Lunes. Hago una lista de nombres, los que aparecen en El crítico como personaje. Mis contemporáneos están ahí. ¿Quién de nosotros escribirá los Comentarios sobre la guerra de las Galias? Leo en Wikipedia: “oculto tras la aparente objetividad de un memorándum militar, César forja su leyenda: su resistencia física, su capacidad para adaptarse a los rigores de la guerra, su camaradería, sus dotes conjugando a la perfección audacia y reflexión, sus habilidades diplomáticas, le permiten, en definitiva, conformar la imagen de un líder carismático e irresistible. ¿Ahora bien, quiere decir esto que la obra de César es poco menos que un folleto propagandístico, una sarta de falsedades? Algunos autores, así lo creen, pero el magistral estudio de Rambaud sobre los procedimientos de deformación histórica empleados por César ha puesto las cosas en su sitio: deformar la verdad no es mentir, sino presentar los hechos de una forma ventajosa. Es lo que hacen los abogados y lo que enseña la retórica: la narratio debe operar según el principio de lo verisimilis, presentando los hechos «tal y como han pasado o tal como han podido pasar». En Roma, la historia no era más que un opus oratorium maxime, en palabras de Cicerón.” Perdido en la enciclopedia de todos, en la Wikipedia, burdo, vulgar, ese párrafo nos enseña más sobre el arte de escribir y la historiografía, que muchos otros libros llenos de párrafos prestigiosos. De hecho, muchos escritores y periodistas de la actualidad no aprendieron lo que ese no tan pálido párrafo tiene para enseñarnos.

Martes. Reviso libros que compré hace poco. Comienzo una segunda lectura de Frankenstein comprobando que me quedaba en la cabeza poco de la primera, que hice hace años para escribir sobre Holmberg. Sigo también con el Arlt de Amícola. Es tedioso, un estilo crudo, rudimentario en la peor acepción de la palabra. Y ese intento sistemático de señalar a Arlt como un hombre de la izquierda, a costa de achatar todo lo que escribió, sus ricas ambigüedades.

Miércoles. Proyecto: viajar a Chile. Escribir nueve notas sobre lo que veo. Sí, nueve. Compilarlas en el libro. Ponerle de título al libro La afectación chilena. Pero, ¿para qué viajar? Tranquilamente podría escribir algo con ese título sin salir de Buenos Aires. Y tranquilamente podría no escribirlo.

Jueves. No sé qué leo. Ya no tengo biblioteca, solo restos de libros sueltos y mi computadora.

Viernes, medianoche. Camino por Belgrano. Me pierdo apenas por las calles Cuba, Monroe, Blanco Encalada, cruzando la vía, llegando a Libertador. Camino despacio. Compro una cerveza en un supermercado sobre Roosevelt. Con tizas de colores, dos nenas chinas dibujan gatos y dragones en la vereda. También escriben ideogramas. Tomo la cerveza fría en la noche de verano y pienso que eso no lo puedo leer.