Jueves. Aniversario de la batalla de Salta. Voy al acto en el Regimiento 1, Patricios, en Pacífico. Mucha gente. Poca juventud. La frase de la batalla la dijo Pio Tristán, el comandante realista, cuando Belgrano hizo cambiar de lugar al ejército revolucionario con mucha velocidad. “Ni que fueran pájaros” dijo Pio Tritán. Es una frase interesante, ovidiana, que anticipa las posibilidades tácticas de la Fuerza Aérea. Recién en la Segunda Guerra se abrió ese flanco, que siempre está abierto. El de arriba, el del cielo.

Viernes. Al mediodía, voy con Carmelo a ver a Godoy al centro. Consiguió una oficina en un atelier muy grande en Córdoba y Florida. Después los tres fuimos a un bar que en el subsuelo tenía realidad virtual. Elegimos un escenario donde podíamos correr y tirarnos con diferentes tipos de armas. También había otros juegos y un recorrido por la casa de Ana Frank. Pero nos quedamos con los tiros. El bar tenía muñecos enormes de los Simpsons para sacarse fotos. Luego, le comento la experiencia a Robles. “Dickiano” me responde.

Sábado. Estreno de mi película sobre Petrel en el Museo Malvinas. Mucho público. Muchas felicitaciones, que son sinceras. (Pero ya yo pensaba en hacer una película sobre Marambio, en cómo hacerla, y en corregir quizás los errores de la película sobre Petrel.)

Lunes. Hace unos años, en el 2023, cuatro espadas romanas, conservadas en vainas de madera y cuero durante casi 2000 años, fueron descubiertas en una cueva cerca del Mar Muerto, al sureste de Jerusalén. ¿Qué artefacto vamos a dejar nosotros escondido, olvidado o preservado, para dentro de dos mil años? Una espada puede ser símbolo de un imperio en auge o en decadencia. Se piensan que las armas habrían sido de algún guerrillero rebelde judío, robada al ejército romano. También en la zona se encontró una moneda de bronce que data del período de la revuelta de Bar Kokhba. En una nota leo estas preguntas: “¿Huían los rebeldes de las fuerzas romanas? ¿Las espadas las habían escondido bandidos que vivían en sus búnkeres rocosos? ¿Un soldado romano huyendo?” Son preguntas sugestivas, que invitan a imaginar. Un soldado legionario perdido, educado en la disciplina militar romana, huye por el desierto. Pero nosotros, con nuestra cultura hiperdesarrollada de códigos binarios y flujos de electricidad, ¿qué vamos a dejar para los que nos estudien dentro de dos mil años? ¿Un monitor? ¿Un chip de silicio? ¿Edificios de ladrillo y cerámica? ¿Un disco rígido con películas y series descargadas por si nos quedamos sin conexión?

Martes. En una nota de Página/12, analizando Cambalache, Guillermo David dice que “las Biblias que regalaban las sociedades protestantes, de nula eficacia proselitista, eran utilizadas como proveedoras de papel higiénico. En las letrinas de los conventillos el texto sagrado pendía del calefón ubicado junto al inodoro ensartado en un gancho de carnicería al que se llamaba sable sin remache.” Es muy pertinente señalarlo. No habría, como argumento, lo que “hoy nos parece una coyunda arbitraria.” La yuxtaposición era común, nada excepcional. Sin embargo, creo que Guillermo se equivoca. ¿Cómo “nula eficacia proselitista”? ¿Qué se hace mientras se va de cuerpo? Hay que distraerse. Y entonces se lee. Ayer una revista, la etiqueta del shampoo; hoy, el celular; antes, pedazos de los Salmos o los Evangelios o el Génesis. No importa donde terminan esas palabras después. Haber entrado en ese lugar de intimidad perfecta es una de las grandes penetraciones evangélicas de todos los tiempos. Como ya sabemos, el Espíritu sopla donde quiere. (Incluso donde se airean los pedos.)

Más tarde. Un robot de seguridad atacó a una mujer en un recital en China. Dos hombres, también del personal de seguridad, lo frenaron. Alguien lo filmó. El robot que no tiene cabeza, se mueve hacia adelante con un corto espasmo. Napo me conmina a escribir la novela. “Tiene que tener mucha sangre” me dice. Pero todo parece ya escrito. Esta misma escena ya la escribí. No una, sino mil veces. Y ya la leí. Pero ellos siguen adelante. Le digo mi hipótesis a Robles: “Queremos que los robots nos dominen y tomen decisiones por nosotros.” El futuro no es de libertades personales. Eso parece haber quedado en el siglo XX.

Miércoles. En la contratapa de una revista encuentro a la loba romana, amamantando a Rómulo y Remo. La pongo en la biblioteca, de forma que cada vez que pasó a la cocina, la veo. Tan lejos de todo, en el sur del mundo, el imperio sigue vivo.

Jueves. Cuando empecé a estudiar en la facultad de Filosofía Letras a principios de los años 90 hacer una película parecía imposible y mítico. El mito era el mito de lo imposible, del 35 mm, de los actores famosos, de Hollywood. Y si uno veía lo que se filmaba en esa época... Recuerdo una película, Matar al abuelito. Qué título. O los irredentos guiones sobre las miserias de la dictadura… Era una especie de cine ciego. Después se pudo usar video, el vhs, pero la calidad era otra y nadie pensaba que con eso se podía hacer cine. (Aunque se hizo y muy bueno, La juntidad espeluznante lo demuestra.) Hoy es al revés. Todos filmamos en hd y lo importante son las ideas, las experiencias, no la parte técnica. O sea hoy las películas, todas las películas, desde las que haces con el celular hasta las de Netflix, reflejan tus ideas y sobre todo tu ambición y tus ganas.