Lunes. Compro por Mercado Libre La obra literaria de Ricardo Rojas de un tal Jorge Oscar Pickenhayn. La paso a buscar por una pequeña librería de Congreso. Miro un poco el libro en un bar. Es un largo panegírico. O quizás no tan largo. Pero ¿de dónde sale toda esa melaza? El mismo Rojas les enseñó a sus exégetas el bombo y el autobombo. En el principio de este libro esa gestualidad ya es graciosa. Se insiste, Rojas es importante. ¿Quién lo dice? Hay una larga lista de nombres. Pero con eso no alcanza. El libro se editó a fines de 1982.   

Martes. Por la noche, una reunión gremial en el sur de la ciudad, Avenida Patricios, Barracas. Todo está bien pero me voy antes. Camino por la avenida helada, y después por el borde de Plaza Lezama. En San Telmo encuentro una pequeña sucursal de La Continental, bien iluminada y vacía. Entro, pido algo de comer, una cerveza. Hay una televisión pasando un partido, pero sin estridencias. Se escucha el sonido de la calefacción central. Me siento en una mesa, solo. Tomo la cerveza, ceno. Leo un poco el libro sobre Rojas. Cada tanto reviso mensajes en mi teléfono sin contestar. Dos o tres veces entra alguien a encargar o llevarse una pizza. Hay algo que me genera una sensación de bienestar, de alivio. Pasan un par de minutos hasta que me doy cuenta de que es la soledad, estar solo, leyendo, en una noche de invierno.

Miércoles. El dinero es el ojo del diablo, dice un viejo proverbio rumano.

Miércoles, más tarde. Largos momentos de desconcentración seguidos de momentos de lectura creativa. Mejor es la disciplina, la previsibilidad, pero cuando no hay, no hay, y se tiene que seguir adelante.

Jueves. Subo en un taxi y pierdo un gorro de lana que uso hace muchos inviernos. Luego, dos horas después, subo en otro taxi y encuentro un gorro de lana pero de niño, rojo y marrón, con un dibujo de Winnie de Pooh. Leer un libro mil veces o leer mil libros. ¿No termina siendo un poco la misma lectura?

Viernes. Después de mucho tiempo vuelvo a escuchar los lieder de Schubert. Pienso en escribir sobre el momento en que descubrí a Schubert. Me siento un poco tonto y agradecido por ese descubrimiento. “Nunca te pares en el techo del lado de adentro de la casa.” Otro proverbio rumano.