
Jueves. La zona de Internet donde están las redes sociales es pavloviana. En general, el que piensa que Internet son las redes sociales no entiende muy bien qué es Internet.
Más tarde. El lunes ya me levanté con molestias. Esa falta de energía que anticipa que algo no anda del todo bien. Era una alergia, así que tomé una aerotina. No fue buena idea. El moco empezó a caerme en la garganta, en vez de quedarse en la nariz. No pasé mala noche, aunque me desperté varias veces tosiendo. El martes me empezó a picar la garganta. Eso fue al mediodía. También sentí malestar en los oídos. Pensé que era por la alergia, y lo era, pero a las cuatro de la tarde el dolor de garganta no me dejaba hacer nada. Empecé a tomar líquidos calientes, con miel y azúcar. Pero a la noche sentí que respiraba y el aire que entraba en mi cuerpo iba directamente a la zona irritada. No pude dormir. Empecé a perder la voz. A la tarde fui a buscar a Carmelo al colegio y lo llevé a catequesis y ya el dolor me desesperaba. Si tosía, me dolía. Si respiraba, me dolía. Si no hacía nada, me dolía. Me imaginé la garganta en carne viva. No era una angina todavía. No había tenido fiebre. Pero entendí que era cuestión de tiempo. Pensé en tomar Amoxidal para evitarme el mal momento. Así que volví a casa con eso en la cabeza, pero apenas entré empezó la fiebre. Fue como si algo viscoso y caliente se despertara en mi cuerpo. Apareció de golpe. Me tiré en la cama y el dolor de garganta no me dejaba pensar. Cuando pude, tomé el antibiótico. Una dosis de amoxidal. Pasé la noche durmiendo diez minutos, yendo al baño, tomando agua, haciendo pis, durmiendo diez minutos, y así una y otra vez. Hacía años que no me sentía tan mal. Hoy a la mañana volví a tomar el amoxidal y la fiebre remitió. El problema seguía siendo la garganta. Ahora se calmó un poco el dolor y puedo escribir.
Viernes. Ingenieros japoneses lograron una velocidad de 1.02 petabits por segundo. Es tan rápido que se podría descargar todo el catálogo de Netflix un segundo. O sea, una forma de tortura. Pasé una noche con los justo. Volvió un poco la fiebre y amanecí tosiendo y húmedo de sudor. Me levanté, me bañé y desayuné con una disciplina que me sorprendió. Pero lo hice sumido en el pesimismo ligero de los convalecientes. Después, a la tarde, volví a ver I mostri.
Sábado. En medio de esa descompostura general de la semana me las ingenié para terminar el primer borrador de un trabajo académico sobre la Antártida. Me sorprendo a mí mismo escribiendo con ductilidad en un género, el del paper, que siempre me resultó ajeno. ¿Puede hacerlo con facilidad porque estaba enfermo? Es posible. Ahora tengo el primer borrador. Falta corregirlo, algo que no debería llevarme otra semana. También puse todos todos mis libros de Burroughs y sobre Burroughs en una caja de cartón y en la tapa le escribí con marcador negro “Caja Burroughs” y enseguida pensé que sería un buen título para un ensayo.
Lunes. Me siento algo mejor y entonces repaso la lista de artículos que tengo que escribir. Uno sobre la decadencia y final de los suplementos culturales de los diarios argentinos y el vacío que dejaron. (Hacer la pregunta honesta ¿los extraño?) La proliferación de ferias del libro independiente. No sé si hay relación entre una cosa y la otra. Tiendo a creer que no. Tampoco voy a escribir sobre el avance del feminismo sobre el sector editorial. Fue algo que pasó con mucha contundencia hace unos años. Hoy no vale ni siquiera el esfuerzo de la ironía. Pasamos de pantalla, como se decía antes en los videojuegos.
Martes. Mi abuela materna estaba obsesionada con los boletos que daban en el siglo XX los colectivos de Buenos Aires. Todos traían números y mi abuela siempre los analizaba. Hacia una especie de numerología intuitiva. Si eran capicúas, esto es que se pueden leer de adelante para atrás y de atrás para adelante, los guardaba como un pequeño tesoro. Ayer estuve revolviendo unas fotos y encontré tres en un sobre que deben haber estado guardados por unos cuarenta años. Me hubiera gustado preguntarle qué leía ella ahí, en esa coincidencia, en esa suerte.


