Sábado. Ojalá la CIA haya producido alguna de las películas de David Lynch. Pero no creo. Aunque tampoco se lo puede descartar de todo. Napolitano: “Lo primero que sentirá el primer robot consciente no es amor ni vanidad, sino miedo, vértigo y pánico. Cualquiera que haya estado en un parto comprende.”

Lunes. Internet nos domina. Y mientras sigamos pensando que nosotros lo usamos y no que Internet nos usa a nosotros, leemoss mal. Desde hace un tiempo escribo un artículo titulado “Internet y democracia” y lo único que digo es que la llegada de las redes sociales cambia las aspiraciones de los que votan y por lo tanto el funcionamiento de la democracia. Nada más. Internet sería una especie de Dios técnico. Por lo tanto, la única salida a este mundo viciado es la vuelta a la fe católica. Todo lo demás no sirve.

Más tarde. Cada vez estoy más convencido de que si uno se deja arrastrar, las lecturas se vuelven un caos. Todos los libros me parecen atractivos. Empiezo a leer de a partes y termino con la sensación de no leer nada. (Eso en general pasa cuando se leen libros malos.) Hay que disciplinarse y ordenarse. A mí el orden me lo trae Hemingway. Es la forma con la cual evaluó todas las otras formas. Solo alguien muy tonto puede decir que no existe división entre forma y contenido. La relación es mucho más compleja. Las redes sociales son instrumento del caos. Esa superposición vertiginosa… Si en algún momento algún socialista utópico muy tardío soñó con la liberación a través de Internet queda claro hoy que el capitalismo llegó con su mano turbia y pesada aliado a las redes sociales. Hace algunos años Robles decía: “La forma es Internet.” Y lo sigue siendo. Pero el aceleramiento de las redes me espanta. Me convoca y me espanta. Antes corría para alcanzar Internet, ahora escapo de las redes sociales. ¿Hacia donde escapo? Hacia Hemingway, hacia Montaigne. ¿Por qué? La novedad se fue. El mundo entró en su forma tecno-disfórica. ¿Y este año? Este año llegan los robots y cruzamos un umbral.

Martes. Sigo indagando en lo mismo, en ese ligero desconsuelo aburrido que traen los medios de hoy. Una novedad para mí, cada vez más nítida: antes me gustaba disputar un sentido, argumentar, pelear por algo. Ahora que las redes sociales, sobre Twitter, se volvió un pantano de cruces, amenazas y declamaciones, y que el mismo presidente injuria e invita a la trifulca, siento que no tiene mucho sentido. A eso hay que sumarle el boom de los streamings. Hoy es el cumpleaños de Mozart y de Lewis Carrol. También es el aniversario del primer bombardeo aéreo de la historia. Aviones franceses atacaron fábricas de municiones alemanes en 1915. Y un día como hoy Elvis terminaba de grabar su primer disco en el 1956.

Miércoles. Mucho calor. Edito una película en base a un guión, una especie de escaleta, que hago con lo que filmé en la Antártida. Es otra forma del diario que vengo escribiendo desde que tengo memoria. “Ni tanto ni tan poco.” También fotografío, leo y escribo sobre el edificio de Otto Wülff en avenida Belgrano. Hacia el final de la tarde, voy a la Casa de Rusia sobre Rivadavia, en Almagro, a ver una película que una periodista rusa filmó en la base antártica Vostok.

Jueves. Cuando enero se termina siento que pierdo algo. Febrero me gusta. Pero enero es el mejor mes para estar en Buenos Aires, para ir al sur, a la costa bonaerense. Luego llega marzo que está muy bien también, pero el verano queda atrás y, lo dicho, algo se pierde.