Domingo. La última semana del año promete ser inolvidable por muchos motivos. El 2020 molesta al novelista con abundancia de irrealidades y va a mantener ocupada a la industria editorial unos años. Los editores, animales fuertemente impresionables con brillos y oropeles, ¿caerán en el vértigo de la descripción una vez más?

Lunes. Hoy, en mi cumpleaños número cuarenta y cinco, día de los inocentes, 28 de diciembre del 2020, año de la peste, leyendo los esquemas de Bloom, comprendo que en mí conviven, con pesar, el ensayista, el crítico y el novelista. Muy lejos aparece el historiador, trabajando con documentos e intentando recomponer eso que pasó. No quiero ni puedo elegir alguna de estas prácticas por sobre otras. Pero hay una verdad que atiende a esto que escribo acá: hace cuatrocientas cuarenta y siete semanas que escribo este diario. En breve, cuando el promedie el verano, van a ser cuatrocientas cincuenta semanas y cuando vaya terminando el año que viene, el esperanzador y a la vez temible 2021, serán quinientas. Son muchas palabras, muchas horas escribiendo, día a día, año a año, sin sentido, sin razón, apoyado en algunos fetiches menores como el dinero, al cual no se puede culpar de todo, y la costumbre, que, como dijo Pascal, es un segundo hábito. Leer y escribir parece ser lo único que me importa. Y hasta cierto punto es verdad. La actividad de leer de forma constante, la actividad de escribir, poniendo piedra sobre piedra, signo sobre signo. Es pérfido, es republiable, se trata de ensuciar el mundo, no de hacerlo mejor, no de pulirlo, sino de cargarlo, de enturbiarlo. Soy un irresponsable, en ese y en otros sentidos. Pero en la gran felicidad que experimento, el acto es módico, potable, y sé que no hago tanto mal comparados con otros. Si yo puedo aguantar mis afectaciones, mi egocentrismo, mis males menores, bien puede el lector aguantarlas y seguir de largo y desprenderse de todas mis insistencias.

Martes. Ayer fuimos con Robles a la librería Martycer de Villa Urquiza. Mientras él revolvía libros viejos, repasaba estantantes y se sumergía en las partes bajas de la librería, yo sacaba fotos. Hacía mucho calor. En la caja del negocio había un tipo grandote, apoyado, casi aplastado sobre un mostrador. Robles eligió cuatro libros con una esmerada prolijidad, y cuando yo también ya había elegido algunos, fue a la caja, pidió los precios y pagó. El ancho librero puso los libros en bolsa de nylon azul. Se la dio a Robles, y él, con un gesto suave y coordinado, me pasó la bolsa y me dijo “Feliz cumpleaños.” Por un segundo, perdí el aliento. La lista de los libros que me regaló, libros ahora ordeno en mi escritorio, implica toda una ética de lectura. Son el primer tomo de Peronismo de José Pablo Feinmann, al que Robles calificó como “pulp”, una vieja y muy bella edición de El médico de los astros de Murray Leinster de Editorial Pomaire, Yo visité Ganímedes de Yosip Ibrahim, y una muy bizarra edición de Olvido y perdón, el primer libro de Patricio Kelly. La primera foto de este último libro es una del autor con Carlos Menem, que en el año de edición del libro, 1996, era presidente de la Argentina. Por lo que se ve es una especie de biografía panfletaria cruzada con el marketing my self de la política local. Mientras pienso en las relaciones que pueden hacerse entre esos cuatro títulos, miro por Senado TV la votación de la ley del aborto legal. Por otra parte, hoy se empezó a vacunar contra el covid usando la Sputnik V, la vacuna rusa. El barroco argentino, y su consecuente maximalismo, tiene una larga tradición que se renueva.

Miércoles. Los hombres que trascienden ¿quiénes son? ¿Cómo llega su momento? A veces el momento nunca llega, a veces no están preparados, a veces lo ven pasar sin saber qué hacer, a veces no lo entiende. Y a veces sí. Retratar ese momento es uno de los temas de la épica y la novela.

Jueves. Hoy es 31 de diciembre pero el 2020 no se termina con una fecha de calendario. El virus, las vacunas, la campaña de vacunación, la política y la antipolítica, el aborto legal, la patria y la anti-patria, la muerte de Maradona y una artillería muy grande de derivaciones alcanza a lamer con fuerza el año que empieza. No, el 2020 no se termina tan fácil. Como un criminal encerrado pelea para vivir contra el tiempo que es su carcelero y su condena. No sabemos qué nos va a traer el 2021. Hace falta muy poco para que sea mejor que el 2020. Ojalá la sorpresa sea para mejor. Pero si no se puede, nos vendría bien un poco de neutralidad.