Viernes. Compro un libro por Mercado Libre. Voy a buscarlo a una dirección en Colegiales. Es una librería muy linda, grande, algo escondida. Me acerco al que atiende y nos reconocemos. Es Miguel, el librero de la calle Puán, de la librería Biblos, donde yo compraba mis libros cuando era estudiante. Hablamos de esas épocas y de estas épocas.

Los tiempos cambian, dijo. Al parecer la Facultad ya no es lo que era. Muchas clases virtuales, los posgrados sobre todo. La bibliografía circula en forma digital. Llegó la pandemia, le pedían mucho dinero para renovar el alquiler y se terminó mudando a esa otra parte de la ciudad. Con sinceridad, le prometí volver. El libro que compré es La patria de las hormigas de Javier Tomeo, por recomendación de Napo.

Más tarde. Muerte de Godard. El Godard del siglo XXI se llama YouTube.

Sábado. En el siglo XXI no aparece todavía el pasado. Año 22 de este siglo. Estoy en el pasado para muchos lectores, pero no lo siento. Internet no es ajeno a ese efecto. La web siempre vive en presente.

Domingo. Parecía que Bolsonaro le ganaba a Lula pero sobre el final de la tarde, ya casi a las nueve de la noche, Lula le sacó más de cinco puntos de diferencia. Latinoamérica atraviesa un momento de fractura filosa. Dos bandos. Dos proyectos. Mitad y mitad. (Lula estuvo 520 días preso.) Vuelvo a casa caminando desde Caballito. Las calles vacías, escucho arias de Schuman, Wolf y Shostakovich. Toda la semana pasada tuve un dolor de garganta que no logré curarme y ahora a ese malestar se le suma una acidez rara. Queremos escribir un libro que se lea con placer, sin esfuerzo. Eso queremos escribir. Pero “con placer, sin esfuerzo” es un efecto que pone el lector, que padece o disfruta el lector. Y que con el tiempo se erosiona. (La capacidad de disfrutar de un libro se pierde con el tiempo.) El placer de la lectura ¿está en la forma de lo que se escribe o en la biografía del que lee? Hay que pisar al cuervo. Pero el cuervo se escapa.

Lunes. Mi abuela salernitana usaba mucho el vaffanculo, para decir, “bueno, listo, andate a la mierda” pero también usaba mangia gli surici que significa “comete los pescados”, y se usa para señalar cansancio, “bueno, listo, hacé lo que quieras.” (Napo recuerda de su familia managia y yo también recuerdo esa pronunciación. ¿Por qué?) San Agustín anticipando a Freud: “La batalla es dentro de vosotros mismos. No hay fuera enemigo alguno temible; vencete a ti y el mundo está vencido.”

Martes. Hoy, visita a Pino en Lanús. Me gusta tomar el tren hasta Escalada, luego un colectivo hasta la calle Lituania y pasarme la mañana, el almuerzo y parte de la tarde hablando de Malvinas, viendo fotos, compartiendo historias. Pino se emociona, es sensible, honesto. Antes de las cuatro ya estoy de vuelta en Constitución. Los días de semana los travestis siguen ahí pero solo me ofrecen drogas. Los fines de semana me ofrecen drogas y sexo. Espero a Mia Antonella escribiendo. Desde el balcón de su segundo piso veo la calle y con sol no parece tan terrible. La batalla es adentro de nosotros mismos. Sí, pero también hay otras batallas afuera.

Más tarde. Le regalo a Mia Antonella Entre críticos y críticas, una compilación de artículos publicados en el suplemento Arquitectura de Clarín entre 1983 y 1989, firmados por Tomás Dagnino y Jorge Glusberg. Ninguno de los dos autores me despierta mucha admiración, pero es crítica de arquitectura y quizás haya algo que nos interese ahí. Tenía el libro en la biblioteca y se lo traje. Ella lo abre y lee la dedicatoria de Dagnino a mi padre: “Para el Arcángel de la arquitectura argentina.” No hay momento de mi vida que no lo extrañe. Nada en el libro logra interesarme o conmoverme tanto como esa dedicatoria.