Lunes. Encuentro en la web algunas tapas de The iron dream de Norman Spinard, publicado en 1972. La novela es rara. Mezcla de épica y space opera, por momentos narra una alegoría apenas velada al surgimiento del nazismo, sutileza no tan sutiles que las tapas se encargan de liquidar con Hitlers, esvásticas y máquinas futuristas. El final de The iron man es bastante incómodo. La edición de Minotauro salió en la Argentina en 1979, lo cual hace las cosas todavía más enrevesadas. Como fuere, las tapas son magnéticas. Pongo algunas en Facebook y Lucas Ferraro me cita Peter Kampf lo sabía de Trillo y Mandrafina.

Tomo la cita como una recomendación y lo compro por Mercado Libre al mediodía. A la tarde paso por una librería de Belgrano y a la noche lo leo. Es bueno, pero está incompleto. Termina cuando debería empezar. O sea, termina cuando se termina el prólogo. Mandrafina es un dibujante excepcional. Uno de los protagonistas es periodista e idealista… Pero la idea es buena. Hitler no fue el Führer que llevó Alemania a la guerra, sino que se dedicó a escribir y dibujar historietas en Nueva York. Cuando la narración empieza, las tiras de la década del 20 están siendo usadas para hacer ganar a John Wayne las elecciones en un Estados Unidos que bordea el totalitarismo... Así que escucho a Arrau tocando una integral de sonatas de Mozart y leo parodias barrocas y virtuosas sobre el nazismo.

Martes. Durante el verano, voy a dar un taller de lectura de El canon universal de Harold Bloom. Retomo el libro con la idea de releerlo completo. Releer me da un gran placer.

Más tarde. Hace veinticinco años compré El canon occidental de Harold Bloom en la librería Biblos de la calle Puán. Acababa de salir. Lo había recomendado Nicolás Rosa en uno de sus clásicos teóricos alucinados de Teoría Literaria 3. Así que fui y lo compré y era la primera edición en español, la de Anagrama. Yo no había cumplido todavía los veinte. Lo leí y releí y lo usé para otras materias como Literatura Inglesa que daba la amenazante Laura Cerrato de Juarroz. También recuerdo una clase que dió Martín Kohan en Teoría 2 donde se generó un debate sobre la secularización del judaísmo y la lucha de clases. Bloom no es difícil de entender, pero resulta muy entretenido de discutir. A lo largo de los años siempre volví, una y otra vez al libro. Ahora lo releo para preparar el curso que voy a dar en enero y febrero, y mucho de lo que pasa hoy ya estaba anticipado en eso que Bloom llama la escuela del resentimiento.

Miércoles. Cerveza con Carlos Godoy. Hablamos de política y de museos. Me recomendó Museología Radical de Claire Bishop. Llegué a casa del bar y lo compré por Mercado Libre.

Jueves. Fui hasta Avellaneda en bicicleta a buscar unos libros que compré. En el camino de ida no pensé en nada, en el de vuelta armé toda una clase de críticas y corroboraciones a Bloom. Ya se empezó a vacunar gente en el Reino Unido. Se dice que muy pronto empieza la vacunación en Argentina. La vacuna universal.

Viernes. Bloom no tiene ningún pudor en ser recurrente hasta el hartazgo. Sus ideas son simples, afirmativas, precisas, y la repetición a veces proba, a veces innecesaria y blanda, es su marca de estilo. El estilo de Bloom, militante, proselitista, me devuelve a Nelson Rodrigues y esa verdad de que una idea dicha una sola vez muere inédita. La vacuna de diciembre, ¿qué efectos va a descargar sobre nosotros? ¿Cómo será este verano de vacunación que se va a iniciar dentro de unos días?