Libros y Lecturas

Lunes. Las palabras que más uso: nada, todo, todos, nadie. Las uso mucho. No sé por qué. Nada, todo, todos, nadie. En ese orden podrían componer un mantra moderno.

Lunes. Patricio Pron ganó un premio en España con una novela sobre el amor en Internet. La presentó en Buenos Aires el jueves pasado y fui a verlo, pero llegué tarde. Apenas pude saludarlo y preguntarle qué va a hacer con la plata, que es bastante. “Nadie se anima a preguntarme eso” me dijo. Le recomendé que se comprara un buen auto. Me respondió que no sabe manejar.

Lunes. Bar Alcalá. Conversación con un jugador de Scrabble. “Miro muchos programas de palabras” me dice. ¿En la televisión? Claro, claro. También viejos programas en YouTube. Algunos programas españoles. “Los españoles tienen los mejores programas de adivine la palabra, de etimología, de preguntas y respuestas. Acá hubo algunos buenos, pero van y vienen. Ellos tienen una tradición.” ¿Y usted a que se dedica? Soy historiador, respondí. Estuve tentado de decirle que era lingüista. Para el caso, era igual de verdad. Pero hubiese sido incómodo. Como decirle futbolista que trabajaba de árbitro de fútbol. “El ritmo es una forma trazada en el tiempo” decía Ezra Pound.

Lunes. Dentro de un libro de arquitectura de mi padre, una biografía crítica de Louis Kahn, encuentro un folleto que promociona el jardín de infantes del Club Italiano, el lugar donde yo hice mi jardín de infantes, mi más primera escolaridad. Desde luego, en ese momento no sabía leer. Así que leo eso ahora, más de treinta y cinco años después. El jardín se llamaba “Paso a paso.” El folleto está amarillento por el tiempo. Paso a paso. No está mal esa consigna. En ese jardín aprendí a nadar con el profesor Lentino que me llegó a entrenar cuando era adolescente. Paso a paso. No recuerdo haber leído ni una letra en esa época, lo cual me da una idea de felicidad.

Lunes. La pornografía termina donde empieza la soberanía nacional.

Me gustaría que pensemos en las bibliotecas que conocemos, pero no las bibliotecas públicas, sino la bibliotecas privadas, nuestras bibliotecas domésticas, las bibliotecas de nuestros amigos, las bibliotecas de nuestros abuelos, las que hay en nuestras casas, las que se ven en las casas de fin de semana.

Lunes. En Ezeiza, el avión que iba a salir a medianoche se demora. Mientras espero leo a los presocráticos. Salgo de madrugada. Llego a Recife en la primera mañana. Y a Porto de galinhas al mediodía. Por la ley Eusebio de Queirós, en el siglo XIX, Brasil prohibió la importación de esclavos. Los traían de contrabando y los entraban por este puerto natural usando las mareas. Galinhas era la forma clave de llamar a los esclavos para no despertar sospechas en Recife. De una forma retorcida tiene sentido que ahora sea un lugar turístico. Pero ¿quienes son las gallinas hoy? Chegaram galinhas de Angola!

1/ Hoy leemos y aceptamos un lenguaje fragmentado. ¿También lo demandamos? Los textos de largo aliento no parecen de esta época. Circulan entre nosotros como mojones de otras épocas. El entrenamiento fragmentario es en la web: una gimnasia constante, moderna, atravesada y potenciada por la tecnología de las pantallas. No lo sabemos, a veces lo olvidamos, lo internalizamos, pero hoy todos leemos todo el tiempo. Desde luego, seguimos consumiendo los géneros de la modernidad, la novela, el ensayo, el tratado, el manual, pero a esa base iluminista se le superpone la lectura digital, de pantallas, paradigmáticamente la del teléfono. Ya con esto tenemos para pensar y repensar varias perspectivas: un instrumento que se imaginó y construyó para hablar y escuchar hoy sirve para leer y escribir. Al parecer la tecnología no puede borrar con tanta facilidad, como decían en su momento los agoreros del caso, la lengua de nuestras vidas y remplazarla por sonidos e imágenes.

Lunes. Termino de leer El ABC de la lectura y recorro mis subrayados. Encuentro varios. Copio este: “La confusión que se ha producido en la mente pública tiene una causa muy simple: el deseo de obtener algo a cambio de nada, o aprender un arte sin trabajar.” Ezra Pound en 1968. Vale.

Viernes. Axel Díaz Maimone resulta un conocedor extenso de la ciudad y nos comenta, mientras caminamos, la historia de los edificios, monumentos, parques y casas. Tomás Downey que se hospeda conmigo a veces parece en otro canal, pero siempre es amable y señala la gran cantidad de casas abandonadas. (A veces lo veo como el protagonista de una película de Sundance.) Necochea le parece decadente, algo olvidada por sus propios habitantes, y yo, que coincido, agrego que es gótica en esa decadencia esperanzada. (No me animo a decir que eso me seduce, esa opacidad, esas penumbras polvorientas.) Pienso: “Es una hermana menor de Mar del Plata, que también quiere reventarse en verano y dormir en invierno, como la hermana mayor.” Ah, pero las playas y el mar son mucho, mucho mejores que las playas y el mar de Mar del Plata.