Lunes. Titular en Crónica: “Una madre adicta a TikTok subió un video junto a su hija tras asesinarla a golpes.” No necesito ni quiero seguir leyendo.

Martes. Tomo el tren en Retiro y durante el viaje leo un viejo ensayo sobre César Aira que escribí hace mucho. Lo imprimí y lo leo. Es publicable, me gusta. Mientras leo y corrijo algunas expresiones y erratas pienso que quizás ya no tenga esa convicción para escribir, esa juventud, esa necesaria desfachatez. El núcleo del ensayo tiene diez años, quizás un poco más. En el tren Mitre, descubro, entonces, un mediodía de agosto que hace unos años soy un escritor maduro, ligeramente fracasado en su pretensiones, ¿o lo mejor está por venir? San Francisco: “Laudato si’, mi’ Signore, per sor’aqua,/ la quale è multo utile et humile et pretiosa et casta.”

Miércoles. Traduzco, casi sin quererlo, Odi et amo de Catulo. En latin: “Odi et amo. Quare id faciam, fortasse requiris./ Nescio, sed fieri sentio et excrucior.” En Wikipedia, una versión que no consigna traductor: “Odio y amo. Por qué hago esto, quizá preguntas./ No lo sé, pero siento que es así y me torturo.” No es mala, pero me resulta muy perfectible. Mi traducción: “Odio y amo. Me preguntás por qué lo hago./ No lo sé. Pero eso siento y me torturo.” Hay que leer estos dos versos con el pasaje de Pablo que anticipa el psicoanálisis y también con el vértigo de la vida digital. Las redes sociales tienen un costado masoquista. El masoquismo es una patología habitual en la modernidad, pero el siglo XXI la transita y la va a transitar muchísimo. Me preguntás por qué lo hago. It seemed to be a good idea at the time.

Más tarde. Noto una escena intelectual porteña fragmentada y aburrida de sí msima. Uno le puede echar la culpa al covid, que ya nos deja en la disforia de su existencia, y también a Internet, o para el caso hasta a Alberto, que es un hombre que solo corta su burocracia con alguna metedura de pata. Pero creo que hay algo cíclico, y que se da como un efecto económico. El periodismo especializado se volvió muy malo. Ya nadie lee ni Ñ ni Radar, un poco quizás Infobae que, en general, es de baja calidad y no paga ni bien ni mal, no paga directamente y eso se nota. Los lectores merodean las redes sociales buscando sin saber qué necesitan o qué desean, lo cual es una característica afirmativa del lector. Pero nadie capitaliza esa fuerza. Mientras tanto en Afganistán, los talibanes toman el poder de un país en guerra desde hace décadas.

Jueves. Veo que vuelve hoy un equívoco que el peronismo histórico ya resolvió y que reaparece como si fuera un tema no saldado. A la clase trabajadora no hay que prometerle lucha, hay que ofrecerle progreso. Agrego que traficar y especular con la conciencia siempre va a menos, al debe. Es bueno, cada tanto, escuchar músicos que desafinan. Pero nadie puede recomendar desafinar para ver qué pasa.