Domingo. Por el 2 de abril se hizo una ceremonia de saludo a la bandera. El personal militar formó frente al mástil a las 8.45 y también vino el personal civil. Cantamos el himno y la marcha a Malvinas y me dieron la palabra para que hablara sobre Malvinas. Agradecí a las autoridades y dije que la guerra no había empezado el 2 de abril sino el 1 de mayo con los bombardeos británicos a Puerto Argentino y de forma definitiva el 2 de mayo con el hundimiento, fuera del área de exclusión, del crucero ARA General Belgrano. Después señalé la deuda historiográfica argentina, la deuda que nosotros, los hombres de letras argentinos, los escritores, los historiadores, tenemos todavía con este conflicto y con las fuerzas que en él participaron. Dije que mucho de los pelearon eran antárticos y habían estado en la campaña 81/82. Propuse que usáramos el 2 de abril para recordar que éramos una nación independiente y soberana, recordar a los que murieron peleando y a los que volvieron y al final leí el poema de Tranströmer sobre Haydn. Después fuimos a desayunar. Hacia las diez bajé a ver el hielo que la marea baja había dejado en la costa y el sol hacía brillar.

A la hora de la siesta repasé mi breve discurso y pensé que la escena de un civil en una base lejana hablando a un grupo de militares sobre la defensa de la patria me ponía en la tradición de intelectuales como José Ingenieros y Leopoldo Lugones, y me alejaba de escritores como César Aira y Alberto Laiseca, entregados al sedentarismo y la imaginación. Esa filiación rápida no me molesta, más allá de la supuesta mediocridad de los primeros y la también supuesta brillantez de los segundos. (Ni los primeros eran tan malos, ni los segundos son tan buenos.) No me molesta y hasta cierto punto me agrada. Compruebo ese agrado en el orgullo que sentí al hablar hoy.

Lunes. El pronóstico del clima dice para hoy mínima tres grados y máxima seis. Cuando me levanto hay sol y viento y es probable que la sensación térmica sea más baja pero no deja de ser una temperatura alta para las Shetland y la Antártida. Rebollo Paz vuelve a decir que estamos en el Caribe Antártico. Se levanta con energía y manda mensajes de audio a un tono de voz de alto a muy alto. En la caleta se ven olas<.

Empiezo a escribir un breve ensayo sobre la sala de cine de Carlini, primera y hasta donde sé única sala de cine del continente. La barraca vibra por el viento. Para la tarde se esperan ráfagas de sesenta nudos.

A las cuatro de la tarde, visita grupal a los laboratorios de la base. Le saco una foto a una cucaracha de mar. Los laboratorios están vacíos, Quedan solamente el bioquímico y una química ambientalista que van a invernar por primera vez y que todos confunden con biólogos.

Durante la tarde, sol y viento. El viento no paró durante la noche. La puerta de ingreso a la barraca, la de nuestro lado, se rompió y la clausuraron. La manija que la cerraba se venció. Es probable que el viento la haya sacudido más de lo que daba. Ahora entramos por el medio de la barraca. Durante la noche el viento genera dos sonidos, uno agudo, un silbido, constante. Y otro de ráfagas, que golpean, más grave y entrecortado. Extraño los bares y cierta vida social de Buenos Aires, aunque no tanto. Extraño a mi hijo, llevarlo al club, verlo jugar. A la noche rezo. Ya pasamos medianoche y una puerta se golpeó con fuerza. Si me concentro escucho otros ruidos. Todos fantasmales.

Martes. Sigue el viento y el sol. El sol transforma la base y su costa. No es un paisaje que remita a la idea que tenemos de la Antártida. Aunque ninguna idea anterior que tengamos se ajusta a lo que es, en realidad, la Antártida. Quizás en un futuro, el clima de nuestro planeta cambie y vayamos ganando temperatura y esta isla se transforme en un destino turístico con reposeras, casino, room service y deportes náuticos. No es tan dificil imaginarse algunas familias llegando antes de la temporada, el mozo abriendo las sombrillas de una terraza y una mujer joven acomodando las cremas para el sol en un pequeño local. ¿Cuál sería la temporada alta? ¿Cómo sería? Aunque, si el planeta comienza a calentarse en serio, lo más probable es que esta playa desaparezca bajo el agua, lo mismo que otros lugares de la península antártica, Ushuaia, Malvinas, Buenos Aires y parte del litoral de Entre Ríos y Santa Fe.