Lunes. Volví ayer de Guayaquil. Hoy veo Me deben tres, una película de 1992. Es sobre los veteranos de guerra, no sobre la guerra, y se hizo a diez años de Malvinas. Un veterano dice: “Me deben tres, me deben los compañeros, me deben la traición y me deben las islas.”

Martes. Hoy fui a una capacitación al Museo Ricardo Rojas. En una vitrina había expuesto un Cervantes. No lo conocía. Rojas, lector de Cervantes. Bien. ¿Era o no era un Lugones menor, menos sensual, menos poeta, menos suicida? Que su casa sea un museo de su persona, incluida su biblioteca tapiada con vidrio, me resulta generosamente restrictivo. Que sea visitada por gente que jamás lo leyó ni lo va a leer no es irónico, ni triste, sino la vida misma de las fuerzas culturales del mundo. Por otra parte, el lugar, restaurado hace poco, es muy hermoso y refleja muy bien la obsesión de Rojas por la fusión entre Europa y América. (También estaba expuesto La entrevista de Guayaquil, que no leí, pero me quedo con el Cervantes.)

Martes, más tarde. Otra escena de western en The Walking Dead. Ricky va a buscar con Glenn a Herschel al bar y encuentran dos tipos y se da un duelo cruzado donde Rick los mata a ambos desenfundando old school. Luego vendrán los indios caníbales. Leo en Crónica: “el fantasma de una mujer vampiro fue fotografiado durante una redada policial en un club de karaoke.”

Miércoles. La academia es el lugar de la lectura. No hay otro lugar. Los lectores aislados son eso, lectores aislados. Las editoriales importan para mostrar, pero hoy con Internet ni siquiera tienen el monopolio de la lectura reposada. Y el periodismo, como sabemos, lee poco o no lee. Le interesa otra cosa. La facultad es la máquina. Y la academia de Estados Unidos también gravita con fuerza. Para ser crítico de libros y trascender lo más conveniente es ser ligeramente de izquierda, sin ser orgánico a ningún partido, y ser profesor en la universidad. Si se practica el antiperonismo inteligente, mejor. El snobismo va en cada uno. Digamos que, como casi siempre, es optativo.

Jueves. La base narcisista de la política se lee con claridad meridiana en el uso de las redes sociales. Quizás también el fallo constitutivo de la democracia. (Rudimentarias reflexiones de jueves, ya mil veces enunciadas.) Escribir un diario es juntar basura y darle una forma, pero la basura no tiene forma. O mejor, ¿qué forma tiene la basura? Leo un poema de Frank O´Hara titulado El crítico. Lo leo primero en castellano y después en inglés. El crítico es el asesino de sus “huertas.” Luego pide moderación porque quiere “vivir para siempre.” ¿Vivir para siempre? Qué necesidad. Como si la benevolencia, por otra parte, sirviera para eso.

Jueves, más tarde. Pasé por la librería de Avenida de Mayo y compré un libro sobre Wagner. En una de las mesas de usados se leía “Ciencias sociales, Ciencias sociales, Ciencia Ficción.” La taxonomía siempre dice algo. Le saqué una foto.

Viernes. ¿Cuánta subjetividad es necesaria? ¿Cuánta subjetividad es demasiada subjetividad?