Martes. Titular de Infobae: “Se incendió un barco en el Río de La Plata.” La nota dice que mandaron un helicóptero y dos lanchas guardacostas para rescatar a los tres tripulantes. “Las causas del incendio aún están en investigación.” Fuego en el agua, una metáfora común.
Miércoles 28 de diciembre. Hoy cumplo cuarenta y siete años. Si hubiera tenido a mi segundo hijo a los veintisiete años, ahora tendría veinte. Esa cuenta me impresiona.
Más tarde. Nicolás Caresano me contó que había una placa en la casa porteña donde Carlo Emilio Gadda había vivido entre 1923 y 1924. Me pasó la dirección y fui. Saenz Peña al 900. Me tuve que desviar muy poco de la caminata a la casa de Mia Antonella desde Congreso. Encontré enseguida la fachada de la típica casa criolla. El timbre estaba parchado con cinta adhesiva. La placa es blanca y las letras sucias dicen: “En esta casa vivió en los años 1923 y 1924 Carlo Emilio Gadda, uno de los mayores escritores italianos del siglo XX. La asociación Dante Alighieri de Buenos Aires y la Unión Latina, en homenaje.” No soy ni fui lector de Gadda. Prefiero y preferí siempre a Malaparte, a Sciacia, a Pasolini, a otros vanguardistas italianos. Sin embargo, la placa me emocionó. Dentro de poco van a ser cien años de ese paso por la ciudad. ¿Qué encontró acá, Carlo Emilio? ¿Qué vio, que no vio? ¿Qué leyó?¿ ¿Qué habría pasado si se hubiese quedado? ¿Caras y Caretas, Revista Martín Fierro, Forja, Boedo y Florida, el peronismo, revista Sur? Me da la sensación de que le hubiera costado menos imaginar el 2023 que pensarse un escritor italiano en la Argentina. Sabía de alegorías. Y la Argentina sufre mucho su literalidad. O para decirlo de otra forma, en esta llanura urbanizada manejamos metáforas diferentes.
Jueves. Mavrakis me regaló una vieja edición de Exocet y no pude más que comentarle, al paso y mal, las historias que traía el libro. Creo que fui enfático y descortés. Había tantos otros temas para charlar… La tapa del libro es muy linda. Hoy suena vintage. Me enteré que murió Marcelo Cohen. En mi cumpleaños nadie dijo nada. Nadie lo mencionó, ni mucho menos era su lector. Tampoco leí ningún obituario ni necrológica. No me parecía un buen escritor. Buscaba la complejidad desde una infatuación muy grande. Leí El testamento de O´Jaral, aburrido. Leí Los acuáticos, aburrido. Leí algunos más. Inolvidables veladas… Bastante olvidables. Su primer libro de cuentos, algo mejor. El instrumento más caro de la tierra. Un título interesante… Pero siempre la misma pretensión excesiva, el mismo artefacto, los mismos personajes sin vida, la misma falla. Aunque ahora que lo pienso no se puede decir que fuese un mal escritor. Era sí un escritor donde la verdad se construía como máquinas inútiles o rotas. ¡Miren, esto no funciona! Por momentos no era el narrador que debía ser sino el conocimiento, el saber, el traductor, el melómano, el yo sé todo, no sé qué otra cosa. (La colección de Shakespeare que dirigió me gusta, también su traducción de La Tempestad. Pero su periodismo era pobre.) Cohen tenía una idea muy pop, casi naif de los conflictos, tanto literarios como de otra índole. Esa generación atravesada por la dictadura fue así. Nunca supo nada de política. Ellos anticiparon el siglo XXI. Quizás esos libros ingenuos del siglo XX sean los que formatearon el siglo XXI. Quizás la ingenuidad siempre está ahí para picarnos.
Viernes. Murió Benedicto XVI. Murió Pelé. Imaginemos juntos el 2123, Carlo Emilio.
Sábado 31 de diciembre. Este año escuché poca música. Casi nada. Mi ambición a la hora de escribir es tener tiempo para hacerlo. Solo eso. Pero es verdad que tener lectores es agradable y positivo. Mi deseo para el 2023, ese año con nombre de ciencia ficción, es ese: tener un poco de tiempo para escribir y escuchar música. De ese tipo de pornografia está hecha mi ansiedad y mi neurosis.