Por ejemplo, Cristina Fernández es mejor candidata cuando no habla ni aparece que cuando lo hace. Porque a muchos votantes que la aceptarían en silencio les enoja ese tono de maestra ciruela que le va marcando al mundo lo que está bien y lo que está mal, mientras a su alrededor crecen la corrupción y sus dirigentes considerados más impresentables.

Y Mauricio Macri suele sumar en campaña, porque es muy obediente y acepta las sugerencias y consejos de los expertos, sin perder tiempo en discutir lo cómodo o lo incómodo que se puede sentir al aplicarlos.

Roberto Lavagna, además de cierto prestigio bien ganado, tiene 76 años y es, para decirlo suavemente, bastante pagado de sí mismo. Al mismo tiempo, sabe lo que quiere y qué camino tomar para lograrlo.

Por otra parte, no le gusta demasiado, por no decir que no le gusta nada, que alguien le diga cómo y cuándo debe decir las cosas. Para colmo, no ha participado de una campaña electoral desde 2007, cuando obtuvo el tercer lugar como candidato presidencial, detrás de Cristina Fernández y de Elisa Carrió.
Es decir: todavía habría que comprobar si se aguanta semejante trajín, en el contexto de su retiro voluntario. Además habría que ponerlo sobre el ring.

¿Qué es Lavagna?

¿Qué es y que representaría Lavagna?, ¿es un peronista con ciertos toques de liberalismo político o económico?, ¿un alfonsinista con ciertos toques de populismo a la argentina? Y acostumbrado como está a recibir tantos halagos y consideraciones ¿cómo reaccionaría cuando la máquina electoral de Jaime Duran Barba, Santiago Nieto y Roberto Zapata empiece a buscar y encontrar algunas contradicciones que seguramente debió tener en tantos años de vida política, económica y académica?

Distinto sería el panorama si de acá a agosto del año que viene se produce una nueva corrida cambiaria, el mundo se enloquece todavía más, Jair Bolsonaro sorprende con una devaluación de la moneda o la guerra comercial entre Estado Unidos y China recrudece. Porque las chances del oficialismo se reducirían todavía más y debería surgir un candidato, dentro del peronismo alternativo, para pelear la segunda vuelta contra Cristina.

Pero en la Argentina un año y ocho meses pueden resultar toda una vida. Y Lavagna debería decidirse, a más tardar, en los próximos días. Para llegar con el aire suficiente para competir con pretensiones de ganar.