Miércoles. Por la mañana antes de ir a trabajar, Mia Antonella salió a comprar y dijo que de la puerta hasta el supermercado había un hilo de sangre que había goteado durante la noche. El único género donde se puede ensayar la crítica a la arquitectura es la novela. Todo lo demás es como bailar sobre arquitectura. Quiero decir existe la historia de la arquitectura y la crítica de arte pero ¿la crítica de arquitectura? Acá sí entiendo la cita de Zappa. (Otro soporte para ser crítico de arquitectura es el cine.)
Jueves. El dolor de garganta sigue. A veces molesta más que otras pero sigue ahí. Me confié. Pensé que me iba a curar pero no. Hoy a la noche me voy a Mar del Plata. Llevo algunos libros de Malvinas. Tengo que contar el episodio del pequeño Cristo. Es simple pero tiene sus derivaciones y complejidades. Entré a Mercado Libre a comprar un Cristo. No sé por qué. Compré uno. El Cristo más el envío serían unos 1600 pesos. Pagué, pedí que me lo enviaran. El vendedor me dijo que tenía una mano rota. (¿Como el de Marechal?) Intercambiamos algunos mensajes y finalmente me dijo que lo pegaba. Acepté. Unos días después, me llegó un paquete muy chico. Lo abrí. El Cristo venía bien envuelto. No tenía 50 centímetros como yo pensaba sino 5 milímetros. Era grande como mi dedo meñique. Me quejé con el vendedor. El me respondió que había especificado que eran 50 milímetros. No pensé en devolverlo porque es muy bello y es un Cristo. Pero le dije al vendedor que Dios lo ve todo y el juicio nos llega de una u otra manera. Hoy lo fui a sacar de la caja y vi que la mano que estaba pegada se desprendió. Mi pequeño Cristo manco de Mercado Libre.
Viernes. Ayer, viaje de medianoche a Mar del Plata. Asientos incómodos pero duermo mucho. No leo nada. Llegamos hacia las seis de la mañana al hotel Positano sobre la calle 9 de julio. (Nada del otro mundo pero silencioso.) Mediodía entrevista con Peca Delgado que estuvo en el Monte Longdon. Buen clima, pero a la tarde se descompone. Frío, viento, aunque con sol. Hoy fuimos hasta la casa del puente de Amancio Williams pero no la pudimos visitar. La están arreglando y el predio está cerrado. La vimos desde afuera. Me subió mucho el ánimo saber que esa casa existe ahí desde hace tanto y que las están arreglando. ¿Por qué? Por el viejo tema de las cosas bellas, sin duda. Después propuse ir a la casa de Victoria Ocampo pero hacía mucho frío y volvimos al hotel. Así y todo caminamos por Avenida Independencia y comentamos con Mia Antonella la arquitectura baja y poco agraciada de ese barrio. “Existiendo aquello, ¿por qué esto?” No hay respuesta. Solo un escritor muy malo piensa que su libro es muy bueno.
Sábado. De madrugada, se escuchan ruidos. Golpes secos. Es una ventana, pienso. Sueño en base a esos golpes. Después, se siente un fuerte olor a quemado. Mia Antonella: “Hay tanto silencio que se escucha todo.” ¿Y el olor a quemado? Responde: “Ah, eso sí puede ser signo de actividad espectral.” Sigo dándole vueltas a la frase de Zappa. Escribir sobre música es como bailar sobre arquitectura. Bien. Es una exageración. Pero ¿filmar arquitectura? En la mesa del desayuno, unos jubilados hablan sobre la guerra de Ucrania y Rusia. (Un hombre habla con una voz tan grave es difícil no escucharlo.) ¿Qué queda de la pandemia? Se ven algunos barbijos, algunos menús que hay que bajar de la web, la botella de plástico con alcohol en los mostradores y las mesas. Algunos carteles paranoicos. Use siempre el barbijo. No mucho más.
Lunes. Ayer, tormenta. Lluvia, frío, viento. Recorremos igual la Avenida Colón. Tomamos un whisky en Makao. Hoy, sol. Pero sigue el frío. Recorremos una plaza donde hay una feria de pulgas. Los libros están caros ahí. (Eso me disgusta. Mia se ríe de mi fastidio.) En el centro, cerca de la peatonal, saco fotos de los edificios. Siempre hago eso cuando voy a Mardel. En una librería de saldos, compro una edición del Lazarillo. (Otra más.) La vuelta es lenta pero aceptable. Comienzo, en el micro, una relectura de No picnic de Julian Thompson. Vuelvo a encontrar algunos errores. Mis subrayados son tímidos. No sé por qué.