Libros y Lecturas

Lunes. En Internet todo tiende a la pornografía. Se podría hacer un teorema: cualquier espacio llevado al tiempo X, entendiendo por X el tiempo máximo de existencia en la web, se encontrará con su destino pornográfico. Al mismo tiempo, las redes sociales se volvieron la moral de nuestra época. Pornografía y moral en la era de la conexión. Otro personaje contemporáneo: la víctima. La narrativa que despliega es previsible y se permite pocas variaciones. Siempre busca un solo efecto: la piedad y empatía del espectador, nunca su indiferencia o desprecio. En un punto ¿no se trata de un sofisticado ejercicio de chantaje? Es difícil decirlo cuando la víctima –real, constatable– entra en el juego de la victimización. (O cuando el victimario o cualquier otro la acusa de victimizarse.)

Jueves. Entrevisto submarinistas retirados. Vengo a buen ritmo. De golpe, cansancio. ¿Por qué? Sigue el mal clima que empezó el martes. Solo tuve un día sin lluvia, el lunes, cuando llegué. Siempre nublado. Hoy, el mar, muy picado. Jorge se disculpa. Qué lástima este clima horrible, dice. Es verdad que caminar la ciudad se vuelve un poco incómodo. Pero mientras desayuno siento un cansancio general. Dormí bien. Quizás siga un poco dormido. A las once y media, otra entrevista. Ya llevo más de la mitad de las que vine a hacer. Todo va bien. Queda este día.

Sábado. Daniel Gigena me escribe el jueves y me pregunta si le puedo mandar unas líneas sobre Conrad porque se cumple un aniversario. No tengo mucho para decir sobre Conrad, la verdad. Pese a la idea general que se tiene de él, no lo veo como un escritor del mar. Su mejor libro es El corazón de las tinieblas, cuya trama se desarrolla tierra adentro y que la película de Coppola mejora y perfecciona mucho. Leemos a Conrad a través de Borges que también lo mejora. Le sacude el tedio de sus largas descripciones y lo presenta como un observador agudo, cosa que quizás Conrad no fue. A Borges le gustaba porque era polcao y se hizo británico. En un punto me resulta más inglés que los ingleses, más imperialista que los mismos dueños del imperio. Creo que los lectores que tuvo son más interesantes que él mismo.

Lunes. Néstor cumplió años. Le mandé un mensaje. Me respondió: “No sé cuántos años cumplo, Juan. Igual voy a festejar.” Después me recomendó leer La forma equívoca de Chesterton.

Sábado. ¿Nada se pierde? En un futuro próximo todo será revisado, apreciado y desechado. Como siempre.

Lunes. Hoy empiezo unas vacaciones de un mes. No voy al Museo Rojas como estuve haciendo los lunes de este año. A las nueve de la mañana la temperatura en Flores era de un grado con una sensación térmica un poco más abajo. (El invierno del 2024 empezó en el otoño que no fue ni lluvioso ni húmedo, sino muy frío. Cada vez que entro al baño y parece una heladera me acuerdo de Robles diciendo que él prefiere el frío para escribir.) Rojas se entiende del todo, casi de forma definitiva, si se acepta que era masón. No hay pruebas contundentes para decir que lo fue. (Lo cual no quiere decir que no puedan ser halladas, sino más bien que nadie las buscó bien.) Indicios hay miles, empezando por su manera de leer y escribir. Esa filosofía, algo ingenua, derivada sin preocupaciones de un sentido común universal, poco ligada a los avances filosóficos de su época, cierta idolatría de los hombres y sus historias, cierto positivismo residual, cierta amabilidad con el mundo, la fascinación por el orden y los sistemas, los símbolos… En Librería de Ávila, compró el Silabario de la decoración Americana, al que leo como una especie de Almuerzo desnudo indoamericano. Eurindia vendría a ser una especie de Interzonas. (Lo compro porque en las jornadas escuché que ahí cita a Freud y habla de teosofía.)

Jueves. Napo me pasa en pdf unos libros de Friedrich Kittler donde se busca explicitar la relación entre el nacimiento del rock y los saltos tecnológicos de la Segunda Guerra Mundial. Ya intuí algo de eso cuando señalé que los Bell 212 hacen con su motor y sus aspas un sonido que se asocia, casi tanto como su fuselaje y sus puertas, a la música de grupos como The Rolling Stones y Creedence Clearwater Revival. (La empatía es tanta que por momentos me da la sensación de que los golpes de las aspas siguen un ritmo de cuatro cuartos.) La identificación del Bell UH1H Iroquois, un antecesor del Bell 212, con Vietnam es tal que, para muchos, pasaron a ser un sinónimo de esa guerra. La escena se reproduce una y otra vez en series y películas. Los soldados de infantería del Ejército estadounidense, armados con M16, recorriendo pantanos y esperando la extracción salvadora, el Bell que llega en el momento justo desde el cielo, bajando en el aire húmedo de la selva.

Viernes. En la librería El Aleph de Almagro, compré por mil pesos un libro de memorias de Valeria Lynch. Leí unas páginas en la mesa de saldos y lo compré. En el subte lo empecé y no lo pude largar. La trama es la vida de una cantante popular. Los detalles de un éxito trabajado de forma meticulosa y positiva asombran. Sin proponérmelo, anduve bastante por Almagro esta semana. Con Carmelo caminamos por Avenida Medrano desde Corrientes hasta Rivadavia. Mientras caminamos hablamos sobre qué significa ser hipster.

Jueves. Después de Malvinas, un grupo de muy jóvenes colimbas, ya civiles, viajaron a un congreso de veteranos de guerra en Moscú. Ahí hay una novela. Pero ¿qué forma tendría? ¿Un diario? ¿Capítulos breves y autobiográficos? ¿Una memoria, una falsa memoria? La forma es el problema a resolver siempre. Y como dijo alguna vez Robles: “La forma es Internet.” Pero ¿cómo adaptar Internet a la década del 80? Leyendo a Sarmiento, Ricardo Piglia dice: “La barbarie corroe el gesto erudito.” Hoy Internet también es una barbarie.

Viernes. El miércoles cené con mi madre y nos acordamos de Malvinas. Yo estaba en primer grado y tengo algunos recuerdos. Nos habíamos mudado a una casa, en la calle Campichuelo, que mi padre seguía construyendo y que después se transformó en la casa de mi infancia y mi adolescencia. La guerra sucedía en la televisión y, una tarde, mi madre me dijo que los ingleses iban a tirar la bomba atómica en Parque Centenario. Pero eso era bueno. No nos teníamos que preocupar. Íbamos a morir enseguida a causa de la explosión y no íbamos a sufrir cáncer de piel ni otros efectos perversos y horribles de la radiación, como había pasado en Hiroshima y Nagasaki. El jueves mi madre sonreía porque se acordaba muy bien del exabrupto. Y agregó que el Parque Centenario tiene forma de blanco circular y que aparte es el centro geográfico de la ciudad. Era obvio que los ingleses lo iban a elegir... Ese humor manejaba mi familia. Hoy es 14 de junio. Hace cuarenta y dos años, Menéndez rendía Puerto Argentino. El recuerdo es triste, pero también significó para muchos argentinos que el peligro había terminado y podían volver a casa. Creo que somos una nación valiente, que demostró que, si tiene que pelear una guerra justa, la va a pelear con entrega y convicción. Yo hoy elijo recordar a mi madre riéndose de la muerte con su hijo de seis años. Las Malvinas son argentinas. Que Dios bendiga a los que pelearon y volvieron y también a los que lo dieron todo y quedaron allá.