(Columna publicada en Diario El Cronista Comercial) A nadie que tenga dos dedos de frente le puede caber ya la más mínima duda:si vuelve Cristina Kirchner tratará de ir portodo. En especial, portodos los sectores de la sociedad a los que no pudo doblegar antes de terminarsu mandato, en diciembre de 2015. Irá, por ejemplo tras los scales, jueces y periodistas que no pudo comprar, ni subordinar, ni disciplinar, ni tener presos.

Lo sé porque lo intentó hacer más de una vez. Y porque usó todos los métodos imaginables para lograrsu cometido. Desde enviar a la AFIP a las casas y las empresas acusando falsamente de evasión a los que consideraba sus enemigos hasta fabricar denuncias delirantes y estrambóticas con el objetivo de minarla voluntad de los scales y los periodistas que publicamos críticas y denuncias contra su gobierno. Desde pincharteléfonos de manera ilegal hasta hablar con los dueños de los medios para pedirla cabeza de los periodistas críticos.

¡Si hasta llegó al colmo de exigirle a Cristóbal López que comprara C5N y las emisoras propiedad de Daniel Hadad porque quiso, y no pudo, disciplinar a Marcelo Longobardi!

La mayoría de los dirigentes que rodean a Cristina Fernández y que pululan en el Instituto Patria piensan lo mismo que Ella. Esto es: que en realidad se equivocaron, no por autoritarios ni perseguidores,sí por blandos y demasiado contemplativos. Es un gran errorsuponer que las ideas del comediante Dady Brieva, la del periodista y escritor Mempo Giardinelli o la del ex juez de la Corte Eugenio Zaffaroni deben sertomadas como de quienes vienen.

Palabra más, palabra menos, es lo que piensan Cristina, y todos los que ella puso a dedo en las listas de candidatos a lo largo y a lo ancho del país. Desde su hijo Máximo hasta su mayordomo político, Oscar Parrilli. Desde Andrés Larroque, el dirigente de la Cámpora que echó a Juan Miceli por preguntarle si era necesaria ponerse la pechera de la agrupación para ayudar a los inundados de La Plata hasta el ex espía e impresentable de Rodolfo Tailhade, el hombre que ostenta elrécord de denuncias presentadas y rechazadas o desestimadas in límine en Comodoro Py. El diputado de la coalición cívica, Juan Manuel López, conjeturó, la semana pasada, que si el Frente de Todos gana las elecciones, no sería descabellado suponer que podrían presentar en el Congreso una ley de amnistía para los delitos porlos que se encuentran detenidos muchos ex funcionarios y hombres de negocios a quienes los cristinistas llaman "presos políticos".

Les bastaría con una mayoría simple. Se podrían valer de argumentos tirados de los pelos como la hipótesis de que todas las causas en las que haya declarado un arrepentido deberían ser declaradas nulas porque constituiría, el uso de ese instrumento, una extorsión para que los imputados hablen a cambio de su libertad. Tampoco nadie debería engañarse porla imagen de mayor apertura y respeto porlas instituciones y elsistema democrático que proyectarían Alberto Fernandez y Sergio Massa.

Ni uno ni otro pudieron convencer ni a Néstor ni a Cristina de tomar decisiones más o menos normales. Recuerdo, entre otras cosas, que en su momento, Massa me aseguró que había convencido a Cristina Fernández de brindar conferencias de prensa de manera periódica, con preguntas no condicionadas. Y que con el tiempo también la convencería de darreportajes a periodistas que no eran "del palo". El resultado fue diferente: Massa solo logró que diera una conferencia de prensa, limitada.

Lo mismo vale para Alberto Fernández: cuando Ella recién asumió, creyó que la convencería de sacarse de encima a guras como Julio de Vido y Guillermo Moreno. El nal de la historia es conocido: Alberto se fue, asqueado del ambiente de corrupción que imperaba en el gabinete que él lideraba. Leí de la primera a la última palabra "Sinceramente", el libro que publicó recientemente la ex presidenta. Revisé en detalle las listas de candidatos que terminaron de cerrar. No hay un solo gesto o una palabra que permitan pensar que la precandidata a vicepresidenta se haya vuelto buena y comprensiva. En cambio está lleno de datos que indican que su resentimiento y su afán de venganza siguen intactos. Y más potentes que nunca.

El otro problema es que Cristina Fernández no se está peleando con los scales, los jueces, los periodistas o el Gobierno. Su batalla es contra la realidad. Para cualquiera que pretende conrmarlo,recomiendo el nuevo libro de Margarita Stolbizer y Silvina Martínez. Se llama "Ella miente", y está repletos de datos corroborados que la complican más.