Lunes. Llevo la computadora a arreglar. Me arreglan una cosa y rompen otra. La llevo a otro técnico. Pasa lo mismo. Arregla algo y rompe otra cosa. Pienso que es hora de cambiar de máquina. Así que hoy me levanté y fui a la Galería Jardín. Pero no encontraba lo que estaba buscando. Compré un monitor, volví a casa y pedí por Mercado Libre una mini pc. Se acabó, al parecer, la época de las grandes CPU que vibraban con sus ventiladores y tardaban en encenderse. Eso, creo, es algo bueno.

Martes. Le llevé a Robles algunos libros que compré para él. El libro que Kordon escribió sobre China, y algunos más. Uno editado por Bruguera en 1981 de un viajero español a la Europa comunista que compré por seiscientos pesos y que tiene un capítulo dedicado a Rumania y otro a Yugoslavia. Me esperó, como de costumbre, en la cocina. Pedimos comida árabe. Hablamos de política. Cada tanto, como un mantra, Robles repetía: “hay mucha confusión, hay mucha confusión.”

Más tarde. El ascensor de mi edificio tiene revisiones mensuales que se anotan en una planilla que está pegada arriba de los números de los pisos. Dos semana atrás lo miré y sentí que me iba avisando que ya era hora de hacer el balance anual y empezar a pensar en las fiestas. Cuando el casillero de diciembre se llene, se termina el 2024.

Miércoles. Vuelvo a usar el sistema operativo de Windows después de años, décadas, de usar Mac. Noto que las publicidades de antivirus son muy parecidas o iguales a los virus lo cual ya dice mucho de la época en la que vivimos. Vemos Terminator 2 con Carmelo La destrucción del T-1000 muestra que los robots más avanzados mueren de forma expresionista.. El T-1000 muere gritando, desesperado, cambiando de forma, con algo de dinosaurio ultimado y una cara final de Munch. El otro, el que hace Arnold, analógico, se autodestruye con la tranquilidad digna de un mártir o un centurión. Veinte años tiene Yo, Robot, la película, pero nos vienen avisando desde hace por lo menos cien años. Doscientos quizás. ¿Y qué hacemos? No escuchamos. Creamos máquinas para que nuestra vida sea más confortable y esas máquinas, de una u otra forma, nos destruyen. Esa va a ser la síntesis de este siglo. Cero original. Napo complejiza la imagen y se imagina un robot perdido por la calle Pavón, pidiendo aceite, desechado pero todavía activo; el robot ciruja resentido reventando bolsas de basura buscando cables y pilas usadas. Susana entrevistó a su personaje de la película La Mary hecho con inteligencia artificial. Está mal y está bien. Es bueno y malo al mismo tiempo. Es emotivo y lo contrario de emotivo. Se lo comento a Napo: “Heimlich, Unheimlich” me responde. Desde ya. Me acordé que mi abuela cocinando una vez me dijo “lo contrario de lo dulce no es lo salado, lo contrario de lo dulce es lo amargo. Nunca te olvides de eso.”

Jueves. En la librería del barrio, una mujer agarró un libro de la caja de 500 pesos, lo abrió y lo leía en voz alta. Pasé por la vereda y le saqué una foto. Lo contrario de la verdad no es la mentira, es el silencio.