Lunes. A los dieciocho años, hacia 1774, Mozart escribió su primer sonata para piano. En Youtube la encuentro tocada por Ivo Sillamaa en una instrumento que imita los teclados de fines del siglo XVIII. ¿Sonaba con esos énfasis románticos? Parece verosímil que, en los salones aristocráticos de capitales y provincias, el intérprete tuviera que marcar los fortes y resignar las sutilezas. El siglo XVIII fue un siglo de peso para las teclas, y también, desde ya, para esa modernidad que se gestaba. Luego leo la entrada que Wikipedia le dedica a Luis II de Baviera, el rey loco, el mecenas de Wagner. Y en un portal de noticias me entero que la Armada llevó un vidente a alta mar, a ver si puede localizar el submarino perdido. El titular dice: “La Armada subió a un barco a una vidente para ir a buscar al ARA San Juan.”

Martes. Ediciones Paco, la editorial de la Revista Paco, publicó bajo el título de El crítico como personaje, una antología de mis ensayos y artículo sobre el oficio del crítico. Releo lo que escribí en su momento y ya corregí un par de veces. Leerse a uno mismo es diferente, pese a todo. Sí, el texto es un objeto, un residuo que ya se separó de nuestro cuerpo. Las palabras son otras, frías, aunque no del todo ajenas. Creo que cuando leo lo que escribí puedo sentir que pasan tres cosas bastante diferentes. Puede ser que no me guste y sienta que debe ser corregido. O puedo pensar que, pese a las posibles correcciones, acerté medianamente en forma y contenido. Luego, en una tercera instancia, aparte de conformarme, me puede gustar y sorprender. A veces pasa. No siempre, desde luego. Pero hay párrafos en los que me encuentro y eso es gratificante. La tapa del libro es un fragmento de un cuadro de Sebastián Chillemi. Creo que quedó muy bien.

Miércoles. Me olvidé de consignar acá que Jitler de Gabriel Bañez comienza con una alusión a la guerra de Malvinas. Es por la derrota en la guerra que el protagonista se hace lector del libro de Lehmann-Nistche y lo propone como insumo para su trabajo periodístico. En 1984, de la guerra no se podía decir nada en los medios, entonces aparece esa “investigación” sobre la “investigación.” Los dos tabués en tensión, la guerra y el amor, o la política y el sexo, o la derrota de las armas y el triunfo de la líbido.

Jueves. Releo Las ciencias ocultas en la Ciudad de Buenos Aires, un ensayo hibridado con ficción fundamental para entender a Arlt y los años 20, y buena parte del siglo que pasó. Leo en Infobae.com: “Un pesquero ruso con 21 tripulantes desapareció en el mar de Japón.”

Jueves, más tarde. Es muy difícil leer con sueño.

Viernes. Leo sobre la familia Corsini, de la Toscana, que hace seiscientos años, día a día, sostienen un diario familiar. Los tomos se guardan en los largos estantes de la biblioteca de la  Villa le Corti. La tradición comenzó con en 1362 con Matteo di Nicholò Corsini, una vendedor de telas que anotaba sus transacciones comerciales. Parece que el diario empieza así: “Yo, Matteo, voy a escribir todo lo que me pase a mí y todo lo que pase en mi casa, mi tierra y mis bienes.” Docenas de generaciones después, el diario se sigue escribiendo. Lo hacen los descendientes de Matteo. Todos los días se escribe. Alguna página interesante tiene que haber entre tantas. Mejor sería decir alguna obra maestra debe haber entre tanta escritura. Lo contrario sería antinatural.