Lunes. Leo este titular en Infobae: “Se incendió un departamento en Caballito. Rescataron a una mujer de 102 años y seis personas fueron hospitalizadas.” Al aparecer intentaron llevar a la vieja al hospital pero no quiso ir. Dijo que estaba bien. Si no hago mal la cuenta era adolescente cuando empezó la Segunda Guerra Mundial.
Más tarde. Vi Aballay (no me interesó) y El Estudiante (muy buena), vi Llamen a Joe (me gustó con lo justo) y volví a ver Radio Olmos (excelente, uno de los mejores documentales argentinos), vi Cenizas y diamantes sobre Don Cornelio y la zona (poco desarrollo, nostálgica). Volví a ver Los dos papas y Érase una vez Hollywood y en el taller de los lunes expliqué por qué me parecía que se trataba del mismo guión filmado en dos ciudades diferentes. Vi la serie de Netflix El Eternauta (me gustó mucho.) Pero… ¿por qué tanto? Porque no estoy escribiendo.
Martes. Napolitano: “Tengo una idea para un documental. Es sobre músicos argentinos que viven en Nueva York. Es irrealizable.” Hablamos de la necesidad y la belleza de proyectar. “El club de los documentales imaginarios” agregó él al final.
Miércoles. La adaptación de El Eternauta para Netflix es la primera serie hecha en nuestro país sobre una futura guerra antártica.
Jueves. Mi valoración de El eternauta va más allá de lo formal, que está muy bien resuelto, que es de muy bueno a excelente. Desde luego, me gusta el filtro azul, la nieve expresionista, las escenas e imágenes compuestas de forma virtuosa. La historieta original necesariamente se ve adaptada pero, en este caso, la adaptación –la larga serie de detalles y decisiones que hay que tomar para adaptar una historieta a una serie– son acertadas. Me gusta la actualización. El Eternauta original de Oesterheld y Solano Lopez se lee en su contexto histórico. El de Stagnaro no se detiene en esa época. Para la serie, la historia sigue, y es incorporada a la trama. Esto que parece muy simple, es, en realidad, muy complejo. Y siempre aparece bien resuelto. “El sur es el nuevo norte” dice Favalli, citando a Olezza. Juan Rattembach se dedicó a buscar todas las alusiones y detalles que arman lo que podríamos llamar el discurso argentino de la película, empezando por la condición de veterano de la guerra de Malvinas de Juan Salvo, al cita a Vuelta de Obligado y los aviones peruanos, entre muchas otras. Por mi parte, podría agregar algo: Malvinas no se filma. Veo un pacto entre Gran Bretaña y Estados Unidos, un pacto, primero, con Hollywood, y luego con Netflix: Malvinas no se filma. No se hacen películas sobre esa guerra. Malvinas no se narra. Puede que yo sea un poco paranoico, pero sabemos que esos arreglos existen. Y de hecho, las pruebas están a la vista. Las películas bélicas sobre Malvinas nunca se hicieron. Se hicieron películas sobre todas las guerras del siglo XX, Primera, Segunda, Corea, Vietnam, Argelia, Afganistán, El Golfo, Fría, Caliente, Espacial, de las Estrellas y mil otras guerras, reales, imaginarias, y también reales e imaginarias. Pero Malvinas no. ¿Por qué? Primero, porque hablar del Conflicto Bélico del Atlántico Sur es hablar de Malvinas y volver sobre el tema de su usurpación criminal. Y segundo, porque los héroes de esa guerra fueron los argentinos. Fueron y son los que tenían razón de pelear, los que mejor pelearon, los que defendieron su tierra y su mar. En Malvinas la épica fue argentina. La Fuerza Aérea, los colimbas, el crucero, y mil otras historias más. Malvinas fue una guerra de alta intensidad que mezcló todo, armas viejas y obsoletas, trincheras con misiles de última generación. Malvinas nos recuerda la Primera Guerra pero también anticipa las guerras breves del siglo XXI. En Malvinas están Nasser y Suez, Tormenta del Desierto y también la larga y actual contienda ruso-ucraniana que incumbe a la OTAN. Argentina tiene razón. Las Malvinas son argentinas. Entonces, el pacto es no filmar, no dar a conocer lo que pasó, no escribir ni contar cómo y por qué pelearon los argentinos. Y este Eternauta actualizado le mete, de costado, esa historia a Netflix. Lo hace con sutileza pero también con muchísima potencia. Que las islas siempre sean Malvinas y nunca Falklands en las diferentes traducciones de la serie a otras lenguas es prueba contundente de eso.