Lunes. Néstor cumplió años. Le mandé un mensaje. Me respondió: “No sé cuántos años cumplo, Juan. Igual voy a festejar.” Después me recomendó leer La forma equívoca de Chesterton.
Martes. El viernes pasado, un docente de educación inicial, Tomás Nunciato llegó al museo acompañado de su hijo Santiago y donó alrededor de mil diapositivas y material fílmico en 35 mm. sobre Malvinas y la Antártida para el archivo. En el verano de 1974 a 1975, su padre, el fotógrafo Rodolfo “Rudy” Nunciato, viajó al sur en el buque Regina Prima como invitado del Ministerio de Bienestar Social y pudo retratar unas hermosas y vívidas escenas patagónicas. Luego el crucero lo llevó hasta la Antártida argentina. Tomás no conocía la fecha exacta del viaje de su padre y estimaba que también podría haber sido al año siguiente. El buque turístico Regina Prima fue charteado para esos cruceros por el Ministerio de Bienestar Social, en arreglo con ELMA, manteniendo su bandera panameña. Según Wikipedia, el Regina Prima hizo seis viajes a la Antártida en la temporada 74/75, que repitió en enero y febrero de 1976. La donación forma ahora parte del archivo del museo con el nombre de Colección Rudy Nunciato. Las imágenes, afectadas por el tiempo, se tiñeron de tonos cálidos, sobre todo naranja, que irónicamente es el color antártico. (Uno está tentado de mirar esos colores con intención marciana. Edité un poco las fotos para matizar las tonalidades que les dio el tiempo.) En la colección se ven hielos, montañas, pingüinos, turistas y en muchas fotos aparece el mismo fotógrafo, posando, o manejando una vieja cámara de filmar. El viaje debe haber sido toda una aventura.
Miércoles. Hay que inventar mientras se aprende. Cuando ya aprendiste todo, no sale inventar nada. El sábado tomé un café a la tarde con Sironi en un bar cerca de Parque Centenario. “Cuando decís muchas verdades, nadie te cree” dijo.
Jueves. Eclipse, tercera parte de la saga de Crepúsculo. Tres películas, una guerra entre vampiros y Bella sigue virgen. Desde luego, ella no puede dejar de sembrar el caos. Cuando todo parecía decidido, y la van a transformar, se sube a la moto de Jacob y se deja cortejar. Nunca terminamos de entender si Edward puede o no coger, si le gusta o no, si se le para o no, la coartada es la de siempre: te amo mucho y te puedo matar... En el momento crucial de la película, ella le dice: bueno, listo, cojamos. (Un deseo que viene macerando desde que lo vio.) Pero ¿por qué Bella cambia tanto? La situación se desencadena cuando le grita al padre que es virgen. Una vez hecha la confesión ya puede avanzar en su deseo. Y entonces es él, Edward, el que utiliza la histeria. “Es demasiado peligroso.” Insisto, Bella quiere tener relaciones antes de convertirse y casarse y él no quiere. En un punto la historia siempre repite la misma escena central: quiero pero no puedo. Que a veces puede ser: quiero pero no me lo permito. Luego se van los tres a una carpa a la montaña y si eso fuera Villa Gesell en vez del norte de los Estados Unidos el trío estaba servido. Pero no, tampoco. Los tres son monstruos sensuales que quieren matarse y comerse y son atractivos por eso, porque se contienen, porque en un mundo que todo el tiempo te dice “podés hacer lo que quieras”, ellos deciden no coger. La lección es clara. Siempre es más interesante narrar el drama. Y el drama siempre es no poder comunicarse. La histeria tiene una función. Si no se contuviera, la película sería una porno.
Viernes. Robles me recomendó un documental sobre la Segunda Guerra. Me pasó un link a un sitió pirata ruso pero el documental es sueco. Miro un poco. No logro interesarme. Luego él me pregunta si lo vi. Le explico lo que me pasó. Me responde: “Sí, a mí también me aburrió.” Son temas que tenemos estudiados, transitados. Ya no nos asombran ni convocan algunas narraciones. ¿Qué significa eso? Que no somos jóvenes any more.