Hay algo en la Comedia de Dante que convoca lo gráfico. Los muchos niveles del poema, que desconciertan o se prestan a confusión, encienden en el lector el deseo de un mapa. Por eso, son muchas las ediciones que incluyen esquemas, más o menos esmerados, más o menos artísticos, que, en teoría, ayudan al lector a ubicarse en el universo dantesco.

La comunicación contemporánea acuñó una palabra, infografía, para designar a esa forma de presentar la información. El neologismo se explica por sí mismo. La información se vuelca, como si fuera un líquido, en una realización pictórica que permitiría absorber los puntos claves de un asunto, para el caso, un poema fundacional, pero también un hecho bélico o delictivo, una catástrofe, los resultados de una votación, estadísticas de un club o una empresa. La transposición es un arte y, como tal, genera un sensual interés y al mismo tiempo, siempre, una firme desconfianza. La película de La Iliada, rodada en el siglo XXI, no se puede comparar con el poema La Iliada. Al mismo tiempo, lo que hoy leemos como La Iliada nos llega recopilado, traducido y modificado a través de muchos intermediarios que hacen a Homero como poeta mítico e inicialmente pasaron del canto y lo oral a la escritura. Siempre es un poco así. Algo se pierde. Algo se gana. Algo se transforma.

Y si a nadie se le ocurrió hacer una infografía de El gaucho Martín Fierro, es común ver en la web esquemas y ayudamemorias sobre el Ulises de Joyce. Como fuere, aunque el mundo está lleno de gente bruta, nadie piensa que los delicados o firmes versos de Dante se pueden sintetizar en un dibujo donde los círculos del Infierno son representados por semicírculos superpuestos. Desde luego, esto no impidió que Sandro Botticelli pintara un Infierno o que una profesora universitaria enumere en la eternidad de un aula los círculos del Purgatorio.

Internet es un infinito productor de material gráfico, tanto como de mecanismos paranoicos. A diferencia de otros soportes, como la televisión, en la pantalla digital la letra y la imagen se disputan espacio todo el tiempo. Hay redes sociales basadas en la imagen pero también otras basadas en la lectoescritura. Incluso las redes más volcadas a la imagen no pueden prescindir del texto. La paranoia, por su parte, es uno de los ingredientes básicos de la modernidad, pero la web la democratiza, la amplia, la comparte, tiende a reproducirla y la hace tentadora, fresca, continua.

En ese cruce entre la letra, el esquema y la paranoia, existe un dispositivo cuyo título parece ser Great Awakening. O sea, el gran despertar. El subtítulo dice: Everything is an illusion. Y arriba del título se nos informa: “We are using our collective consciousnes to manifest the ultimate timeline reallity manifest.”

Se trata de un poster, un único plano en el que se organizan conceptos, leyendas, palabras y misterios. Las jerarquías de esos elementos se da por el tamaño y las formas de las tipografías. Al no haber una linealidad, al estar arrojados sobre ese campo, esos nombres están más o menos todos conectados. Algunos dibujos e ilustraciones mínimas ayudan a ubicarse. Hay líneas, muy pocas, que hacen más precisos los vínculos. El punto central de aglutinamiento es la paranoia del siglo XXI, que como no podía ser de otra manera, está fuertemente ligada a la fértil paranoia del siglo XX. Se trata de algo mucho más difícil de racionalizar y explicar que de ver. Una lista de los elementos principales resulta más explicita que cualquiera glosa bienintencionada. De eso justamente se trata el poster. A saber, en él leemos: Great Solar Flash, The sun, Free energy, Optimal time line reality, Secret Space Programa Research, The ancient builder race, Dark Fleet, Ancient Artificial Intelligence, y así.

En la parte superior de esta infografía se ubican los planetas y los conceptos más etéreos como One infinite creator, Escape Samsara o Mistery of universal creation. La primera frase desde la izquierda es Artificial Inteligence Signal y la última de ese renglón Returne to surce. En la parte inferior –en esto el mapeo es predecible– está la Tierra. (Y en esa disposición recuerda los esforzados mapas de la Comedia.) Dentro de esa Tierra, que asoma, semicircular, lo que está escrito con letras más grandes dice: Ancient aliens, Vatican, Inner Earth civilization, Cabal deep state illuminati y, no sin sorpresa para nosotros, el nombre de nuestro país.

Quiero insistir en que Great Awakening es más fácil de ver y recorrer que de explicar y, de hecho, en esa facultad se cifra su fuerza y su razón de ser. Sus temas son las grandes especulaciones contemporáneas, ese tipo de delirios. Por lo tanto, cada palabra implica un relato, una historia, un misterio, y uno o muchos personajes.

¿Se puede concentrar toda nuestra actividad paranoia occidental en un dibujo anotado? No quiero detenerme más en la delicada y seguro imposible tarea de describir el entretejido de esta imagen y sus textos. Sus derivaciones, como las de un tablero de ajedrez o una biblioteca, podrían ser infinitas. Y con seguridad el lado oculto de este mapa, o sea, el secreto del gráfico que intenta condensar y exponer todos los secretos, innegablemente se me escapa. No soy ese internauta –cinéfilo, bibliófilo, cultor de la obsesión– que consume no solo el develamiento sino también el velamiento de ese develamiento. Me alcanza aquí con decir que esta verdadera enciclopedia de sospechas le da a la Antártida un lugar central. ¿Por qué?

Como continente tardío, inaccesible, que entró hace muy poco en nuestra historia (intuido desde siempre pero explorado con más rigurosidad recién en el siglo XX), la Antártida fue y es un lugar fecundo para imaginar. Los mejores y más perdurables libros sobre la Antártida fueron escritos por autores que jamás la visitaron. (Aunque los que la visitaron también escribieron libros excelentes y lo hicieron –esto no es paradójico– usando su imaginación.)

Sí, la parte inferior del poster tiene como zona central, dentro de la Tierra, a la Antártida. La silueta del continente, mil veces reproducida en logos militares y civiles de todo el mundo, ocupa un lugar destacado de la infografía. De hecho es la única silueta cartográfica. (Saturno está dibujado de forma icónica y es un planeta.) En ese ya más acotado espacio antártico –aunque saltando para afuera y conectándose con otros conceptos– la lista incluye: Pre-adamites ellongated school giants, Crash landed 55k/ years ago, Neuschwabenland, Advanced technology R&D, Back Engineering, Ancien Builder Race, Pyramids (que aparece subrayado), Atlantis Meluria Mu, Nazi Breakaway Group (Underground bases) UFOs, Anti gravitity, free energy, Ice-shelf melting is exposing ET craft and ET civilizations, Buried/ Crash landed pre-adamite space ships, The Piri Reis map, entre otros. Alrededor del mapa de Antartica +encontramos: Nazi bell Antigravity, Operation High Jump, Transplanets Under Watercaverns, Vril Society, entre muchos otros conceptos afines.

La idea general del poster, entonces, es que debemos despertar a las ideas y narraciones que la ciencia oficial y la historiografía hegemónica nos vienen ocultando. Pero ¿de dónde sale ese menú alucinado? ¿Quién lo provee? Y sobre todo ¿por qué cualquier sujeto del siglo XXI, por más desconectado que esté, puede entender sino todo, sí buena parte? Las fuentes son muy diversas y van del cine del siglo XX a los best-sellers del siglo XIX como Julio Verne y H.G. Wells, de la arqueología y las predicciones de Parravicini a la Revista Muy Interesante, de la filosofía europea y su divulgación a los video-clubs de la década del 80 y los libros de Charles Berlitz. Sin embargo, lo que impulsa ese catálogo que se expande y se combina exponencialmente es un único movimiento.

En nuestro idioma la palabra fantasía remite a muchas cuestiones. Una, no la menos importante, refiere a la actividad psíquica de la imaginación y sus producciones, la facultad de evocar rastros de impresiones sensibles, de inventar y crear. Se la relaciona con una “ilusión” producida por la esperanza y motorizada por un deseo. La fantasía existe en la mente pero no en eso que llamamos, también con esperanza fallida, el mundo.

En la obra de Freud, la palabra Phantasie adquirió otras connotaciones: manifestaciones psíquicas de instintos libidinales y destructivos, de anhelos melancólicos, historias o fragmentos que se elaboran para defenderse, para desear, para purgar o incentivar la ansiedad. La fantasía freudiana también remita a los “sueños diurnos” que pueden ser conscientes o inconscientes, y originan tanto sueños nocturnos como síntomas neuróticos. Para su idea de fantasía, el niño juega, el poeta canta y el neurótico se come la cabeza a si mismo con imágenes y narraciones que solo se producen en su interior.

En francés, la palabra fantôme designa al espectro, al alma en pena que no termina de abandonar este mundo para pasar al otro. En una de las clases del Seminario 6, Jacques Lacan hablo de la fantasía freudiana usando la palabra fantasma. En una sola palabra, lo que imaginamos y el residuo de lo humano que no encuentra la paz. La sábana blanca del carnaval y esas películas ominosas que todo el tiempo se proyectan sobre la pantalla interior de nuestra mente.

El sujeto moderno se enfrenta siempre a un mundo opaco y oscuro que lo pone en una situación de indefensión. Esa existencia desamparada garantiza una experiencia traumática. La fantasía es, desde su inicio, una construcción flexible que nos permite defendernos de nuestro desamparo. Necesitamos del fantasma para no golpearnos de frente con la muerte, con el fin de la existencia, con la nada. También lo necesitamos para sobrellevar eso que ignoramos sabiendo que cuanto más conocemos más comprendemos que ignoramos. El fantasma en ningún caso se trata de algo que no existe sino más bien de algo que construimos y con lo que mantenemos un dialogo fluido, a veces desesperado, a veces placentero. Desde ya, hay algo masturbatorio en esa imaginación. Pero eso no tiene que ser necesariamente reprochable, malo o condenable. No hay moral sobre el fantasma.

Si evaluáramos ese Great Awakening, ese gran despertar iconográfico, con estos conceptos psicoanalíticos, encontraríamos que nazis fugados, fuentes secretas de energía, movimientos militares ocultos, mentiras globales, aliens, pirámides y culturas pre-adánicas, son todos personajes de una gran fantasma paranoico universal. Y entre ellos está la Antártida, como madre lejana que los cobija y potencia. Tenemos, entonces, argentinos, una buena parte del misterio en casa.

Como habitantes de una nación bicontinental donde la parte sudamericana es muy conocida y la parte antártica muy desconocida, hay una deuda con la segunda. Ahora bien, ese conocimiento implica también estos fantasmas del sur, que no podemos resignar a riesgo de perder una parte esencial de nuestro objeto de estudio. ¿Cómo ensayar sobre esa otra Antártida? ¿Cómo escribir sobre la Antártida pensada, especulada, sospechada, pero también siempre inagotable e inasible? El esfuerzo resulta doble. El futuro es antártico. Vamos, entonces, al encuentro de un lugar y también de los fantasmas que irradia. Quizás como espectadores despiertos y protagonistas atentos consigamos, por una vez, la sorpresa que estamos esperando.