Lunes. Reviso mis estantes. La madre de mis hijos quiere hacer limpieza. Así que me demoro desempolvando viejas publicaciones, papeles, sobre todo revistas. También folletos, volantes, afiches políticos, boletas de candidatos raros o que voté. (Ese material que no se puede guardar en la biblioteca.) Encuentro un ejemplar de la revista española Letra, de 1991. Tiene un artículo sobre los libros y el muro de Berlín, y algunos ensayos sobre la novela y su desafío. Hay uno especialmente interesante titulado “La paradoja del novelista”, firmado por Christian Salmon. Empiezo a leerlo por curiosidad y termino buscando algo para subrayar y anotar algunas ideas. La última línea del ensayo dice: “Paradoja del novelista: es el guardián del misterio, un guardián desarmado, asaltado constantemente por la tentación de la huida.”

Más tarde. Sigo con las revistas. ¿Qué hora es? Me hice una taza de té. Me doy cuenta de que no me gustan tanto las revistas en sí, como la situación de no haber ido a trabajar y quedarme revolviendo. Encuentro una plaqueta de Omar Viñole titulada Canto al gran matarife, editorial Tanque, 1945. Miento, no la encuentro. La estaba buscando. También hojeo el primer número de la revista de psicoanálisis y adyacencias El murciélago, que dirigió a fines de los años ochentas Germán García. Tiene artículos de Piglia y María Moreno. (Tengo que escribir una anécdota que tengo con María Moreno.) Me hubiera gustado ser amigo, o incluso discípulo de Garcia. Pero Buenos Aires, que domina el tiempo, tuvo otra idea. No se puede leer con sueño. Quizás sí se pueda escribir.

Martes. Ayer todo ese tema con las revistas, de las que finalmente tiré muy pocas, casi ninguna, me deja pensando. Las generaciones que vienen, que, en realidad, ya existen, van a revolver Internet. Se salvan del polvo. Pero también están a merced del link que no funciona, de la página dada de baja. Es un escenario interesante, diferente. Hoy subí a la habitación a dormir la siesta y terminé releyendo la biografía que Peter Neville le dedicó a Musolini. Neville, un muy lateral historiador británico, pero de buena prosa.  

Miércoles. La respuesta no está en la ciencia, la respuesta y el desafío están en la política.

Más tarde. No hago nada. Releo la biografía de Mussolini en el colectivo. También leo del teléfono. Leo mucho del teléfono. Me la paso leyendo en el teléfono. Leo todo de ahí. Hoy el teléfono sirve para leer y para sacar fotos. Parece un chiste surrealista.

Jueves. Masotta pasó de la narración a la crítica, y del ensayo al psicoanálisis. En algún momento trabajó para formarse en filosofía, sobre todo dentro de un perfil sartreano. (Carlos Correas no le perdonó nunca esa evolución.) Pero ¿por qué? ¿Qué hay de natural o artificial en esos cambios? Qué difícil es aceptar que la materialización de un sueño -o un deseo- implica una cuota necesaria de decepción.

Viernes. Llevo el libro de Pat Cadigan de un lado a otro como un amuleto. La vieja colección de relatos. ¿Qué valor tienen? La lectura de estos relatos genera esa intimidad que se logra con una canción que nos gusta mucho. Es algo privado, poco social, poco trascendente, más allá de la esfera, al mismo tiempo cerrada y llena de filtraciones, del lector.