Sábado. De madrugada salgo en auto hacia Mar del Plata. Llegamos a las nueve de la mañana y recorremos la ciudad. Me hospedo con Carmelo en el Hotel Gran Manila de Avenida Luro y Corrientes. A las dos y media, presento en el marco de las Feria de Invierno, El matemático nocturno, la novela de Jorge Chiesa. También está Sebastián Chilano en la mesa. ¿Qué le pedimos a la novela hoy? En otra época se discutía mucho la forma, los temas, la composición de personajes, la responsabilidad de la novela como género. Hoy no. Pero eso no quiere decir que no haya una demanda del lector a la novela actual. Hice una primera lista. ¿Qué le pedimos a la novela hoy?

Que sea divertida, que la lectura fluya, que sea fácil de leer, que cuente una historia, que me informe sobre algún aspecto de la realidad, que esté bien escrita, que no se demore en explicaciones ni divagues filosóficos, que me sorprenda, que me haga pensar, que no sea banal, que sea sofisticada, que no sea experimental al punto de impedir una lectura fluida, que me atrape, que sus personajes sean creíbles, reconocibles y cercanos, que me haga reír, que se comprometa con lo que narra y con el presente, que me ayude a entender el presente o alguna parte de la historia de la Argentina o del mundo y sobre todo que no sea aburrida. Ahora bien, todas estas demandas a la novela, muy rápidamente, empiezan a colisionar entre ellas, a superponerse, a condicionarse. Si le pido a la novela que me sorprenda, sea sofisticada y que no sea banal es más difícil pedirle también, al mismo tiempo, que sea fácil de leer y que fluya. Si le pido que esté bien escrita pero que no se demore en explicaciones, ¿qué le estoy pidiendo? Creo que todo esto que le pedimos a la novela, y a lo que después se suman los gustos personales, son demandas lícitas. Es incluso deseable que esto sea así. El lector de novelas debe ambicionar y demandar. Si no, no es lector de novelas. El lector de novelas tiene derecho a ser un poco la Gata Flora. (La Gata Flora que cuando le meten el termómetro en el culo grita y cuando se lo sacan llora.) Ese es el lector de novelas. Y está bien que así sea. Dicho todo esto creo que El matemático nocturno de Jorge Chiesa cumple –sorpresa– todas los requisitos que fuimos nombrando. Hay un equilibrio en esa novela que es excepcional. (Mientras tanto nadie habla mucho de la novela como género, de sus responsabilidades, sus deberes y su ideología, parece haber quedado relegada a un nicho de mercado menor y solipsista, como la poesía de los jóvenes y los primeros poetas.)

Domingo. La feria me gusta. La calidad gráfica de los libros cada vez es mejor. Hay muchos autores y ediciones, y editoriales de todo tipo. Falta una crítica que organice y fomente y descubra esos libros. Las ventas, que siempre son menos de las que se espera, se beneficiarían de esa crítica. (Yo, en la feria, pondría un locutor pregonero con un mic hablándole a los que llegan y recomendando editoriales, autores y libros.)

Más tarde. Mar del Plata siempre me inspira. La ciudad me da ganas de escribir. Mis novelas serían todas mucho mejores si las escribiera en el Gran Hotel Manila.

Lunes. Picasso dijo una vez: “No se hace pintura para decorar. Es un instrumento de guerra, de ataque y defensa frente al enemigo.” Creo que mejor es tener aviones, barcos, submarinos y misiles. Conrado nalé Roxlo: “Hay que andar por el mundo como si no importara./ Sin preguntar el nombre del pájaro y la planta,/ ni al capitán del buque, a dónde lleva agua.” Volvemos y entiendo que la Ruta 2 es parte de mi infancia y ahora también de mi vida como padre.