Miércoles. Hace un mes saqué turno para visitar al oftalmólogo. El Hospital Italiano tiene esos tiempos. Llega el día. Voy a la sede en Caballito. Espero bastante, una media hora. Leo a Bloom. La sala de espera está vacía. Sobre el final de la tarde, me atiende un hombre vestido de calle, robusto, de unos sesenta años. Me saluda con bonhomía. Me pide mis lentes actuales. Se los paso. Los mete en una pequeña máquina. Murmura algo. “Bueno, veamos” dice y me hace sentar en una silla y empieza a señalar letras en un cartel luminoso. Me pide que lea. Yo, que me dedico a leer, leo poco, casi nada. Y enseguida no puedo leer. No veo bien. “Bueno, quiero que me hagas trabajar lo menos posible” confiesa, risueño, el oftalmólogo. Y me hace acomodarme en un aparato en el que me mira las retinas, primero la derecha, luego la izquierda.

Apoyo la cabeza en una especie de aro metálico y me relajo. Primero la derecha y luego la izquierda otra vez. En el lugar que miro e intento hacer foco se ve el dibujo de un pequeño globo aerostático. Después el oftalmólogo me coloca una especie de anteojo en el que pone y saca lentes. Los saca de una caja y a medida que los saca los lustra. “Hay mucho diferencia entre un ojo y otro” dice. Después agrega: “y hasta donde sé vos tenés un solo cerebro.” Finalmente me hace una receta para dos lentes, unos de cerca y otros de lejos. Mientras escribe la receta hace cuentas. Es la primera vez que un oftalmólogo me explica y me atiende bien. Pongo la receta en un libro y le agradezco. Me voy. ¿Puse la receta en el libro de Bloom? No lo sé. Cuando llego a casa y la busco no la encuentro. El turno con la óptica, como fuere lo tengo dentro de un mes. Me sobra tiempo para buscarla.

Jueves. Existe un ataque contemporáneo y por muchos flancos a la épica como género discursivo. La idea del héroe sigue vigente, porque el héroe puede ser moderno, puede ser el protagonista de la novela, el género moderno. Puede ser incluso un héroe antihéroe. Pero la épica, que es vieja, antigua, casi anacrónica, se cuestiona como si tuviera plena vigencia. Y también se cuestiona al protagonista de la épica. Esos valores, tan macerados, hoy se ven negativos. Pero ¿por quién? ¿Por quienes? ¿Alentados por quién? ¿Y quién gana cuando damos de baja la épica? ¿Quiénes son los vencedores si una comunidad abandona sus héroes épicos, afirmativos, fundacionales, románticos? ¿En qué nos convertimos si nos transformamos en una nación sin héroes?

Viernes. En una entrevista en YouTube Cesar Aira dice: “La libertad de escribir mal, de no darle el gusto a los lectores.” Más adelante, parafraseando a Barthes: “La vanguardia posible en literatura es de tipo sabotaje.” ¿El lector como adversario? ¿Cómo enemigo?

Más tarde. Vivir con el virus dando vueltas. Nos acostumbramos a todo. El espanto es lento, intermitente, viene y se va. Un día nos van a decir que el virus se fue, ya no existe, y nos vamos a encoger de hombros. Bueno, no todos. Los que queden vivos, desde ya. Discutimos una nota sobre los terraplanistas con Mavrakis. Él dice: “El asunto para mí es analizar la angustia de los que creen que la tierra es redonda. Los terraplanista se ven felices.” Me parece una lógica imbatible.

Sábado. El gusto por leer restos, por el fragmento, por lo que se cae de la mesa de trabajo. (Eso no lo tiene Aira, pese a todo lo que se diga, su obra siempre se presenta completa, bien terminada.) En esa línea, llevo a mi hijo al colegio, vuelvo a casa, agarro el diario de Mircea Eliade de la biblioteca y me voy a un bar. En el bar nadie usa barbijo. La televisión está en mute y transmite imágenes de incendios en la Patagonia. Empiezo a leer el diario desde el principio, una vez más. Cuando termino el café, salgo, compro una cinta de embalar en una papelería y entro en una heladería. Miro la hora. Leo. Tomo un helado. Hace calor. Cuando interrumpo la lectura, uso la cinta para reforzar la encuadernación ya castigada del libro. Me gusta el resultado. Un libro leído mil veces, que pasó de mano en mano. Más tarde, cuando estamos de vuelta con mi niño en casa, escucho los primeros discos de Dolphy en YouTube y escribo algunas líneas. Mateo: “Por sus frutos los conoceremos. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos?”