Libros y Lecturas

Lunes. Escribo sobre leer y qué leer y cómo leer en este diario y nunca escribo sobre el género “diario” en sí. Practicarlo, practicar el género, me resulta más simple y mejor que teorizarlo. Parafraseando a Diderot: ¿Para quién escribo? Para nadie. ¿Quienes me leen? No me importa. ¿Quienes escribimos? Todos escribimos.

Lunes. Cada tanto me duele la muñeca. Sobre todo cuando levanto algo pesado. Tuve que sacar un colchón de una cama y fue terrible. Pero no me duele mientras escribo. Mientras escribo no me duele nada.

Lunes. Leo en el DailyMail: “An australian tourist had her phone stolen by an orangutan at a Bali zoo.” Es probable que le haya hecho un favor. También leo que el perro de una mujer entró a un potrero donde había un camello y la mujer entró atrás y el camello se sentó sobre la mujer y le puso los testículos en la cara.

Lunes. Si una narración es experimental no satisface la lectura. Si satisface la lectura no es una narración experimental.

Domingo a la noche. Veo 2001: odisea en el espacio. El título me sigue pareciendo malo, en el inglés original y en español. Pero la película es de una precisión y un ritmo muy hermosos. Esa lentitud, esa ansiedad lenta… No creo que Kubrick haya filmado el alunizaje en un estudio oculto de Hollywood como se dice. Al contrario, creo que 2001 se rodó en un viaje real a Júpiter.

Lunes. Fuimos con Robles, Paula y nuestros hijos a Tecnópolis. No encontramos el predio en ruinas que nos predecían los agoreros de siempre pero sí había perdido su brillo y su épica inicial. (Eso en un punto me sedujo.) Nos sacamos fotos sonriendo en familia. Visitamos un pabellón dedicado al fondo del mar argentino, juegos para niños, un avión de Aerolíneas Argentinas, un predio con dinosaurios robots, y vimos una obra de teatro sobre la vida de Beethoven hecha con títeres. Me gustó mucho una muestra etnográfica en donde resaltaban unas máscaras selk´nam. En un momento pensé que quizás todo Tecnópolis no era más que el racconto de nuestras biografías transformadas en un imperfecto y atractivo parque temático.

Lunes. Finalmente la semana pasada fui al traumatólogo. La burocracia médica ya me predispuso mal. Igual, esperé intentando pensar en otra cosa. Esperar siempre es lo peor. Cuando finalmente el traumatólogo me hizo pasar a su consultorio, me senté y él me saludó con amabilidad. Luego tecleó en su computadora y me pidió que me acercara. “Sí, te rompiste el fibrocartílago triangular, acá está.” Me acerqué. Las manchas de diferentes colores que vi en la pantalla no me dijeron nada. Repitió lo que había dicho: “Sí, te rompiste el fibrocartílago triangular.” Luego se dio una conversación muy breve que puedo sintetizar así. El preguntó “¿te duele?” tres veces. Y yo respondí sí las primeras dos y no la última.

Lunes. Debería escribir sobre lo que yo escribo, porque también leo esas palabras. Leo mis propias marcas y las sopeso. Pero no creo que convenga. ¿Por qué? Es como leer las aguas servidas, las deposiciones de ayer.

Lunes. Compré por Mercado Libre el número de Gente que tiene a Videla y a la Pantera Rosa en la tapa. La fui a buscar a un departamento de las inmediaciones de Parque Rivadavia. El hombre que me la vendió me trató con hosquedad. Tenía muy poco pelo en la cabeza y se lo había teñido de un color artificial. Después di unas vueltas por el centro y cuando llegué a mi casa y abrí la revista no encontré el perfil de Videla. La nota sobre la Pantera Rosa era una especie de chiste. Un periodista entrevistaba al dibujito animado que respondía a las preguntas con la voz de un actor de telenovela argentino. Pasé por arriba de algunas notas que me interesaron, un “congreso de brujos”, un atentando a un Hércules en Tucumán. Pero la nota de Videla no estaba. Miré la fecha. La revista había salido en septiembre de 1975. Entonces encontré una página final. “El 28 de agosto el general de brigada Jorge Rafael Videla asumió el comando en jefe del ejército. Su nombramiento puso final a su agitada semana. El hombre, el militar, su infancia…” Pero el centro de la nota no estaba. Alguien la había arrancado.

Lunes. Vi tres veces Gremlins con mi hijo. Las tres veces la disfruté. Al final eran un arma biológica del Eje. También se parece mucho a una película contra la depredación y las reformas que encaró Reagan. El miedo del pueblo pequeño y tradicional a ser arrasado por la década del 80 y sus vicios extranjeros. (Creo que por eso los Gremlins generan cierta adhesión. Desde ya hay, como siempre, una lectura freudiano-pop donde la ternura del muchacho y su impotencia para penetrar a la chica se vuelve perversión monstruosa.)