Sábado. Ayer entrevisté a Gerardo Buchwald en el circo Arlequín que queda al lado del Circo Rodas. De hecho, me contó Don Buchwald, son del mismo dueño. Me acompañó Carmelo. Fuimos en colectivo hasta Crovara y General Paz. Hacía calor. Pero el viaje valió el esfuerzo. Los dos volvimos muy impresionados por la historia de Buchwald.

Domingo. Argentina le ganó a México dos a cero. Fue un partido muy reñido y caótico. Gritamos los goles. Ahora estamos en Constitución. Vimos Brasil-Alemania en mi casa, uno a uno, y vinimos para acá. Mia Antonella tiene que hacer una maqueta y me pidió ayuda. Puso la radio del tocadisco y empezó a sonar Bill Crosby. Afuera el viento mueve las hojas del árbol del balcón. Cuando llegamos vimos varios borrachos y travestis tomando la calle, pero ya no están. Releo Hollywood de Bukowski, no sé por qué. Tiene una forma simple y eficiente. Aunque es desprolija en detalles, es la forma de la novela que me gustaría escribir, una forma clásica de narrador estadounidense.

Lunes. Todo el día hasta las seis en la casa de Mia. El barrio, tranquilo. Buen clima. Leí un poco y dormí la siesta. Comimos al mediodía las sobras del cumpleaños del padre de Mia. Yo comí con ganas. Después pegué algunas cosas de una maqueta que está haciendo. También sostuve una lámpara para que ella sacara fotos. Intenté ver los partidos del mundial pero la conexión a la web es pobre acá. (No sé por qué, antes funcionaba.) Siento que fue un día bastante perdido porque no escribí. Pero hubo algo más. Estar en otra casa es lo que no me funciona. (¿Porque en mi casa puedo escribir?) En general si Mia está cerca no puedo escribir. No entiendo como sostenemos nuestra pareja a través de los años. Ella tampoco, de hecho. (Hace unas semanas Mavrakis no tiene conexión a Internet y me preocupo por él.)

Más tarde. Mia se fue a corregir su maqueta y yo me fui a Hernández a buscar un libro que había comprado por Mercado Libre. Hernández sigue siendo una librería lujosa, interesante. Como fuere, me motiva más volver a los usados y los saldos. Recorrí esas librerías y esas mesas pensando en cómo fue y en cómo es mi manera de leer. (Me acuerdo que Celia se queda abrumada por tantos libros ofrecidos de una manera borgeanamente prostibularia. Hoy creo que tiene que ver con que no había encontrado una forma personal de leer, un tamiz.) Después caminé por Sáenz Peña hasta Avenida de Mayo y de ahí por Santiago del Estero hasta el deprtamento en Constitución. En esa caminata está mi manera de leer. Ahí entendí las mesas de Corrientes, una vez más.

Martes. La entrega de Mia Antonella se estira y se estira. Era el jueves pasado, era este lunes, ahora es el jueves que viene y quizás el lunes de la semana que viene también. Una pareja se estaba separando y él le pidió llevarse la pileta de lona. Ella lo apuñaló y lo mató. Desde luego no fue por la pileta, pero una muerte acuchillado es una muerte acuchillado. Leí el titular en una red social. Es verosímil. O como dice Napo, si está en Internet es verdad.

Más tarde. Compré El arte de trovar de Enrique de Villena en la edición de Sánchez Catón. Es de 1923, así que tiene noventa y nueve años y está muy cerca de cumplir cien. Cuando lo abrí me di cuenta de que todas las páginas estaban sin cortar. El libro parecía recién salido de la imprenta. Me puse a separar las hojas y pensé que en cien años, nadie había abierto ese libro. Yo era, yo soy, su primer lector. Durante casi todo el siglo XX ese libro estuvo en alguna biblioteca mudo, esperando. Millones de personas nacieron y murieron, se descubrieron y se abandonaron inventos de todo tipo, batallas y hechos históricos surgieron, explotaron y desaparecieron con sus protagonistas y sus hijos y los hijos de esos hijos, el olvido y el amanecer se alternaron década tras década, y el libro seguía ahí. Ahora paso sus páginas que son firmes y no reflejan nada de eso, apenas se consuelan en la belleza de un español mucho más viejo que el libro, en una lingüística primitiva y lírica.