Sábado. Intercambio mensajes con Robles. Coincidimos en que vamos a ser los últimos en tener recuerdos de una era analógica. Internet es un continente que se coloniza con torpeza pero sin pausa. Leo un viejo titular del diario El país de España: “Primer atropello mortal de un coche sin conductor.” Abajo: “Una mujer de 49 años ha fallecido en Arizona tras ser arrollada por un vehículo autónomo operado por un mando a distancia.”

Lunes. El Boris que me prestaron y reemplaza a los dos Kindles que usé hasta que se rompieron no está mal pero me resulta algo inestable, o un poco más inestable y lento. El touch screen es lento. Pero igual me convoca ponerle libros y leerlos desde ahí. Muy rápido edito una versión que encuentro en la web de las Notas sobre el cinematógrafo de Robert Bresson, la paso a un formato compatible y comienzo a releerlas desde el Boris. Le digo a Robles que estos readers ya son vintage. (Boris es lento y ligeramente anacrónico pero sí, todavía funciona, como los libros del CEAL que compramos de saldo.) La facultad de aprovechar bien mis recursos disminuye cuando su número aumenta.

Lunes, más tarde. Compro más libros de Rojas. Trabajo con Archipiélago. Veo Los otros de Amenábar en Netflix. Me gusta. Muy buen diseño de vestuario y de locaciones. Una película basada en la cara de Nicole Kidman, casi basada en sus ojos, pero con un guión inteligente atrás. También veo Aniquilación con Natalie Portman. Bella realización, muy estetizada, un guión coherente, pero más de los mismo. El alienígena siniestro que no entendemos porque nos copia y nos modifica, etcétera. No es una película fallida, es una película intrascendente. Lo clásico acá no funciona.

Martes. Bresson: “Dos clases de películas: las que emplean los recursos del teatro (actores, puesta en escena, etcétera) y se valen de la cámara para reproducir; las que emplean los medios del cinematógrafo y se valen de la cámara para crear.” Reescritura en el siglo XXI. El objeto “película” es reemplazado por el sujeto “escritor”: “Dos clases de escritores: los que emplean los recursos de Internet para difundir sus libros y los que usan los recursos de Internet para crear sus libros.” Esta paráfrasis me suena ya a obviedad.

Miércoles. Cuando sale todo bien en el trabajo -esto es que nadie me molesta o estoy solo en la oficina- me dan ganas de quedarme a vivir en el museo. Como Bartleby.

Más tarde. Leo una bibliografía sobre Rojas publicada en la Revista Iberoamericana. Repaso los títulos de sus libros. ¿Por qué y cómo nace una obsesión? Más tarde discuto con Strass por Jauretche. A veces pienso que el mismo Jauretche, con ese tono, esa poca formación, ese sentido común de verdulero, esa poesía de flor de cardo, es él mismo una zoncera argentina, lo cual lo realza y lo condena al mismo tiempo.

Miércoles, más tarde. El señor Haydn trae un poco de orden a este revuelto mundo.

Jueves. “No son las mentiras francas sino las refinadas verdades las que entorpecen la expresión de la verdad” decía Lichtenberg.

Viernes. Las mujeres tiene derecho a militar su histeria, pero la histeria ¿puede ser una cuestión de Estado? Finalmente compré el libro de Bresson, las notas. La edición en papel me resulta, por lo menos extraña, empezando por la muy fea tapa que le eligieron.