Libros y Lecturas

Lunes. Hago una lista de nombres, los que aparecen en El crítico como personaje. Mis contemporáneos están ahí. ¿Quién de nosotros escribirá los Comentarios sobre la guerra de las Galias? Leo en Wikipedia: “oculto tras la aparente objetividad de un memorándum militar, César forja su leyenda: su resistencia física, su capacidad para adaptarse a los rigores de la guerra, su camaradería, sus dotes conjugando a la perfección audacia y reflexión, sus habilidades diplomáticas, le permiten, en definitiva, conformar la imagen de un líder carismático e irresistible. ¿Ahora bien, quiere decir esto que la obra de César es poco menos que un folleto propagandístico, una sarta de falsedades? Algunos autores, así lo creen, pero el magistral estudio de Rambaud sobre los procedimientos de deformación histórica empleados por César ha puesto las cosas en su sitio: deformar la verdad no es mentir, sino presentar los hechos de una forma ventajosa. Es lo que hacen los abogados y lo que enseña la retórica: la narratio debe operar según el principio de lo verisimilis, presentando los hechos «tal y como han pasado o tal como han podido pasar». En Roma, la historia no era más que un opus oratorium maxime, en palabras de Cicerón.” Perdido en la enciclopedia de todos, en la Wikipedia, burdo, vulgar, ese párrafo nos enseña más sobre el arte de escribir y la historiografía, que muchos otros libros llenos de párrafos prestigiosos. De hecho, muchos escritores y periodistas de la actualidad no aprendieron lo que ese no tan pálido párrafo tiene para enseñarnos.

Lunes. Hace trescientas semanas que escribo este diario de lecturas y me pregunté varias veces si realmente estaba leyendo algo y escribiendo esas lecturas. (La otra posibilidad es no leer, y solo escribir, empujado por las asociaciones del lenguaje, tomando algún estímulo diurno o nocturno, la tapa de una libro, un título, una frase, alguna idea suelta, consignada al pasar.) También en un momento, resignado, pensé en que no existe un diario que no sea un diario de lecturas. Aunque entiendo que volcar ciertas experiencias escapa a esa clasificación. El recurso justificatorio es decir que uno lee con todo lo que tiene en mente y alma. Lee con el cuerpo, con la cabeza, con los genitales, con el corazón y otras vísceras, con el extracuerpo social, desde la neurosis, la angustia, la felicidad, y desde esa nada que nos rodea. La resignación existente, sin embargo, tendría que ver con el impresionismo, con las hilachas de la biografía, con el comentario arbitrario. Ahora escucho a Mozart para piano. Klára Würtz es una pianista húngara que grabó todas las sonatas de piano de Mozart. En YouTube se puede escuchar el registro ordenado, apenas un poco más de cinco horas de música. ¿Cuánto tiempo lleva escuchar esas sonatas? No es un acertijo. Tampoco podría decir que Mozart resulta inabordable. El disco tiene dieciocho sonatas. El proyecto de escuchar una por día llevaría dieciocho días. Pero parece poco. Una por mes, desde luego, me resulta excesivo. ¿Cuánto tiempo lleva escuchar una sonata de piano? ¿Cuánto tiempo llevar escuchar dieciocho sonatas? Würtz nació en Budapest en 1965. El dato me da alegría porque soy o estoy melancólico. Amadeus sonando todavía dentro del Imperio. Y entiendo que esa música, así tocada y escuchada, ese orden, me hace mejor lector.

Lunes. A los dieciocho años, hacia 1774, Mozart escribió su primer sonata para piano. En Youtube la encuentro tocada por Ivo Sillamaa en una instrumento que imita los teclados de fines del siglo XVIII. ¿Sonaba con esos énfasis románticos? Parece verosímil que, en los salones aristocráticos de capitales y provincias, el intérprete tuviera que marcar los fortes y resignar las sutilezas. El siglo XVIII fue un siglo de peso para las teclas, y también, desde ya, para esa modernidad que se gestaba. Luego leo la entrada que Wikipedia le dedica a Luis II de Baviera, el rey loco, el mecenas de Wagner. Y en un portal de noticias me entero que la Armada llevó un vidente a alta mar, a ver si puede localizar el submarino perdido. El titular dice: “La Armada subió a un barco a una vidente para ir a buscar al ARA San Juan.”

Lunes. El título original de Atrapado sin salida es One Flew Over the Cuckoo's Nest. La película lo toma de la novela de Ken Kesey, que la inspira. En Wikipedia leo que Ken Kesey pasó su juventud en Springfield, Oregon. La traducción argentina, Atrapado sin salida, es mil veces mejor que el engrudo original. Javier Alcácer sobre la foto donde Elvis le da la mano a Nixon: “Hay una película de ese día. A Elvis le pintó hablar con Nixon así que cayó a la casa blanca sin avisar. Quería ofrecerle sus servicios contra el comunismo y la droga. Y entró a la Casa Blanca calzado.”

Domingo. Me despierto con calor, transpirando, pese al ventilador. Agarro el teléfono y lo enciendo. Leo correos y redes sociales. Mavrakis me dijo una vez que lo primero que vemos cuando nos levantamos y lo último que vemos antes de dormirnos es el teléfono. En mi caso es verdad, y es ahí donde empiezo a leer también. Mi primera y mi última lectura del día. Después me levanto, desayuno y miro en la TV un repaso por los balnearios de Argentina. Dos minutos después, cerca ya del mediodía, salgo a la calle. El cielo está azul, sin nubes. El barrio está vacío. Camino con calor. El sol hace que todo brille.

Lunes. El peronismo nunca fue una apelación a la conciencia sino al deseo y a su obscena materialidad. Pero en el siglo XXI, el espectro político tiende irremediablemente a lo socialdemócrata. (¿Lo hace en reacción a la brutalidad del siglo XX?) Y las redes sociales ¿no son lo opuesto a la socialdemocracia? Leo que en Gualeguaychu una chica de diecinueve años mató a su novio de veintiuno con el arma reglamentaria de su padre policía. Después puso en Facebook este mensaje: “Cinco años juntos, peleando, yendo y viniendo, pero siempre con el mismo amor. Te amo para siempre, mi ángel.” Según la nota, lo mató por la espalda.

Lunes. Cuando estuve en La Plata, pasé por la casa de Ricardo Barreda. Tiene un portón negro y dos ventanas todas pintadas con grafitis viejos y recientes. En el portón se lee en letras blancas “asesino.” Arriba, casi en el centro de la fachada, hay una frase mucho menos previsible: “no a los museos.” ¿Qué significa esa frase ahí? Me convoca y a priori, si terminar de entender, estoy dispuesto a respaldarla, sabiendo que trabajo en un museo, o quizás por eso mismo.

Lunes. Viajo a Mar de las Pampas con mi familia. ¿Descansar implica leer o no leer? Llevo algunos libros que casi no miro. Pero leo, más bien hojeo, una antología Conflictos en el atlántico sur (Siglos VIII-XIX) editada por el Círculo Militar en 1988. Es la misma hipótesis de siempre, la de Carl Schmidt, pero aplicada al Atlántico Sur. En el primero ensayo, se narra el intento de la corona británica de anexar Puerto Deseado en la Patagonia española hacia fines del siglo XVII. Me entretiene, y capitalizo algunos datos pero lamento, como casi siempre, lo mal que escriben los historiadores militares. En Buenos Aires, se intenta votar la ley de la reforma previsional. Gendarmería reprime. Miro la televisión a la noche pero me entero por los mensajes de WhatsApp que me llegan, uno tras otro, sobre la situación en la cámara baja y en la calle. Esa es mi lectura más importante hoy.

Domingo. De ayer a hoy sueño que estoy en la Antártida con mi padre. La casa que construyó en la costa atlántica está ahí, pero en vez de ir con dos pisos hacia arriba, va hacia abajo, se entierra, es subterránea. La luz que hay es cálida. En el techo, una puerta corrediza me permite salir. Salgo. Mi padre me mira hacer. No dice nada. Nunca me juzgó. No va a haberlo en un sueño, y en la Antártida, aunque esa sea su casa. Afuera hay una cancha de tenis de polvo de ladrillo, naranja entre la nueve. Maximiliano Tomas juega en ella. No veo contra quién juega. Lleva puesta una máscara de oxígeno, un vidrio cuadrado y cristalino. Me despierto y pienso que debo escribir este sueño, no interpretarlo.

Lunes. Los castellanos no son mojigatos. Tampoco los gallegos ni los vascos ni los gitanos. Eso es de catalanes. Ah, la mojigatería, ese falso pudor, confundido con civilización, cuánto mal han hecho en estas tierras benditas. Luigi dice que es influencia sajona, calvinista. Tiene razón. Ahí hay un nudo.