Libros y Lecturas

Lunes. El lunes a la mañana hay que tener cuidado con la música que uno escucha. “La semana pasada una adolescente se pegó un tiro en La Plata” puede ser nuestro “Tonight a comedian died in New York.” La chica avisó en Facebook y después dejó una carta de despedida que empieza “Chau, mierdas.” No se mató. Está internada. No tengo idea si van a dar la noticia cuando muera. Quizás quede suspendida para siempre en ese pasaje mediático. (Siempre pensé que mi personaje era Rorschach, pero no, parece que es The Comedian.) Más tarde, Robles me cuenta que manda facturas para cobrar por sus trabajos usando sobres y correo y después cruza el correo y va a una librería de usados que queda cerca de la estación de subte Rosas. “Es mi momento siglo XX de la semana” me dice. Después me explica que tramitar la factura electrónica en el sitio de la Afip es muy complejo. Los libros, el dinero, los sobres, todo ese papel sigue vivo como medio de comunicación.

Domingo. Soñé que era músico y tocaba en el subte. Después de tocar, en una estación de trenes, conocía una violinista, una mujer de unos cuarenta años, y a un hombre que me daba un arco de violín. Me lo alcanzaba desde una escalera de la estación y yo, que ya tenía otro arco en la mano, lo agarraba. Después caminábamos los tres juntos. A lo lejos se escuchaba música y dentro de esa música, en un momento, empezaba a sonar G-Spot Tornado, y yo decía que era el Zappa de The Yellow Shark. Ellos ya lo sabían y yo sabía que lo sabían.

Lunes. El fin de semana vi dos películas en Netflix, Autómata con Antonio Banderas, una especie de Blade runner meets I Robot con androides de hojalata, que al final degenera en una especie de western. Y Ex-machina, de estética más indie, donde un Steve Jobs de cabotaje crea androides sexuales en un refugio en las montañas. Las dos me parecieron excelentemente filmadas y con guiones pobres, remanidos, lugares comunes que no sorprenden. Los robots aprenden, evolucionan, toman decisiones, se vuelven más humanos que los humanos. ¡Oh, los robots desean la libertad! Bueno, creo que eso ya lo escuché en otro lado. Pero rescato una idea de la segunda: el cerebro de la sexy y melancólica AI es la conexión de todos los hardwares del mundo. O sea que piensa a través de toda la red de redes. Obviamente la idea aparece estetizada. Si fuera una película realista su cara debería reflejar la obscena danza del dinero digital, el ocio irónico y aburrido de las redes sociales, el hastío de la pornografía y miles de millones de pixeles abandonados.

Lunes. Cuando era joven Alban Berg caminaba por los jardines de Viena y después volvía a su casa y escribía hermosas canciones de lejana desesperación con escenarios bucólicos. Eine Frau, die spielt und singt/ Lieder andrer Tage.

Domingo. Ayer llegué a Rosario. Me acosté tarde. Mañana lunes tengo que dar una charla con Marcos Apolo Benítez en el Museo Ángel Gallardo de Ciencias Naturales. Hace poco vendimos con mi madre una propiedad familiar, una casa que mi padre había construido en la costa de la provincia de Buenos Aires. Ayer soñé que estaba ahí. No la notaba cambiada. Pero me daba cuenta de que era otra cosa. Eso me angustiaba. Ahora espero a Marcos en una bar del centro de Rosario. La sensibilidad es el gran capital simbólico de la ciudad. Quieren, y en muchos sentidos lo logran, ser más europeos que los porteños. Y en mucho sentidos incluso quieren ser más porteños que los porteños. El bar en el que estoy ahora se llama Bon Vivant, queda sobre la calle Mitre. La impresión de la casa vendida me dura. Afuera está nublado y hace frío.

Lunes. Una tesis: la superposición de imágenes seleccionadas de la web y luego organizadas cronológicamente termina creando una narración. Hago el primer experimento en Facebook. Junto las imágenes y las publico. No es del todo satisfactorio. Hay algo pero no es claro, no es sorprendente. Llego a la conclusión de que la web es un mecanismo superador de todas las vanguardias del siglo XX y sus trucos. Ya estamos, entonces, otra vez en la casa lisa del sentido, como lo estuvimos en el cambio de siglo del XVIII al XIX y del XIX al XX. Ahora se trata de narrar y argumentar. La ortopedia mecánica y sus articulaciones queda de costado. En caso de que el cuerpo noble no funcione, veremos, pero por ahora no.

Lunes. Sin ganas de escribir periodismo. Desde hace un tiempo ya. Ideas para Revista Paco tengo varias. Pero ¿son interesantes? Se sabe: el periodista trabaja con lo intrascendente y lo hace relevante. Pero hay un fuerza que no llega, una fuerza que siento que es del orden físico. Otras formas de comunicación escrita me siguen convocando. Escribir en las redes sociales, escribir acá, este diario, narrar, argumentar, de forma fragmentaria. Supongo que es sueño, cansancio físico, hastío general, la magra o nula renumeración. Pero no podés hacer que el dinero cargue con todas las culpas.

Lunes. Compro libros y no los ficho. Me pasa muy seguido. Del viaje a Rosario me traje La ironía de Vladimir Jankelevitch y El mal de Safranski. (Con el proyecto quizás de leerlo en conjunto con el ensayo de Eagleton sobre el mismo tema. La versión alemana, la versión inglesa. Tienen que ser necesariamente diferentes.) También en el Parque Rivadavia, una librera que ya me conoce me vendió la correspondencia de Victoria Ocampo con Roger Callois, editada por Sudamericana. (Roger Callois le dice en un momento: “Usted es una salvaje.”) Por Mercado Libre, El señor Borges, libro de memorias y anécdotas que hizo Fanny, su mucama. En Waldhuter, por donde pasé hace poco, un pequeño librito de Piglia donde retrata narradores norteamericanos y Personae, los poemas de madurez que Pound escribió antes de los Cantos.

Lunes. Frustraciones varias, muy pequeñas, que se van acumulando. ¿Por qué? Pienso que merezco más. ¿Pero más de qué? ¿Más dinero, más amor? Quizás un poco más de descanso. Pero soy yo mismo el que se interpone entre lo que pienso que merezco y lo que finalmente consigo. No hay más. Finalmente recuperé la guitarra de manos del luthier. El arreglo, caro, es impecable. Sin embargo, le tomé un poco de bronca. Creo que muchos músicos son así también. ¿Así cómo? Necesitan forzar cierto status. Al salir del taller le desee al luthier que su lugar de trabajo se prendiera fuego. Las llamas quizás no solucionen nada. Pero son una fantasía seductora. Esas hermosas guitarras quemándose, años de autosatisfacción, obsesiones y quejas, convertidos en cenizas. ¿Mis libros, mi computadora, mis archivos que relleno con voluntad y paciencia son mi taller de luthería narcisista? ¿Eso debería quemarse, purgarse? No sé para qué escribo y hacerlo solo me trae problemas. Out, damned spot! Out, I say! El suicidio es algo lento, a veces empieza escuchando tangos, haciendo bromas con amigos. Quizás escribo por una única razón neurótica y obsesiva, egoísta y desesperante: porque me da placer.

Lunes. Toda discusión sobre Internet y los bordes del mercado atrasa. Internet va tan rápido que nos deja discutiendo siempre lo mismo. Nos quedamos en el loop de reciclar el narcisismo, el feminismo, las drogas, las políticas públicas. Dicho en breve, Internet nos lleva al aburrimiento extremo y de ahí solo se sale dominando a la máquina con totalitarismo. Pasolini dijo: “Demasiada libertad sexual los transformará en terroristas.” Yo digo que Internet nos va a traer gobiernos totalitarios. La gente ya está fóbica y paranoica. Falta un poco y sale.