Domingo. De ayer a hoy sueño que estoy en la Antártida con mi padre. La casa que construyó en la costa atlántica está ahí, pero en vez de ir con dos pisos hacia arriba, va hacia abajo, se entierra, es subterránea. La luz que hay es cálida. En el techo, una puerta corrediza me permite salir. Salgo. Mi padre me mira hacer. No dice nada. Nunca me juzgó. No va a haberlo en un sueño, y en la Antártida, aunque esa sea su casa. Afuera hay una cancha de tenis de polvo de ladrillo, naranja entre la nueve. Maximiliano Tomas juega en ella. No veo contra quién juega. Lleva puesta una máscara de oxígeno, un vidrio cuadrado y cristalino. Me despierto y pienso que debo escribir este sueño, no interpretarlo.
Lunes. Camino y reviso mentalmente mi existencia en el siglo XXI. Fue de una manera. Tomo una decisión y eso cambia. ¿Cambiará mi forma de leer en el siglo XXI? Luego, escucho a Eric Dolphy y leo a Carl Schmitt.
Martes. Intento escribir un artículo sobre la literatura calabresa en Buenos Aires. Se puede. ¿Por qué? Porque básicamente se puede intentar escribir un artículo sobre cualquier cosa. Leo a Porchia. Sí, un artículo más. Hay algo noble en ese batallar.
Martes, a la tarde. Me encuentro con Gonzalo Garcés en un bar por Villa Crespo. Hablamos de sus libros, de los míos. Hablamos mucho, de muchas cosas, con amabilidad y entendimiento. Luego, arreglamos al pasar algunos asuntos editoriales y cuando salimos del bar, algo apurados, porque él tenía otro compromiso, dudamos. Luego caminamos hacia una dirección errada. Caminamos hablando de amor y desamor, y la rutina del amor y el desamor, y cuando nos queremos dar cuenta estamos cuatro cuadras más lejos del lugar donde él dejó su auto. Volvemos y recuperamos el rumbo sin cambiar de tema. Nos despedimos cuando la conversación recién está empezando.
Miércoles. Leo sobre Livio Bacchi Wilcock, traductor del italiano, hijo adoptivo de Juan Rodolfo Wilcock. ¿Dónde andarás Livio? ¿Qué estarás traduciendo? Un fragmento de Lacan, fechado 1972: “Hay pocas cosas tan abyectas de hojear como la historia de la medicina. Puede aconsejárselo como vomitivo o como purgante, sirve de ambos. Para saber que el saber no tiene nada que ver con la verdad, no hay nada más convincente.” Me interesa que la historia misma de la medicina pueda ser usada como fármaco. Sobre la verdad y el cuerpo es fácil decir esas cosas. Luego, la verdad y el cuerpo se rebelan y se imponen. De la historia y la praxis médica, que es el gran tema del fragmento, no es posible esperar mucho más.
Jueves. El congreso vota una ley contra los jubilados, contra la Asignación Universal por Hijo y contra los veteranos de Malvinas. Hay tropas de gendarmería rodeando el edificio. Los diputados están viendo si hay quórum o no.
Jueves, más tarde. El gobierno reprimió a los manifestantes. La ley no se votó.
Viernes. Retomo la lectura de Astrología y fascismo en la obra de Roberto Arlt de José Amícola. Mi edición es de 1981 y tiene un fotograma de El gabinete del Doctor Caligari en la tapa.