(Columna publicada en Diario La Nación) Tiene razón Longobardi: la curva de contagios del coronavirus no se va a aplanar amenazando a Rocca, accionista mayoritario de Techint. Tampoco haciendo sonar las cacerolas para que los diputados y senadores nacionales donen parte de sus dietas. No hay que ser muy despabilado para entender que lo ideal sería que ninguna empresa tuviera que despedir a ningún trabajador en medio de la pandemia . Pero la pregunta inevitable es qué emprendimiento, pequeño, mediano o grande, podría mantenerse en pie con la actividad paralizada a nivel cero. O, en todo caso, durante cuánto tiempo. La respuesta no es difícil: pocos, casi ninguno.

Lo mismo vale para la fantasía de que un "ajuste de la política " hecho a las apuradas y en medio de una recesión brutal y a ritmo de vértigo vaya a cambiar el complejo panorama económico, que amenaza con terminar peor que en diciembre de 2001. Porque un ajuste de la política en serio debería ser estructural y administrativo. Además, debería incluir a los organismos nacionales, pero también los provinciales y los municipales. Y, por supuesto, también deberían, ser parte del ajuste aquellos organismos considerados "cajas de la política", como PAMI, AFIP o Aerolíneas Argentinas. Por eso lo mejor, en vez de buscar chivos expiatorios y soluciones instantáneas, es hacer un diagnóstico serio de dónde estamos parados. De dónde está parada la Argentina.

El Gobierno, después de dar un paso en falso al haber subestimado el alcance del Covid-19 , reaccionó a tiempo y dispuso el aislamiento estricto y obligatorio. Así pudo haber evitado una propagación rápida, con una enorme cantidad de infectados y muertos . Alberto Fernández , al mismo tiempo, desplazó al ministro de Salud como vocero principal y eligió una manera de comunicarse cercana y efectiva. Con un lenguaje llano y autoridad "presidencial". Esta "receta" pareció funcionar muy bien hasta ahora. De hecho, la imagen positiva del Presidente alcanzó niveles superiores al 60%. Sin embargo, hay quienes ya le están criticando algunos excesos de "emocionalidad". Uno es Pablo Sirvén, quien confesó que se asustó cuando vio al Presidente responder, ante una pregunta de René, el cantante portorriqueño René Pérez Joglar, con la siguiente definición: "Estamos dominando el coronavirus".

Sirvén, junto con otros colegas, como María O'Donnell, también advirtió sobre la errónea decisión de Fernández de dejarse entrevistar por Rosario Lufrano, presidenta de la radio y televisión argentina del Estado. Lufrano es funcionaria pública. O'Donnell considera que quienes debieron preguntar al jefe del Estado son los periodistas del noticiero del canal público.

En las últimas horas, muchos otros colegas, junto con Sirvén, empezaron a cuestionar la decisión de que en las denominadas conferencias de prensa el Presidente no respondiera preguntas. En su momento, los responsables de la comunicación oficial explicaron que lo hacían para "no abrir la agenda" y evitar "ruidos extras" en el contexto de las decisiones que tienen como objetivo enfrentar la pandemia. De hecho, el secretario de Comunicación y Prensa, Juan Pablo Biondi, afirmó que no se trata de una política predeterminada, sino de una de las tantas modalidades que pueden ir cambiando o no, según lo marca el ritmo del coronavirus.

Pero en una parte del Gobierno están preocupados por el resultado de la transmisión del "teletón" que se realizará el próximo domingo, a partir de las 18, desde todos los canales de aire, bajo el lema "Unidos por Argentina", y con el objetivo de recaudar fondos destinados a los hospitales públicos. Participarían en la conducción figuras como Alejandro Fantino, Ángela Llerena, Sergio Goicochea, Verónica Lozano, Mariana Fabbiani y Guido Kaczka. ¿Cómo evitar, en un programa de esas características, el tono "patriótico" y "celebratorio"? ¿Cómo no asociarlo al recordado 24 horas por Malvinas que condujeron Pinky y Cacho Fontana, por el canal oficial Argentina Televisora Color?

Es verdad. Se trata de un contexto diferente. Para empezar, había una dictadura. Igual, parece inevitable la asociación. Aquel programa se pensó con la intención de recaudar fondos para los soldados que combatían en Malvinas. Fue emitido el 8 de mayo de 1982. Participaron figuras como Diego Maradona, Mirtha Legrand, Susana Giménez y Ricardo Darín, entre otros. Se recaudó cerca de un millón y medio de dólares de entonces. Sin embargo, a casi 40 años de su emisión, todavía no parece estar muy claro qué pasó con el dinero. Y los conductores y participantes, que en su momento fueron utilizados como instrumento del gobierno de facto, fueron estigmatizados durante largo tiempo.

Por eso no resulta exagerado advertir que el peligro de " malvinizar " la lucha contra el coronavuris parece estar latente. Esto recién empieza. Y suponer que "estamos ganando" sería un gravísimo error. Primero, porque todos los días mueren miles de personas en el mundo. Y muchas personas en la Argentina también. Segundo, porque el tono "patriótico" o "autocelebratorio" es, también, primo hermano del "pensamiento único". El mismo pensamiento único que sirvió, para calificar en su momento, entre otros, a Raúl Alfonsín de "traidor a la patria" solo porque no estaba de acuerdo con invadir las islas Malvinas.

El coronavirus casi hizo desaparecer la grieta. Pero no debería desalentar el pensamiento crítico y los otros graves peligros que acechan detrás de la pandemia. Uno, muy fácil de adivinar, es la tentación del ejercicio autoritario del poder. Se hizo muy visible entre algunos intendentes y ciertos gobernadores. En especial los que pretendieron cerrar sus distritos con la fantasía de que el virus se va a detener justo donde coloquen obstáculos físicos, como obedeciendo una orden marcial.

Otro es el riesgo de que avance un tsunami de casos de corrupción. Todo el mundo sabe que, desde que irrumpió el coronavirus, las compras de insumos ya no se hacen por licitación, sino que las direcciona el Estado. ¿Cuánto va a demorar el proveedor de turno en proponer un negocio sucio al funcionario a cargo para venderle la mayor cantidad de unidades a un precio superior al de mercado? Alertar sobre la "malvinización" de la lucha contra el coronavirus no significa dejar de aplaudir cada noche a quienes cumplen trabajos esenciales para evitar la propagación. Tampoco significa dejar de reconocer el trabajo que hacen las fuerzas de seguridad para lograr que todos nos quedemos en nuestras casas. El fin de semana pasado, después de mostrar mi certificado de libre tránsito en cumplimiento de mi actividad, acompañé en silencio, muy emocionando, el llanto entrecortado de un agente de policía. Llevaba muchas horas cumpliendo con su servicio. Extrañaba a su hijo pequeño. Tenía plena conciencia de la situación. Y orgullo por el lugar que le tocó. Pero una cosa es esa y otra evitar poner
sobre la mesa las discusiones cruciales.

Demos por hecho que jefes de Estado como Trump, Bolsonaro y López Obrador están obrando con absoluta irresponsabilidad. Pero no cerremos el debate alrededor de estos dilemas: ¿intervención sanitaria horizontal o vertical?; ¿cómo y cuándo salir de la cuarentena?

La información que estamos recibiendo día a día ¿refleja el verdadero estado de situación o atrasa, porque se trata de personas infectadas por lo menos 15 días antes? La lentitud con que se obtienen los resultados de los tests y la demora en descentralizarlos ¿facilitan la manipulación de la información oficial o solo expresan la precariedad de nuestros sistemas de salud público y privado? La estrategia para combatir la pandemia no necesita que el Presidente califique a nadie de "idiota o de miserable". Tampoco que lo haga, en forma personal, ningún empresario, chico, mediano o grande.