Lunes. Ayer vi Village of the damned, la remake que hizo Carpenter en el 95. Me gustó mucho. Muy bien narrada. La historia es clara y las actuaciones, precisas, pero hay algo más. ¿Qué? La niñez amenazante, sí. Pero no solo eso. Los niños poseídos por las fuerzas destructoras son unidos, son disciplinados, son bellos, son inteligentes, son fríos y entonces, finalmente, queremos que venzan, queremos ser seducidos y destruidos por esa juventud. Richard Reeves, que había sido superman, y Mark Hammil, que había sido Luke Skywalker, están muy bien transformados en médico protector y sacerdote. No eran cosas muy lejanas de eso Superman y el Jedi en los años ochentas. Un médico, un sacerdote. Pero los niños platinados nos cuentan una historia mejor, más profunda, con menos formalidades épicas, más negativa. Una detalle que no se me escapa: los damned leen mucho durante la película. Aparecen varias veces estudiando. Y David, el melancólico, escribe su nombre con unos cubos antes incluso de empezar a hablar.

Lunes, más tarde. Como todo sueño humanista, liberal y revolucionario, Internet termina en un constante dolor de cabeza histérico, resentido y ligeramente caníbal.

Martes. Robles me hace leer para un taller que estamos dando Destructor negro de Van Vogt y All You Zombies de Robert Heinlein. El cuento de Heinlein lo había leído ya. Coincidimos en que lo mejor y lo peor de estos escritores de ciencia ficción clásica era cómo escribían por afuera de la tradición literaria. Me impresiona eso. Leo una especie de biografía crítica de Ricardo Rojas que editorial Schapire le publicó a un tal Alfredo De la guardia en 1967. Por el estilo arcaico, parece escrita hacia el 1900.

Miércoles. Fantasía de escritor perezoso: escribir casi sin darme cuenta de que estoy escribiendo. Perezoso, sí, pero en la anotación al pasar, en esa dejadez, hay un valor, una frescura, una falta de intención, que me convocan. Quizás la verdad siempre se dice por error, sin querer decirla, sin intentar ocupar un lugar a la fuerza. ¿Fantasía del escritor perezoso o del escritor laborioso?

Jueves. Ya no sé qué escribir, ni qué leer. Solo me interesa hablar con amigos, escribirles mensajes a ellos, leer sus respuestas. Leo, sin mucha atención, anotando alguna cosa, La victoria del hombre y otros cantos, una compilación que Losada hizo de la obra lírica de Rojas. Hay un verso, una cita, una frase que se repite: “Después me vino el triste don del canto…” En el prólogo de la antología, que incluye varios de sus libros, como La victoria del hombre pero también La sangre del Sol y Los lises del blasón, Rojas escribe que esa es la “parte más pura de mi obra.” El triste don y la pureza, entonces. Alfredo de la guardia apunta que el humor no era tema o rasgo de la obra de Rojas.

Viernes. Ayer me junté con Garcés en un bar de Callao. Hablamos de una novela que está escribiendo, y de Bioy y de Borges. A la vuelta caminé por Santa Fe. Después volví y leí un cuento de Clifford D. Simak que empieza así: “Las criaturas eran increíbles. Parecían salidas de la pluma temblorosa de un dibujante de historietas muy alcoholizado.” Me acuerdo que lo había leído cuando era un adolescente. Me parece una buena frase para empezar muchas historias.