Sábados. Las redes sociales transforman a las mujeres en prostitutas, a los hombres en inútiles, y a los jóvenes en autistas funcionales, y a los niños en objetos. Todos somos en última instancia compradores y vendedores de algo, y por lo tanto enfermos de insatisfacción. Cada vez me parece más evidente que las redes, no Internet, son un experimento comercial. (No está mal, no quiero darle a mi mirada un sesgo moral, pero ya sabemos que el dinero está muy lejos de ser un artefacto inocuo.) En un punto, las redes nos van despojando de a poco de todo lo humano. En un punto, ablandan el terreno para la llegada de las IA.

Más tarde. La gente que consulta las IA de forma lúdica me parecen tontos. Los que lo hacen para que les resuelva cuestiones laborales también.  

Lunes. En breve, las redes sociales se van a prohibir. Quizás después de la próxima guerra mundial. Napo me dice que yo alguna vez dije que el ChatGPT, una inteligencia artificial a la que se le pueden hacer preguntas, es como una chica de la Facultad de Ciencias Sociales. Pero no me acuerdo. (Aunque es algo que podría haber dicho.) Las redes sociales son la máquina de la constante insatisfacción. Quizás este gobierno deshumanizador sea también una avanzada de la tecnología.

Más tarde. Hablamos en el taller de los lunes de El jockey y la comparamos con El discreto encanto de la burguesía

Martes. Leo este párrafo en la web: “Los barcos fantasmas son barcos abandonados sin rastro de su tripulación siguen existiendo incluso con los modernos métodos de rescate, seguridad y comunicación. El último barco sin señales de vida del que se tiene constancia fue hallado en enero de 2021.” Me parece un fragmento muy bello y bien escrito. 

Más tarde. Después de vengarme de la cortina de plástico, a la cual ya no aguantaba más, y desecharla como si estuviera muerta, compré y puse unas cortinas de tela gris oscura que me permiten administrar la luz de una manera mucho más eficiente. Mi vida mejoró. Tengo un acceso directo al cielo y al paisaje de la ciudad cuando lo necesito. Compré Las escuelas de arte de vanguardia 1900-1933, una serie de ensayos compilados por Hans Wingler y editado por Taurus. Lo compré porque toma una etapa que estoy estudiando. En una clase del doctorado, una de las estudiantes dijo que temía estar practicando extractivismo académico. Tardé en darme cuenta a qué se refería. Trabaja con mujeres trans del conurbano y como ese es un tema que, al parecer, interesa mucho a los estudiantes de sociales anticipó un hastío de parte de su “sujeto de estudio.” Pero enseguida dijo que todo anduvo bien.

Miércoles. Leo que durante el bombardeo atómico a las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki hubo víctimas de otras nacionalidades, entre ellos, prisioneros de guerra estadounidenses o aliados, y trabajadores esclavos orientales pero no japoneses. También murió un grupo de estudiantes de Malasia que estaban becados. La brutalidad de esos bombardeos no puede ser relativizada, pero si vemos los detalles es todavía peor. (Estoy leyendo esto y ocupándome de este asunto porque necesito vacaciones.) Encuentro en la web un foto de un cuadro de la pintora francesa Léonie Matthis que retrata a la ciudad naciente de Santa María del Buen Ayre atacada por los querandíes en 1536. Matthis pintó la doble empalizada, unos cañones disparando y cinco barcos fondeados en río, atrás de la ciudad. También retrató un ejército de querandíes sitiando la ciudad. Ahora mismo el otoño está lluvioso en Buenos Aires y me gustaría contarle a Pedro de Mendoza que su idea prosperó y que los indios ya no son un problema. Dentro de unos años, muy pocos, Buenos Aires cumpliría cinco siglos de existencia. No está mal para una ciudad americana.