Lunes. Mavrakis: “Ya no hay más diarios personales de la pandemia a pesar de que la pandemia todavía persiste. Ese negocio simplemente se desvaneció en el aire.” Es una afirmación pertinente. Los diaristas volvieron a su vida civil. Sin embargo, en Alemania y en Rusia las noticias hablan de la quinta ola. En Francia y en Dinamarca también. La pregunta es ¿qué va a pasar acá cuando termine el verano porteño? Nota en Crónica: “El Gobierno francés anunció este domingo el fulgurante inicio de una quinta ola de contagios de coronavirus en el país europeo, con 80% más de casos que hace una semana, aunque estimó que todavía existe cierto margen de maniobra antes de endurecer restricciones.” Cierto margen de maniobra, esa es la frase clave.
Martes. Periodismo local: “El busto de Isaac Newell, ubicado en avenida Centenario Newell's Old Boys y avenida Intendente Morcillo, fue víctima de un acto vandálico en horas de la madrugada del domingo. Según investigaciones preliminares, hinchas de Central le cortaron la cabeza a la estatua del pionero del fútbol nacional e inspirador de la fundación del club del Parque.” La foto impresiona.
Miércoles. No hay que mirar las malas noticias que llegan de Europa para no arruinar el comienzo del verano. Pero ¿cómo no mirar Europa?
Jueves. Leo en Wikipedia sobre los caminos que construyeron los romanos. Me interesa la red de vías y rutas y su utilidad, pero más me convoca leer sobre cómo los hacían. Se cavaba un pozo a lo largo del trazado del camino y se lo iba rellenando con capas de materiales diferentes y piedras de diferente tamaño. Una ingeniería simple, probada, que requería esfuerzo, constancia y paciencia.
Viernes. Los lectores argentinos. ¿Quiénes son y qué leen? Los que usan Internet, esos son los lectores argentinos. O sea, todos sacando a los bebés y a los muertos, y no estoy seguro de que estos dos grupos de los extremos no usen internet, pero para el caso podríamos decir que no leen.
Sábado. Estoy sin agua caliente hace por lo menos cinco días. Ningún técnico podía venir ni siquiera a mirarla. Finalmente conseguí uno por un anuncio de la web. Vinieron dos muy jóvenes y tatuados, encontraron que se había quemado una bomba presurizadora, se la llevaron y hoy volvieron y la colocaron. Desde luego salió caro pero fueron eficientes y amables. Se dio una situación de comicidad piadosa cuando uno de los técnicos me explicó que “un oscilador estaba muy viejo” y que era “como una rueda de bicicleta que se infla y entonces no deja encender el sensor electrónico…” Lo miré sin decir nada, asintiendo. Él entendió, yo entendí, la situación siguió su curso. Una piedra más en el camino que lleva a Roma.