Jueves 21. Hoy, una vez más, paso la mañana en el hangar. Cada vez que voy, logro una parte del rompecabezas que es la vida cotidiana alrededor de los Bell 212. Mientras los helicópteros salieron hacia Base Esperanza y después a Petrel para traer personal y combustible, yo fui hasta la pista y me embarre al punto que desde la torre de control alguien me gritó que no caminara por ahí. A la vuelta me perdí algunas tomas por ir a recibir a David, al vicecomodoro Neumovitch y al mayor Greca que replegaron desde Petrel. Pero después fotografié a todos los Skuas frente al hangar. Hacia las seis de la tarde, dieron permiso para que el personal de la base recorriera la pista y uno del servicio metereológico insistió varias veces para que lo acompañara pero me negué porque ya me embarré a la mañana y quiero estar solo.
Viernes 22. Hoy casi se incendia la biblioteca. ¿O fue una exageración? Había un enchufe de la estufa en corto y David lo vio sacando chispas. Llamó al encargado de base y desenchufaron todo. Hubo alguna recriminación precisa a los encargados de la biblioteca. Me lo perdí porque estaba entrevistando al comandante de la Base, vicecomodoro Risso, que me hablaba de sus dos misiones de paz a Haití.
Sábado 23. Llegué a las diez de la mañana a la cocina porque nos tocaba cocina a los que llegamos de Petrel y ya estaban haciendo empanadas. Hicimos unas cuatrocientas. Después ayudé a servir el almuerzo y cuando ya algunos estaban terminando nos preparamos para lavar. Mientras lavábamos con el mayor Greca que había implementado un buen sistema, David se fue a jugar al ping pong. El mayor Greca me contó que en Petrel el año pasado quería hacer un huevo de pascua de cincuenta centímetros de altura, pero no tenían molde. Inflaron un globo y lo cargaron de chocolate. Como funcionó, siguieron poniéndole más chocolate hasta que explotó como una bomba y ensució toda la cocina. Mañana es Noche Buena. Somos muchos los que hoy esperamos algo más que una simple cena. Lo que se prepara se ve muy bien.
Domingo 24. La base amanece en silencio. Me despierto tarde. Así y todo no hay nadie en ningún lado. Me hago un café en la cocina vacía y después recién en la biblioteca encuentro a uno de los mecánicos leyendo un libro de vida natural. A la media hora entra el jefe de los Skuas y le dice que se tiene que disfrazar de Papá Noel para una foto grupal que se va a hacer en el hangar a las dos y media de la tarde. Un rato después, el comandante de la base me pide que haga de fotógrafo. Así que voy pasadas las dos al hangar, donde ya están acomodando los helicópteros para una clásica foto con la palabra Marambio atrás. Ordenar la dotación de la base lleva un tiempo. Hay risas. Más juntos, un poco más a la derecha. Después vamos a sacar otra con la bandera cerca de la pista. La saco desde el barro verde y me gusta eso. Caminar por ahí. Hay un poco de viento, el sol tiene como una luz muy firme, de tarde antártica. Después vuelvo a la biblioteca a editar las fotos y escucho música y duermo un poco de siesta. Con un horario excepcional, la cena es a las diez. En el salón, se reorganizaron las mesas para tener más lugar, se taparon las ventanas y se pusieron luces de colores. Tapar las ventanas es fundamental porque afuera está despejado y el sol a las nueve de la noche parece el de las cuatro de la tarde de un día en otro continente. Empiezo a escribir mi artículo Navidad en Marambio. Por la noche, una cena excelente y el brindis se estira hasta la madrugada con música.
Lunes 25. En otra habitación escucho que alguien pregunta qué pasa en el comedor. Y alguien responde: “Había restos de gente comiendo restos de comida.” La base vuelve a estar vacía. El 25 es un día de descanso.
Martes 26. Ayer, mucha neblina. Nevó un poco. Pero la nieve caía y enseguida se derretía formando una película de agua en las pasarelas de la base. Una visibilidad de cincuenta metros... El 29 de diciembre está programado el vuelo de vuelta. Pero si nos toca un día así, va ser imposible. A la noche, vemos Casino de Scorsese en el microcine de la base. Después fue imposible no pensar en un casino antártico y ver la posibilidad de transformar los espacios más amplios de la base en salas de juego con ruletas y máquinas tragamonedas. Hoy el clima, un poco mejor, pero sigue nublado.
Miércoles 27. Ayer David vio en el noticiero que se cumplían cincuenta años de El exorcista. Se estrenó el 26 de diciembre de 1973. Así que la descargaron y la vimos a la noche en el cine. El proyector cortaba una parte de los encuadres pero la película sigue siendo excelente. Terror en la Antártida. Parece un lugar común desde La cosa, pero ¿por qué? ¿Cuántas películas de terror se hicieron sobre la Antártida? No parecen ser tantas... ¿Quién o qué le imprimió ese gusto al continente? Quizás Lovecraft, quizás Poe. Erebus & Terror. Es una genealogía que se me escapa. Cuando uno está acá, comprende muy rápido que no hay posibilidades de saberlo todo.