Lunes. La risa de la muchacha de Tracia. Para mí, Tales se tiró al pozo para hacerla reír. Cada vez estoy más convencido de eso. Las estrellas están bien pero pueden aburrir, en cambio la risa de una muchacha… ¿cuánto vale? Sandro lo subrayó bien. Una muchacha y una guitarra para poder cantar. No se necesita más y eso es lo mínimo. El instrumento y el público. Dudo que Tales ignorara estas cuestiones básicas. Entonces las estrellas, pero también el acto, el actuar, y producir algo terreno, la pantomima y la risa. Ya lo dice el viejo adagio: si la hacés reír…

Martes. Tengo anginas. Vino una médica y me recetó amoxidal. El viejo y querido Amoxidal. Esta vez no levanté fiebre. Pero me duele la garganta y la espalda y siento la cabeza llena de moco. Cuando uno lee o deja de leer en ese estado, lee otra cosa, más otra cosa de lo habitual.

Martes, más tarde. Muy cansado, revisando listas. Tengo algún ensayo por escribir. ¿Y si no lo escribo? No pasa nada. Por eso mismo es difícil escribirlo y por eso mismo es magnético el proyecto de escribirlo. "(...) la extravagancia de los hombres han llegado hasta creer que Dios se complace también con la armonía" escribe Spinoza en la Ética. Non ridere non lugere neque detestari sed intelligere. Su máxima peronista. Y el peronista Spinoza pregunta siempre qué hay y no qué no hay. Agrega que la idea de víctima es una idea reaccionaria y que no debemos considerar a las personas como objetos de las injusticias sino como sujetos de la política. Y siempre Spinoza, maestro severo, nos pide que seamos mejores. Pero ¿quién quiere ser mejor? A veces ni siquiera es un tema de esfuerzo.

Miércoles. La importancia de las variaciones, recurso clásico, más bien clasicista. “E dove non ho potuto trovar variationi nelli affetti ho cercato di variare il modo di concertarli…” dice Claudio Monteverdi, que era una renacentista casi barroco.

Jueves. Compré unos libros por mercado libre y los fui a buscar ayer. La dirección reveló una librería de viejo en Chacarita, sobre la calle Olleros. Entré, fui a la caja a preguntar y mientras la librera me atendía con amabilidad, vi a Luis Lindner en el fondo con un libro en la cara. “Es muy chicato” pensé. Lo llamé por su nombre. Me reconoció aunque hacía por lo menos, Dios mío, unos diez años que no nos veíamos. Quizás más. Enseguida me empezó a hablar de Xul Solar, de astrología y de una muestra que estaba armando en una galería o un museo del Tigre. Elegí un libro más y pagué. Lindner se llevó, según espíe, El tema argentino de Sastre. Casi en la puerta de la librería había unas cajas con ediciones rústicas de ciencia ficción. Las miramos al pasar y también había unas viejas ediciones de la Editorial Labor. Las elogiamos y la librera se acercó y agarró una historia del arte romano y me la regaló. Nos despedimos con Lindner sobre Forest. Los libros que compré son la biografía de Spinoza que escribió Carl Gebhardt y el Tratado político, los dos tienen prólogo de Diego Tatián.

Viernes. Dios se va, se muere, lo echamos, nunca existió, y mientras nos felicitamos entre nosotros empezamos a llorar. Cuando alguien señala "ese es un idiota" hay que mirar al señalado y al que señala. Por las dudas.