Lunes 29 de agosto. Sábado y domingo, la Orquesta del Centro y el Coro De Garaje hicieron el Réquiem de Mozart. El sábado en una iglesia de Palermo, en la calle Bonpland, el domingo en la Iglesia de San Ignacio de Loyola, al lado del CNBA. Fui a los dos conciertos, ambos gratuitos, con buena acústica y músicos y cantantes de primer nivel. Los dos conciertos se llenaron. Había gente parada en los pasillos. Podría escribir sobre la obra y su historia, o sobre la obra y su forma, sobre cómo se relacionan los juegos de voces con el latín y la orquesta, y también podría escribir sobre qué le pide la muerte a la música sacra, cuál es esa forma final, que está llena de épica, de intimidad y de vida.

Pero, en cambio, prefiero decir que esos músicos jóvenes y geniales, disciplinados e inspirados, demuestran que la decadencia porteña y argentina es, en realidad, el reflejo de algunos viejos decadentes e ignorantes. Buenos Aires viven un momento de espera, pero eso no quiere decir que esté inmóvil. Hoy lunes Jerry me avisó que murió Andrés Castillo que formó parte del operativo Cóndor con su viejo. Lo velaron en la bancaria. Pasé a saludar a Jerry y se contaron muchas anécdotas. A Castillo lo recuerdo de una charla que dio en el auditorio de Abuelas en el 2016. Una vida militante de convicción y coraje. Me hubiera gustado entrevistarlo. Se pierde algo más que la vida de un hombre, se va con él un pedazo de la historia argentina del siglo XX y parte del XXI.

Martes. Salió el álbum de figuritas del mundial y todos, niños, jóvenes y adultos, fueron a comprarlo y lo comentaron en las redes. Mavrakis escribió en Twitter: “Me parece simpático que se hable del álbum de figuritas del Mundial. Sin embargo, mis amigos especialistas en salud mental dicen que entre adultos es signo indudable de oligofrenia.” ¿Oligofrenia? Por mi parte, yo siento pudor en escribir, de madrugada, poemas de amor y guerra. No sé si hay mucha diferencia entre el coleccionista de imágenes deportivas y el literato que derrocha su tiempo en vanas especulaciones filosóficas. Titular de La Nación: “Muere en Brasil el indígena del hoyo, que se resistió a cualquier contacto durante casi 30 años.” Copete: “Era el último sobreviviente de su comunidad, que pertenecía a una etnia desconocida.” La nota está ilustrada con fotos de la selva. Ese si que dijo y sostuvo en el tiempo no quiero entrar en ese almacén.

Miércoles. El Tano Bols puso en Twitter una remera con una frase de La fiesta del monstruo de Borges y Bioy. La frase es: “Calculate, Nelly, qué tarro el último de la fila ¡nadie le shoteaba la retaguardia!” La frase es muy buena para una remera. Aunque a mi lo que más me gusta del relato es la cita de La refalosa de Ascasubi: Aquí empieza su aflición. El relato es malo, incluso muy malo, sobre todo como chiste. Habla más de la brutalidad de los autores que de la infamia de los personajes. La cita de Ascasubi va dirigida al lector, entiendo.

Jueves. Uno no debería escribir sobre lo que no hizo. Sobre la música que no escuchó, que le falta escuchar, sobre los libros pendientes, que esperan en la biblioteca, sobre las historias y las ideas que no se escribieron ni se registraron. Y sin embargo, en esa falta hay algo. Enunciarla es combatirla.

Viernes. Hablamos con Robles sobre las diferentes antologías de humor negro que existen. La de Bretón, por ejemplo. Él me cita una de Rodolfo Alonso Editor. Yo tengo una curada por Eduardo Stilman, para Siglo Veinte, en 1977. Ninguna nos convence del todo. Hay textos muy buenos pero el humor parece, en realiad, un costumbrismo algo impertienente, y el color no es negro, si no un gris pálido. Hoy el humor negro no solo está en la web si no que es la web. Todo tiene ese color, ese tinte. Internet es el humor negro. Robles está de acuerdo.