Sábado. Escuchar a Bowie me trae nostalgia y melancolía. Cuando en 1984 salió el video de Loving the alien le censuraron un frame en el que Bowie aparece con la nariz sangrando. Siglo XX, el monstruo del amor.

Domingo. Compré y empecé a leer Gunther Plüschow: una vida de sueños, aventuras y desafíos por un amor imposible: la Patagonia de Roberto Litvachkes. Me salió 2600 pesos. El libro, de unas ciento veinte páginas, editado en el 2006, viene en cuatro lenguas, español, alemán, inglés y portugués. El título en alemán es muy lindo, más lindo que en español: Ein Leben voller Träume, Abenteuer und Herausforderungen, für eine unmögliche Liebe: Das unzähmbare Patagonien! (El signo de admiración, quizás excesivo, no aparece en el título en español.) en el prólogo el autor dice que su libro le llevó diez años de investigaciones. Si dividimos el total de las ciento veinte páginas en los cuatro idiomas, nos queda un texto original de treinta páginas. O sea que Roberto Litvachkes escribió un promedio de tres páginas por año. Su biografiado, el marino y aviador Gunther Plüschow, voló aviones, barcos, estuvo en China, en guerras, dio la vuelta al mundo, cayó prisionero de los aliados, escapó, y aprendió cinco o seis idiomas, y Litvachkes se tomó diez años para narrarlo en treinta páginas. No deja de tener cierto mérito borgeano la cosa. El libro, por otra parte, me gusta. Plüschow, se ve en las fotos, era un tipo muy bello.

Más tarde. La gran deuda que tenemos como nación es nunca haber hecho un Marambio Rock con bandas rockeando en el sur.

Lunes. Lo más interesante de Twitter es su basura. Eso que no queremos ver y todo el tiempo nos pone adelante. Hoy me quedé en casa escribiendo. Tuve que salir e ir al centro. Era un trámite breve. Pero estuve un buen rato buscando mi billetera. Estaba caída abajo del sillón. (Después recordé que ayer llegué tarde, cansado.) Durante los minutos que busqué la billetera y no estaba en los lugares habituales, me replanteé mi vida.

Martes. Me resulta muy extraño ver morir, uno tras otro, de forma inexorable, a los que fueron jóvenes en los 60. Se pensaban inmortales y no.

Más tarde. En breve sale mi libro sobre la Antártida. Miro fotos. Ya hice la corrección de las pruebas. Y entonces, sin mediación, vuelvo a estudiar los submarinos. Vuelvo al San Luis, que es otra historia, otro mar, otros hombres y otras máquinas.

Miércoles. Cada vez que voy a la costa argentina fuera de temporada pienso en Chejov Me alcanza recordar la costa argentina fuera de temporada para imaginarlo. La idea del balneario con un solo turista, leyendo el diario, en una mesa, solo, frente al mar. Napo dice que Robles es chejoviano: “Porque la narración es algo melancólico.” Rodeado de basura digital y residuos neuróticos, Robles se mantiene siempre educado y amable, escribiendo desde esa posición que es ay, quizás no pueda hacerlo.

Más tarde. Todos luchamos contra nuestro Marambio Rock mental.