Libros y Lecturas

Lunes. Hoy está de moda la inclusión. Es algo positivo, más allá de los matices. Una especie de vuelta al catolicismo de forma secular. Un largo atajo que nos devuelve a los Mandamientos primero y a los Evangelios después. A veces esos rodeos, donde se pierden y se ganan cosas, son necesarios o por lo menos son, están ahí. Pero no siempre fue así. Hubo épocas recientes en que estuvo de moda la exclusión. Y fueron épocas más oscuras.

Lunes. ¿Reabren los museos? Uno o dos días antes de que empezara la cuarentena iba a ir a ver el Shooting star de Pollock al MNBA. Llegué y estaba cerrado, pero no se avisaba por qué. Caminé un poco por el barrio del Museo hacia el norte. Crucé Plaza Mitre pero seguí por Libertador. Y después empezó todo este asunto. En estos días reabren los museos, nueve meses después. Pasaron muchas cosas. Yo sigo pensando que el Shooting star lo colgaría apaisado, acostado. No sé por qué. Quizás sea la influencia de otros de sus cuadros. De todos los artistas plásticos del siglo XX, es a Pollock al que vuelvo siempre. En cuanto pueda, voy a verlo.

Lunes. Hace unas semanas Busqued dijo en Twitter que la verdadera editorial argentina era Dunken y señaló que algún libro bueno seguro que habían sacado entre tantos. Dunken tiene muchos libros muy buenos de Malvinas. Autores de un solo libro caen ahí y publican sobre un tema que debería ser tomado por otras editoriales y el Estado mismo en tanto que Malvinas es una causa nacional. Hace unos días me regalaron Malvinas, la cultura de la derrota y sus mitos del veterano Fernando Cangiano. Toma bien el debate. Hasta cierto punto es un libro imprescindible.

Lunes. Llegó el verano a Buenos Aires y volvió la izquierda a Bolivia. Por la tarde, veo Conspirancy Theory de 1997. Un Mel Gibson muy porteño, transformado en Jerry Fletcher, manejando un taxi por Nueva York y especulando con el sentido de todo y el valor de nada. Los colores, la ciudad, los personajes, los detalles, como la casa de paranoico profesional de Jerry, llena de recortes de diario y controles de seguridad, me parecen hermosos. En un momento Jerry pasa a buscar sus diarios del dia por el puesto de un negro que estuvo en Vietnam y está en silla de ruedas. Cuando sale el tema, Jerry le dice: ¿Sabías que la guerra de Vietnam se peleó por una apuesta que Aristóteles Onassis le ganó a Howard Hughes? La vi cuando salió hace más de veinte años y recordaba este diálogo con Soros y Lyndon B. Johnson. Cosas de la memoria y la sospecha, supongo.

Lunes. Brecht en su diario de trabajo: “Me satisface imaginar que los progresos que creo haber hecho los he ido conquistando en retiradas sucesivas. Y éstas, a su vez, han estado precedidas siempre, o casi siempre, por ofensivas.” Conquistar retirándose. Es un concepto útil. Se pasa al ataque, con entusiasmo inclusive, y luego, cuando se constata que uno no puede sostener la posición, y escribiendo uno nunca puede sostener mucho tiempo su posición, se retrocede y así se progresa. La cuota de resignación, hasta de sacrificio, esa libra de carne, es lo que no falla. Siempre está ahí.

Lunes. Releer. ¿Qué releer? Lo que se puede seleccionar del siglo XXI: Cataratas, La construcción, Las redes invisibles, Estrógenos, los relatos de Maria Lobo y de Lamberti, los ensayos de Mavrakis. Por zoom, asisto a una clase de mi madre en la que habla de Althusser y Lacan. Dice “Todo psicoanálisis historiza, es inevitable.” Althusser se llamaba Louis por un tío que amó a su madre y murió volando un avión en los cielos de Verdún. Luego la madre se casó con el hermano de ese aviador. El padre de Althusser no escuchaba, inventaba palabras, era “violento y sensual” y siempre lo trató con indiferencia. Althusser se masturbó por primera vez a los veintiséis años estando preso. Eyaculó y se desmayó. Eso confiesa. En su biografía dice que siempre se sintió un impostor. Escribe que padece “el miedo a verme expuesto en mi desnudez: la de un hombre de nada, sin más existencia que la de sus artificios e imposturas.”

Lunes. Leo En guerra con la piel de Nicolás Mavrakis, editado por Azul Francia. Algunos cuentos ya los conocía, había leído versiones anteriores. Hasta ahora el que más me gusta es el que le da el nombre al libro. No solo me gusta, es una pieza de antología, lúcida y transparente sobre un tema que podría ser escatologico y que Mavrakis opta por hacer lumínico. Esto genera un efecto de extrañamiento. La prosa precisa y tersa sobre eso que se arruga, se deteriora y se pervierte resulta un acierto que pone en tensión forma y trama. Pero ¿qué narra En guerra con la piel? Ya desde su título no se trata de “contra” sino “con.”

Lunes. Hago una lista de los episodios de La dimensión desconocida en los cuales aparece un androide. Voy lento. Mientras tanto leo en Infobae este titular: “Escándalo: la editorial Espasa debió salir a desmentir que premió a un bot en su concurso de poesía.”

Lunes. Una noticia en TELAM: “El escritor Alberto Manguel donará su biblioteca de 40.000 ejemplares a la ciudad de Lisboa. La ceremonia que oficializa la donación tendrá lugar el sábado próximo en la Feria del Libro de esa ciudad.” ¿Por qué Lisboa? Creo que es un buen título. ¿Por qué Lisboa? Un escritor argentino que nunca escribió ni vivió mucho en Argentina, que por una casualidad torpe dirigió la Biblioteca Nacional, sin mucha idea de nada, salvo, quizás, poder articular esos pensamientos que hablan de sí mismos como “cultura letrada”, busca una ceremonia perdida en la periferia de Europa. Allá él. Ojalá los lectores portugueses disfruten esos libros.

Lunes. La cuarentena sigue pero no sigue. Si alguien en la calle no usa barbijo, llama la atención. Pero en las mesas de los bares la gente pide una cerveza y toma sin nada en la cara. Es una nueva fase a la que llamaremos la cuarentena de Schrödinger. Cara limpia, cara oculta. Y el gato que está vivo y está muerto al mismo tiempo en la caja cerrada. Pobre gato. Pobre caja también.