Lunes. Buscamos todo el tiempo decir que el rey está desnudo y creo que, al final, termina siendo más importante decir que está vestido, o al menos describir de qué color es la ropa que se imagina la gente. El niño que dijo que el rey está desnudo quizás no era tan ingenuos, después de todo, pero tuvo el timming de decirlo en el momento justo. Si andas buscando reyes desnudos por el mundo para satisfacer tu narcisismo es muy probable que los encuentres pero por más fuerte que grites no vas a generar el efecto de inocencia que demanda la puesta en escena de la verdad. Cuando decís que el rey está desnudo fuera de la inocente ciudad medieval es muy probable que los viandantes apenas se detengan y se encojan de hombres con indiferencia antes de seguir caminando.
Martes. Manejando sintonizo Radio Clásica. Anuncian un trío de dos violines y clavicordio de Händel. Yehudi Menuhin y una violinista italiana de la que no retuve el nombre. Me resultó tan aburrido que lo tuve que sacar. Aburrido, pero también malo, sin intensidad, previsible, chato. El barroco nunca es poco. Pero a veces uno simplemente no está de ánimo. Händel por su parte era un cachetón con una cara demasiado moderna. En mas de un retrato parece un abogado laboralista del microcentro disfrazado con una peluca.
Martes más tarde. Al final la democratización que trae Internet es la democratización de la democracia, o sea nos muestra quienes son los que votan, o sea los intestinos purulentos de la democracia.
Miércoles. Leo un artículo titulado “Feministas unidas contra el uso del aire acondicionado.” La idea es que los hombres ponen el aire acondicionado muy frío porque usan traje, las mujeres se resfrían y por eso el aire acondicionado es machista. Voy a usar la frase para titular algo porque me parece muy bella y descriptiva. El “pensémoslo todo otra vez de cero” que quiere imponer el feminismo hoy es muy compatible con la tabula rasa que trajeron las redes sociales.
Más tarde. Me piden que escriba una artículo o una relato titulado: "El último día de Facebook." Más apocalíptico que una ciudad en ruinas. El último habitante de Facebook va a ser una mujer de unos 50 años que espera un mensaje privado mientras acaricia a un gato muerto. Un gato muerto y embalsamado hace años que ya perdió casi todo el pelo y parece una cartera deforme con ojos y orejas.
Jueves. Tuitear a favor o en contra del feminismo da el mismo resultado.
Viernes. Leo el Manifiesto del ultra que se dio a conocer en 1921. Lo firman Jacobo Surida, Fortunio Bananova, Juan Alomar y Jorge Luis Borges. Está fechado ese año en Baleares. El primer párrafo: “Esta es la estética del Ultra. Su volición es crear: es imponer facetas insospechadas al universo. Pide a cada poeta su visión desnuda de las cosas, limpia de estigmas ancestrales; una visión fragante, como si ante sus ojos fuese surgiendo auroralmente el mundo. Y, para conquistar esta visión, es menester arrojar todo lo pretérito por la borda. Todo: la recta arquitectura de los clásicos, la exaltación romántica, los microscopios del naturalismo, los azules crepúsculos que fueron las banderas líricas de los poetas del novecientos. Toda esa vasta jaula absurda donde los ritualistas quieren aprisionar al pájaro maravilloso de la belleza.” Es notable la influencia o la contemporaneidad y afinidad con los futuristas italianos. Creo que un escritor obsesivo podría escribir un manifiesto por semana o incluso uno por día, durante digamos un año, con la dialéctica de la destrucción o la construcción y sus diferentes deconstrucciones. Quizás lo intente aunque no voy a lograr llegar a una año de monsergas y planificaciones imposibles.