Martes. Me compré un mate hecho con la pata de una vaca forrada en cuero que termina en una pezuña completa. Las mujeres a las que se lo muestran se indignan. Tiene olor a muerte.

Más tarde. Leo lo que me pasó Fantoni. La plaqueta es muy linda. Tiene dos historias. La primera es de ciencia ficción. Una mujer, la mujer que siempre dibuja Fantoni, se despierta, tiene hambre y camina hasta una construcción alucinada donde vive una aventura extrema, entre el erotismo y el asco. La segunda es una anécdota vital. Un Fantoni-huevo va a ver el lugar donde enterró un gato que lo acompañó durante años. Después, pasé a Carne el álbum de historias muy breves de Diego Arandojo que él ilustró. Hay una que me gusta mucho donde una niña ciega puede ver a través de otros pero para eso necesita hacerles un tacto. En la ilustración, Jorge los dibuja frente a la una vieja televisión de tubo. Ver a través de los otros siempre tiene algo excrementicio. Las pantallas contaminantes también.

Miércoles. Día de San Valentín. Hicimos con Mavrakis una charla sobre RevistaPaco.com y en vez de hablar de odio, hablamos de amor. Me gustó decir que RevistaPaco.com es una comunidad de mujeres que sincronizan su menstruación. Milei escribió un breve artículo con alucinadas teorías sobre un “Gramsci kultural” que nos amenaza y destruye. El texto dice mucho de nuestro presidente.

Más tarde. Enzo Maqueira escribió en Twitter para el día de San Valentín: “Si duele, no es amor. Si te da celos, tampoco (aunque parezca que sí). Si sentís que no podés vivir sin esa persona, menos (aunque también parezca que sí). Amar es compartir tu libertad con la libertad de otro. Cualquier otra cosa es ego.” Le dije que se equivocaba. No me pude contener. Eso es lo que él quiere, lo que todos queremos eso, evitar problemas, pero simplemente no es así. El amor es el problema. Duele y ese es el buen dolor, el del compromiso, el de la caridad y la renuncia, la luz de la comunión. No le tengas miedo al amor ni a su dolor. El amor es nuestro reflejo, nuestra síntesis, nuestra misión. Pobres los fariseos que no aman.

Jueves. Ayer murió Alejandro Rubio, poeta talentoso. No lo traté pero lo conocí. Alguna vez lo elogié y él me devolvió la gentileza reseñando una de mis novelas, no la peor, y diciendo que era muy mala. Después de eso no se animó a saludarme más. Primero las obras, luego los nombres y los hombres. Bien, pero yo lo habría saludado hasta con afecto, más allá de la calidad de mi libro. Como fuere, no era un tipo sociable, aunque circulaba mucho. Siempre pegado a otros poetas, no tan buenos como él, y a editores, que algunas veces entendían, supongo, su poesía. Tampoco tenía muchas herramientas para relacionarse con el mundo. Y eso lo llevaba a siempre la misma corrida por izquierda sin imaginación. Si uno insiste con eso, alguna vez acierta. Pero era cansador. También decían que estaba loco. Para mí no. Padecía una neurosis, un poco obsesiva, y trastornos derivados de ahí, de una imposibilidad social. Todo muy común en un poeta lumpen, previsible, hasta deseable, y poco excepcional en un hombre de letras, que entiende lo que lee y tienen una relación fluida y rica con obras y filósofos. No digo que no sufriera, que no fuera pobre, abandonado, narcisista hasta el ridículo, no digo que no practicara una de las tantas formas perfectas de autodegradación. No niego, dentro de los límites siempre lábiles y estirados de la vida mundana, que su mente no se extraviara. Murió de epoc, de fumar, de una neumonía. Old School, siglo XX. De ahí a estar loco, hay un trecho. Rubio podía ponerse denso. Acusar, ser hiriente, agresivo. Una vez que estaba especialmente inspirado, se acercó a Cucurto, que era su amigo, y en quince minutos de charla logró que, hastiado, el otro poeta lo lanzara sobre una mesa de vidrio que estalló. No hubo heridos, gracias a Dios. Como poeta, insisto, era talentoso, de los mejores, aunque a veces su resentimiento lo empujaba al exabrupto y perdía pie. Se enojaba de manera superficial, sobre todo si merodeaba la política. (De paso, de política no sabía nada, jamás había estado en una asamblea, ni en un sindicato, ni en un partido, ni había pegado un cartel. No habría soportado reunirse con militantes.) Cuando lograba dominarse, tenía ideas simples y directas, versos y títulos inspirados. A veces pienso que la poesía lo tomaba. Más aún, lo tomaba el personaje del poeta. Y él se dejaba agarrar. Si el arquetipo del poeta hubiese sido la felicidad, él habría luchado por ser feliz. Pero al poeta del tardo-romanticismo –que en la modernidad son todos los poetas– le toca la mugre. Ir contra ese lugar común demanda un esfuerzo que no es amortizable si uno quiere escribir y está concentrado en hacerlo bien. De sus libros me gustaron Rosario y Metales pesados, que ya es medio un clásico. Leí La garchofala esmeralda y algunas otras prosas que mostraba que podía escribir, no sin vacilaciones, más allá del verso libro. Como era peronista y se decía doctrinario, desde mi perspectiva lo mató Milei, o la realidad, entidades que hoy parecen ir unidas, chocando cada vez que una de las dos se mueve.

Viernes. Titular: “Un hombre se tiró a nadar a un río en Carlos Paz, se lo llevó la corriente y está desaparecido.” Buena frase, excelente titular y una historia que empieza.