Miércoles. Por una larga y concurrida charla sobre vendedores ambulantes y sus estilos, antes y ahora, caigo en Venta libre, un episodio de El Otro Lado. 1994. Fabián Polosecki en su mejor momento, excelente como periodismo, historia, arqueología y actualidad. Qué máquina YouTube. Busco y encuentro enseguida algo que vi hace casi treinta años en el aparato de televisión de la cocina de mi casa en la calle Campichuelo. Primera frase del programa: “La mejor vendedora que conozco es la ciudad. Trabaja las veinticuatro horas y su sistema de seducción es el exceso. Promete todo. Hasta una vida mejor. Y no espera que uno le crea nada.” Ahora entiendo que esa fue mi escuela para aprender a entrevistar. Mi madre psicoanalista que me marcaba la escucha y el habla en las entrevista de Polo y también de Hora Clave. Me señalaba los silencios, las intervenciones, el ritmo. El programa termina así: “Las historias convencen más que las razones.” Sigo leyendo La Argentina imperial de Larriqueta, un libro excelente.
Jueves. El cuadro de Lucio Fontana se llama Concepto espacial y es del 59. En la web del MNBA leo: “Concepto espacial es una obra temprana de la serie de los tajos, aquella que contribuyó con más fuerza a la valoración de Lucio Fontana como un artista innovador, representante del experimentalismo matérico de la posguerra. La obra puede analizarse como la culminación de un período que el artista inicia durante los años de su estadía en la Argentina, entre 1940 y 1947. En esos años, especialmente en los que siguen al fin de la guerra, Fontana se involucra con el clima experimental que animó a las formaciones de la vanguardia abstracta y, hasta cierto punto, con exhibiciones que expresamente se oponían al ascenso del peronismo que los sectores ilustrados asociaban al régimen depuesto en Europa con el fin de la Segunda Guerra Mundial.”
Más tarde. Parece que la obra del tajo tiene un título más largo, a saber: Concepto espacial, Espera /+1-AS/ El jardinero está arreglando el Jardín (59 T 140). Para mí se podría haber resumido la serie en Tajo 1, y para obras similares que hizo Tajo 2, Tajo 3 y Me gusta ese tajo. Llegados desde Brasil, Federico Rodriguez y Renata vienen de visita a Buenos Aires y nos encontramos en el Museo Xul Solar que sigue siendo interesante. Charlamos mientras vemos las obras. Después en un bar, le sacó fotos a los tatuajes de ambos. Tiene muchos tatuajes en los brazos. Todos de motivos góticos. Federico tiene a Cthulhu. Y también a Renata, envuelta en tentáculos. (Xul Solar, Lovecraft, tatuajes.)
Viernes. Vimos Ad Astra en Netflix. Me pareció excelente. Todo bueno, actuaciones, casting, trama, ritmo. Brad Pitt hace un héroe completo, wagneriano. No le sube el pulso cuando cae de una antena desde la estratósfera a la Tierra, pelea contra piratas selenitas y mandriles espaciales. Tiene suerte, iniciativa, coraje, inteligencia. Puede atravesar un largo subterráneo de Marte y manejar una nave hasta el borde del sistema solar. Pero es su padre, perdido en el espacio, el que lo llama y conmueve. Ad Astra es un upgrade psicoanalítico de 2001. Y lo que señala es muy claro: las máquinas nunca van a ser el problema. Somos nosotros, nuestra neurosis, la que nos salva y nos condena. Y encima estamos solos en el universo. El diseño de sonido, sin música, con graves que apenas enmarcan y subrayan lo que pasa me resultó sugestivo y acertado. (Le comento estas ideas a Robles, a quien también le entusiasmó la película.)
Más tarde. Revista Paco cumplió diez años. Los festejos fueron una serie de mensajes de sorpresa entre sus editores y redactores. ¿Diez años ya? Nadie quiere celebrar nada, lo que quieren es seguir escribiendo, leyendo, discutiendo y criticando. Ese es nuestro flow.
Más tarde. Tomando unas cervezas con Mia Antonella, recuerdo a Clorindo Testa. Estamos en un bar, frente a su oficina en Santa Fe y Callao. Era brutalista, digo. Mia dice que fue muchas cosas. Era italiano, digo. Pero sé que también fue argentino. Godoy nos cuenta sus experiencias con ketamina. Buena literatura.
Sábado. Hago una lista de cosas que tengo que hacer y no tengo ganas. La escribo a mano. Primero, llamar al gasista. Segundo, llamar al plomero. (Por la pérdida en el baño.) El gasista y el plomero son la misma persona. En la lista también dice ir a buscar la bicicleta que estaba en el taller. Ayer pasé. O sea que la lista es breve. La pregunta entonces resulta en ¿por qué me resisto a llamar? Vimos Pompeya que es una copia casi escena por escena de Gladiator, que sí es una buena película. Gladiator, entonces, hasta que el Vesubio hace erupción y los mata a todos. Cine peplum, pero en Netflix. Malo, malo. También vimos Barbeque, una francesa de 87 minutos. Una pareja tiene una carnicería en una pequeña ciudad de Francia y se dedica a matar veganos, faenarlos, comerlos y vender su carne. Bastante mejor. Siempre se está por ir, por caerse y no, se las arregla para ser una narración sólida, con buenos personajes. Las escenas con los veganos me parecieron excelentes. Ayer, relectura de El templo de Lovecraft, que pasa en un submarino alemán durante la primera guerra. El oficial alemán está un poco sobregirado en su arrogancia. Los submarinistas no pueden ser así, los alemanes sí. Pero no los oficiales submarinistas alemanes. Igual el cuento, previsible, me gustó. Imagino variaciones. Me hubiera gustado que estuviera en tercera persona. O que el protagonista finalmente se salvara. Napo, hace poco, sobre sus vacaciones en la costa, donde al parecer hay muchísima gente: “Yo soy peronista, a mí no me molesta lo humano.” Respuesta de Mavrakis: “soy lovecraftiano, no gorila.”