Lunes. Veo por primera vez The Rocky Horror Show, una película que demuestra que la líbido de una fiesta ajena puede ser más aterradora que una casa embrujada, o cualquiera de los experimentos sádico-tecnológicos del siglo XX. ¿Es puro vestuario, maquillaje y canciones o hay algo más? La mala lectura de la ciencia ficción no me parece tan extraviada, más bien es mimética. Si un adolescente se la pasa leyendoa Campbell y a Asimov es posible que cuando llegue a la pubertad entienda o produzca The Rocky Horror Show. Como fuere es el encuentro de Barbarella, de 1968, con Cabaret del 72. Pero ya en sus inicios la ciencia ficción alimentó esa ridiculez esencial, ese desfase alucinado, cierto delirio, ese inicio residual. Tengo que recordar comentarle esto a Robles.

Después vi una donde Bruce Willis hacía de malo. Lo que se dice cine contemporáneo sin ambiciones de ningún tipo. Buena artesanía para filmar, muchos tiros, personajes unidimensionales, alguna persecución creíble. Me dejó pensando sobre el clasicismo. ¿Qué es lo importante en el clasicismo? Las variaciones, el virtuosismo, la elegancia en la austeridad. En las variaciones la película fallaba. Tarantino habría hecho una película inolvidable. Pero no la dirigió él, sino un empleado eficiente del que jamás conoceré el nombre.

Martes. Al mediodía, mientras almuerzo, miro Ruta Hyena, cine clásico bélico. La unidad de infantería que pelea en un país ocupado, esta vez Afganistán. Sin ser grandes invenciones técnicas las variantes ahora sí retienen mi interés. Hay un soldado de inteligencia, el árabe colaboracionista, escenarios naturales imponentes y bien filmados. El desierto, después de todo, sigue siendo magnético. Quizás el género bélico de un poco más de lugar a inventar variantes. Pero no, se trata de imaginar y pensar y tocar mejor. Ruta Hyena es una película actual, y esa actualización incluye un poco de política y algunos reflejos y matices en los personajes. Es como esa sonata de Haydn que es igual a todas las otras sonatas de Haydn, pero se la escucha con admiración, advirtiendo sus límites. Más tarde, veo John Carter. Acá Barbarella se cruza con la guerra de secesión al principio, y en general con un poco de Conan y bastante de Flash Gordon. El Haydn más estridente, y por eso quizás un poco más interesante.

Miércoles. “La población general no sabe lo que está ocurriendo y ni siquiera sabe que no lo sabe” dice Noam Chomsky. El viejo lingüista atrapado en la asamblea global. ¿Él sí sabe todo? De una lado, el saber, del otro, la “población”, la masa. Al hacer el enunciado propio, el que lo repite experimenta un arrobamiento. De ninguna forma sabe el repetidor lo que ocurre, la primera parte de la oración sigue intacta en él, pero ya la segunda parte queda anulada. Se separa así de los legos, se vuelve único, especial, se diferencia. Es el mecanismo de la izquierda, entre paranóica y egocéntrica, siempre elitista, sin duda restos modernos del primer romanticismo. La respuesta podría ser “La población general no sabe lo que está ocurriendo porque no le importa.” Y eso es lo que desconoce Chomsky. Y en tren de mentar lo sabido y lo que no se sabe recuerdo que durante la revolución rusa, algunos aristócratas no terminaron nunca de entender quiénes y por qué los fusilaban. Esa sí me parece una ignorancia importante.

Jueves. Leo dos artículos del psicoanalista Marcelo Barros, uno sobre Malvinas y otro sobre el feminismo contemporáneo. Los dos excelentes, aunque escritos desde cierto progresismo que le impide ser más incisivo. Quizás sea una cuestión de salón, de educación. Como fuere, son dos buenos artículos. El del feminismo, de lo mejor, sino lo mejor que leí sobre el tema. Se titula Una mujer es pegada. Salió en el número 6 de ANCLA, la revista de la Cátedra II de Psicopatología de la Facultad de Psicología. Barros no es, queda claro, un manso cordero del rebaño psicoanalítico. Lo cito: “La noción de violencia contra la mujer resulta además dilatada por los entusiastas de la reivindicación, para quienes casi cualquier conducta del varón hacia una mujer, en la medida en que la concierna como mujer, es sancionada como violenta.” (link a la nota aquí)

Viernes. Toda la mañana sonó la alarma de un auto. Viernes santo, feriado. No se trabaja. Dormí hasta las nueve. Y la alarma sonó simplemente toda la mañana. Para atenuar el ruido, puse una película de nazis en la Antártida. La famosa salida por el masoquismo.