Sábado. Viaje a Las Heras. Buen clima. Estoy con mis hijos. Leo Polen, de Novalis, editado por Buchwald. Recuerdo haber leído estos fragmentos de una compilación de Atheneum hace años. Anoto y subrayo. Pero es muy poco lo que recupero. ¿Los Schlegel eran más sugerentes? Como fuere, por acá empieza todo. Karl Wilhelm Friedrich y August Wilhelm, más que Novalis, me influenciaron. ¿A quién no? Cada tanto vuelvo. El Frühromantik. También leo un Herzog y un Lynch aforísticos que editó Barba de abejas. Son libros breves, dos plaquetas, me gusta releerlos. Hablo con mi madre de psicoanálisis. Hablo con mis hijos de sus gustos y de los míos. Hoy es 12 de octubre. América la descubrió un italiano.

Más tarde. Mi padre me legó fugas, texturas y perspectivas para que lo encuentre cada tanto en esta casa y lo recuerde. Saco una foto de una pared de ladrillos, un piso de tréboles y la medianera. Y ahí está él. Hacemos un fuego con Carmelo y también ahí está él. Aunque ahora yo soy el padre.

Domingo. En la web, encuentro esta frase, lírica, atribuida a Perón: “España, Madre Nuestra, hija eterna de la inmortal Roma, heredera directa de Atenas la grácil y de Esparta la fuerte: somos tus Hijos del claro nombre; somos ARGENTINOS. Como bien nacidos hijos de tu seno te veneramos, te recordamos y vives en nosotros.” Ayer puse en Twitter: “Feliz día de la raza. Salud al almirante Colón, italiano al servicio de la corona española, falseador de mapas y descubridor de América que confundió con la India. Merecía ser argentino.” Viaje de vuelta de Las Heras hablando del objeto a con mi madre y sobre las diferencias entre leer y escribir.

Más tarde. Mis ojos no funcionan bien. Leo Los preparados de Chilano.

Lunes. “Tampoco crea que eso está destinado a darle una opinión halagüeña de mi vida interior. Yo no tengo vida interior. Solamente deseo mostrarle las razones de mi elección, por qué debo elegir a cada instante: esto sólo quiere decir: no abandonarme. Sobre todo no deseo parecerme a esas personas que sistemáticamente hacen principios de sus debilidades en lugar de reconocerlas e intentar fortalecerlas. Quizás me mantengo demasiado firme en esta actitud, pero la necesito como usted dice (aunque en otro sentido): por precaución.” Roger Callois le escribe a Victoria Ocampo. Tomé la cita de su correspondencia. No sé en qué ajena danza de seducción se encontraban. Leí muchas veces la cita y me imaginé muchas escenas posibles. Él tomando las riendas de la discusión y ella enamorada, hablando solo para ganar tiempo y rellenar de goma espuma de palabras una relación que pretendía carnal y social, o también él intentando ganarse la confianza de ella para vivirla. Callois ¿era un pícaro de frente a una potentada? ¿La quería seducir o se quería dejar seducir? ¿Ambas cosas? Lo que me importa, en realidad, es otro asunto. La declaración: “no deseo parecerme a esas personas que sistemáticamente hacen principios de sus debilidades en lugar de reconocerlas e intentar fortalecerlas.” Es una crítica completa a los escritores argentinos más famosos. De hecho, ese es un movimiento argentino. El sistema de hacer pasar por fortalezas las debilidades… Victoria Ocampo, veintitrés años más vieja que Callois. Y Callois, de joven, era alto y bello, y muy pobre.

Martes. España, Madre Nuestra, hija eterna de la inmortal Roma. “Esto sólo quiere decir: no abandonarme.” Todo se mueve entre el edipo y la pereza.