Lunes. No encuentro qué leer y vuelvo a Hemingway. Agarro de la biblioteca Al otro lado del río y entre los árboles. En la vieja traducción de Planeta. Miro el pie de imprenta. 1976. Leo los tres primeros capítulos. Los recordaba así, hasta en los detalles. Pero hoy me gustan todavía más. Me gusta cuando el protagonista entierra dinero en el antiguo campo de batalla. Y piensa: “Ahora está bien. Hay mugre, dinero y sangre; fíjate cómo crece el musgo y el hierro de la tierra con la pierna de Gino, las dos piernas de Ran­dolfo y mi rótula derecha. Es un monumento mara­villoso. Tiene de todo. Fertilizante, dinero, sangre y hierro. Suena a nación. Donde haya fertilidad, dinero, sangre y hierro, ahí está la patria. No obstante, necesi­tamos carbón. Deberíamos conseguir algo de carbón.” Y después escupe. Hemingway sigue ahí, esperando que llegues con tu ansiedad y tus dudas para mostrarte el camino.

Martes. Movilización de la CGT. Voy con la delegación Cultura de UPCN. Se dice que hubo alrededor de doscientas mil personas en la plaza. También se agarraron a piñas en el palco. Un día cumplido.

Miércoles. Escucho Don Giovanni en el auto. ¿Qué libros llevar al viaje? Un viaje de una semana a un lugar, a la vez, muy cercano y muy lejano. Durante el viaje, en los aeropuertos, y en el avión, voy a leer. ¿Pero qué leer? La experiencia de lectura se compagina sola con la experiencia del traslado, pero siempre me quedan dudas. ¿Qué libro hacer chocar contra las islas? La lectura debería calmar esa ansiedad que cae como una sábana mojada cuando esperás para subir al avión.

Jueves. Mañana viajo a Rio Gallegos, hago noche ahí y el sábado, a Malvinas. Llevó el libro de Hemingway.