Viernes. Eso que llamamos “literatura” es un arte esotérico y lo que llamamos “música” es una ciencia paranormal.
Más tarde. Necesidad de algunos escritores en simplificar. No pueden vivir en el caos. No le pasa a Robles, que surfea olas enormes de confusión. (Aunque diga enseguida que le molestan.) Napolitano las sufre mucho más. Se nota que como músico necesita claridad, que el tiempo sea constante, regular, necesita cierta armonía. A veces me dice: “Escuchá esto, te va a gustar, tiene disonancias…” Pero no simplifica. Simplemente se aleja. No toma el tema. Lo deja ir. Mavrakis tiende todo el tiempo a simplificar las cosas. Simplifica para quedarse tranquilo, pero simplifica tanto que, al final, desde luego, no entiendo nada. No importa. Quien este libre de pecado… Una línea de lectura. Flaubert, Verne, Raymond Roussel. Seguro existe un paper de algún catalán, Derivas de la novela francesa… Hay una parte de Hollywood que sale toda de Verne y no es la peor, más bien, es una de las mejores. Hoy Hollywood es reivindicado en bloque porque Netflix ocupó su lugar. Pasamos de un cartel, una ciudad o un barrio, a una plataforma en Internet. Le leo a Carmelo un capítulo de 20.000 leguas de viaje submarino todas las noches. Se duerme enseguida. Y yo sigo leyendo para mí. Al principio hay tensión y un poco más de acción, pero la descripción del Nautilus y el fondo marino, ese nuevo universo, se vuelve un poco lenta. Es llamativo, eso sí, cómo imagina Verne, con qué precisión, máquinas que todavía no existían. En la película de Disney, de 1954, el Capitán Nemo interpreta en el órgano la Tocata y fuga en re menor de Bach y el interior del Nautilus parece un bar hipster de Palermo. En realidad, es al revés. Los bares de hoy se parecen al Nautilus pensado en la década del 50. Verne y Flaubert fueron contemporáneos. ¿Podrían haberse entendido? No sé si alguna vez se cruzaron. Entenderse en un sentido amplio… Aunque ahora dudo. 20.000 leguas tiene algo de Bouvard et Pécuchet. A veces incluso parecen la misma novela. Pero en muchos sentidos lo de Verne es bastante mejor y eso que la novela de Flaubert me gusta. (Gestualidad de la novela decimonònica, la información. La novela, en realidad, siempre informa sobre algo.)
Sábado. Otra vez en Las Heras. La casa es confortable. Me traje algunos libros, como para empezar armar acá una biblioteca. Pero no hay un mueble. Mi padre no pensaba en esas cosas. Leía cada tanto pero los libros simplemente no formaban parte de su mundo inmediato. Ahora los libros que traje están sobre alguna de las mesas de la casa. Problema evidente de Verne; el estilo. ¿Qué hace un lector con ese estilo que parece decirlo todo, ese estilo blanco, sin contrastes, sin sombras, ese estilo casi infantil, de novela juvenil, ese estilo kidult? Hay que reescribir.
Domingo. Muchas páginas por corregir, muy pocas por redactar.
Lunes. Hace algunos años me preguntaron en una entrevista si creía en los fantasmas. Dije que no. Me equivoqué. Tendría que haber dicho que sí. Y que me obsesionan. Creo que era demasiado joven. Los fantasmas se empiezan a tratar de grande.
Martes. Hoy es Noche Buena. Pienso en los errores y erratas de mis libros, algunos publicados hace décadas.
Miércoles. Navidad. Le regalé a Carmelo Viaje al centro de la tierra de Verne en una de esas ediciones de tapa dura con vivos dorados. Hace unos días en una librería de Paternal eligió un libro nuevo que cuenta la historia de un chico que tiene que pasar una semana sin televisión. Lo lee solo, y va marcando las páginas. También le regalé una linterna hecha en china que se carga enchufándola a la compu. “No sé si puedo leer todo esto” dijo con el libro de Verne en la mano. Le dije que sí, y que no solo lo va a leer sino que lo va a disfrutar. Me creyó a medias. El día está fresco pero igual pensamos en meternos a la pileta.