Sábado. Yendo a Tigre con Marco a buscar una donación de libros para el museo. Buena aventura. Cargamos unos ochocientos libros, todos sobre Malvinas. El donante era un escribano amable y locuaz que había dedicado su vida a leer sobre el Atlántico Sur y también, como nos contó, Julio Verne y novelas de aventuras de Tarzán.
Domingo. Todo el día con sueño. Duermo siesta. Sigue el sueño.
Lunes. Muerte de Godard. Todos dicen: “Pensé que ya estaba muerto.” Desde luego, me gustaría volver a ver algunas de sus películas. (Él podría haber filmado muy bien su propio velorio.) Por la noche veo U-751, una muy buena película sobre submarinos en la Segunda Guerra. Pensé que ya estaba muerto.
Más tarde. Charla con Robles sobre el intento de asesinato de Cristina. Él dice que la inflación y el desgaste económico inciden y que una vez que eso mejore esos grupos de agresores van a ser menos sensibles al discurso del odio. No estoy de acuerdo. Desde luego que la variables económica afectan pero estaría mucho más dispuesto a hacer responsable a un gobierno demasiado blando en la administración de la violencia y a las redes sociales en combo con los medios tradicionales. Estamos viviendo en un capitalismo lleno de lumpenaje digital que ahora pasó de la violencia simbólica a la violencia real y el gobierno no lo ve. (En C5n no lo ven. Se la pasan gritando en vez de analizar lo que sucede. Venden indignación para conversos.)
Martes. Pongo en Twitter: Ahora todos se indignan con el odio. Ah, pero saber odiar, hacerlo en privado, en silencio, sin ruido, qué complejo placer de la incomodidad. El Tano Bols me responde que hay que estar a la altura de lo que se odia y agrega: “Fuera de lo que es el odio tengo una política: no militar mis disgustos y mucho menos mis desintereses. Lo que no me gusta y lo que no me importa no tienen cabida en mi tiempo.” Una actitud revolucionaria en tiempos de redes sociales.
Miércoles. A la tarde, después del trabajo, tomo un café en la Estación Retiro y voy a la casa de Mia Antonella. Sobre la calle Pavón, ya de noche, un roto se inyecta. “¿Qué se inyectará?” pienso. También hay gente fumando paco pero eso es habitual. Titular: “A una mujer de 66 años le sacaron 46 pilas de su estómago.” Bajada: “Las habría ingerido como un método para autolesionarse. El insólito hecho fue registrado en el hospital St. Vincent de Dublín.” Otro titular: “Afirman que los ovnis están observando la guerra entre Rusia y Ucrania.”
Jueves. Salió mi libro Cartas de la guerra, editado por el museo. En realidad, no es mi libro, sino una serie de cartas y entrevistas a los que pelearon. Lo escribí yo pero las voces y las historias son de otros. Por eso mismo lo puedo volver a leer y releer. Malvinas se fue transformando en mi vida. Mejor dicho, le estoy dedicando mi vida a Malvinas, y eso está bien.